Vargas o la necesidad de pulir el instinto político
Es de perfil sobrio, técnico y discurso ordenado, pero en política hay que ser visible y con impacto
Los partidos mas importantes en la política municipal –PP, PRC y PSOE (situados así por el número de votos que recibieron en las últimas elecciones)– ... pasan por un momento de adecuación ante unas elecciones previstas para 2027, todo esto sin tener en cuenta la posibilidad de que el contexto político no trastoque los plazos. En todo caso, estamos atravesando el ecuador, cuando el PSOE decide hoy si Urraca u Oyarbide, cuando no sabemos si los cambios en el PRC regional afectarán a Torrelavega, y si el PP no dará otro sorpresa, que sería la cuarta en las últimas legislaturas. Lo del PSOE está en manos del exalcalde de Cartes porque a Urraca ya le quieren dar por amortizado. Otra cosa es el PP. En cada cita municipal de los últimos doce años, parece querer empezar de cero (Calderón, Fernández Teijeiro, Vargas…). A diferencia de otras formaciones con liderazgos estables y estrategias definidas, el PP ha mostrado en la última década una llamativa dificultad para consolidar una figura que encarne de forma duradera su proyecto.
Desde 2011, cuando logró gobernar en minoría, no ha conseguido recuperar el pulso político local. A cada ciclo electoral le ha precedido un proceso de redefinición y cambio de candidato. En lugar de construir una figura sólida con trayectoria municipal, ha tendido a improvisar candidaturas. Esto ha impedido generar confianza duradera en el electorado. En 2023, la elección de Miguel Ángel Vargas –casi por accidente– representó una apuesta comprometida, pero la falta de tiempo para forjar una imagen pública en un entorno político dominado por el PRC y el PSOE, volvió a dejar a los populares fuera del gobierno a pesar de haber ganado las elecciones.
El PP se enfrenta a un reto urgente: consolidar una identidad local fuerte. Para ello, necesita apostar por un liderazgo que permanezca mas allá de una legislatura y que entienda que el trabajo municipal no es solo una escala. En un escenario donde la ciudadanía exige soluciones concretas y cercanas, la volatilidad del liderazgo popular le ha restado en los últimos años credibilidad. Si el PP quiere volver a ser una opción de gobierno deberá dejar de improvisar.
Vargas representa el perfil de político sobrio, con preparación técnica, discurso ordenado y una presencia institucional sólida, que aporta estabilidad. Sin embargo, en política no basta con ser correcto, también hay que ser visible, generar impacto y conectar. Su imagen pública es discreta, poco proyectada, y su discurso carece de la contundencia que hoy exige el debate político. No se trata de caer en la demagogia ni en la descalificación fácil, sino de incorporar una crítica más acerada, directa y valiente. Vargas necesita pulir su instinto político. Tiene las herramientas, pero le falta la fuerza en la ofensiva en un escenario, desafortunadamente, cada vez más bronco.
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