Nunca algo chino había durado tanto
La verdadera oportunidad de negocio que ofrece este país para empresas occidentales los próximos 50 años es la de poder vender en su mercado doméstico
Me hizo gracia el meme que, al hilo del Covid19, me enviaron hace días con esa frase: «Yo llevo 15 años comprando y vendiendo ... en el mercado chino y la idea de que los productos 'made in China' son siempre baratijas de mala calidad ha calado mucho en la población hasta convertirse en un estereotipo generalizado». Los últimos escándalos de material sanitario defectuoso importado por Occidente (tests Covid-19, mascarillas, etc.) sólo vienen a darle la razón a quienes piensan de esa manera.
Tras cada estereotipo se esconde cierta verdad, no hay duda, pero abordar la complejidad del mundo actual a través de estereotipos es garantía de errores garrafales de interpretación. El volumen de información que se genera a diario es completamente inmanejable y su contenido, a menudo, contradictorio. Los estereotipos están ahí para simplificar una realidad a menudo demasiado sofisticada y compleja que no tenemos tiempo de analizar en detalle. El problema surge cuando no se lleva a cabo un esfuerzo por validar esos estereotipos contrastando información y generando el suficiente sentido crítico para entender si, más allá del chiste y la simpleza, el cliché refleja o no la realidad. Así, es una torpeza asumir que los catalanes son tacaños, los alemanes son cuadriculados, o los andaluces son vagos. Es preferible ignorar cómo son esos colectivos antes que creer que se les conoce gracias a la etiqueta estereotipada de turno. China ha alimentado gran parte de sus últimos 40 años de crecimiento económico con un modelo productivo orientado a la exportación de bienes de consumo de escaso valor añadido y raquítico margen unitario que sólo genera beneficio relevante gracias a enormes volúmenes de fabricación. El 'todo a 100' para todo el mundo. Sin embargo, creer que todo lo que fabrican los chinos es barato, malo y de escasa calidad es negar la mayor: en China se produce el 30% de todos los productos manufacturados del planeta. Decir que China es «la fábrica del mundo» no es ni un estereotipo ni una exageración. Ese tercio del total de productos lo componen, por ejemplo, 8 de cada 10 ordenadores que existen, el 70% de todos los teléfonos móviles, el 60% de todo el calzado, el 60% de toda la producción pesquera procesada, el 60% de los artículos de lujo o, como queda patente estos días, el 85% de todos los productos sanitarios (tanto los tecnológicos como los masivos, desechables o de escasa complejidad).
Además de bienes de consumo diario, China produce la mayor parte de todos los bienes de equipo, de los barcos, de los componentes industriales y electrónicos que emplea la industria y las grandes empresas multinacionales. Como muestra de su sofisticación, no hemos de olvidar que China forma parte de la exclusiva docena de países con un programa espacial en marcha; uno de los tres, junto a EE UU y Rusia, que ha sido capaz de llevar tripulaciones al espacio y el único que ha enviado con éxito un robot para tomar muestras a la cara oculta de la luna. Lo que pretendo repasando estos hitos no es hacer una apología del desarrollismo chino, sino tumbar el mito de que todo lo chino es sinónimo de mala calidad.
Para deshacerse de esa imagen de «fábrica de baratijas», China lleva años reorientando su modelo económico hacia uno impulsado por el consumo de su descomunal mercado interno: los míticos 1.400 millones de consumidores. Además, en el año 2013, recién llegado al poder el actual presidente, Xi JinPing, lanzó uno de sus planes estratégicos más ambiciosos: el llamado «Made in China 2025». A través de él, China quiere convertirse en la primera potencia mundial de la industria 4.0 y, para ello, está modernizando a marchas forzadas su modelo industrial, deshaciéndose de la pequeña industria de poco valor añadido, de los sectores más contaminantes y evolucionando su tejido productivo de lo analógico a lo digital. El plan identifica 10 sectores clave en la economía futura y China está en vías de convertirse en líder de todos y cada uno de ellos: tecnologías de la telecomunicación, biotecnología, robótica y herramientas de control numérico, equipos aeroespaciales, ferroviarios y navales, maquinaria agrícola, instalaciones energéticas, equipos médicos, nuevos materiales, supercomputadores e inteligencia artificial. En muchos de estos sectores China ya es líder mundial. Es fácil intuir que el dominio del mundo 4.0 y el dominio del mundo son ámbitos aledaños. La pandemia Covid-19 no va a hacer sino acelerar ese proceso de 'sorpasso'. Aunque China seguirá siendo por muchos años «la fábrica del mundo», la verdadera oportunidad de negocio que ofrece este país para empresas occidentales durante los próximos 50 años es la de poder vender en su colosal mercado doméstico: el mayor mercado del futuro. Quien quiera aprovecharla, que se prepare.
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