Estupidez en Oriente Medio
Dicen que el amor es ciego. La estupidez también. Y en Gaza e Israel ambos parecen haberse dado la mano: un amor tóxico que arrastra ... a millones de inocentes hacia un destino trágico del que nadie parece querer despertar.
En Gaza, se adora la épica del sacrificio como quien suspira por un amor imposible. Hamás promete dignidad a golpe de consignas, pero lo que entrega son hambre, ruinas y niños enterrados bajo cascotes. Es un enamoramiento trágico: cuanto más dolor se acumula, más fidelidad se rinde a un dogma que nunca devuelve el cariño. La necedad consiste en llamar heroísmo a la miseria y victoria a la penuria, como si el sufrimiento fuese combustible para un orgullo vacío.
En Israel, la seguridad se ha convertido en pasión enfermiza. Un amor ensimismado que, con un patrón pasado, vigila, sospecha y castiga. En nombre de ese amor, Israel bombardea sin descanso, convencido de que cada golpe lo acerca a la calma. Pero la lógica del patrón histórico es siempre la misma: cuanto más controla, más inseguro se vuelve. Y así, la fuerza se confunde con solución, la prudencia con traición y la justicia con venganza. El miedo, disfrazado de estrategia, solo alimenta un ciclo que se repite sin cesar.
El mundo pontifica, lanza comunicados, organiza cumbres, amenaza con sanciones. Palabras huecas que inflaman más que curan, declaraciones que buscan protagonismo antes que soluciones. La paz no se exporta ni se impone: nace cuando todos descubren que la vida misma es amor y vale infinitamente más que cualquier dogma o bandera.
Hoy Gaza está encadenada a un amor mortífero; Israel, a otro igual de insensato. Y mientras cada uno defiende su pasión ciega, la estupidez sonríe satisfecha: sabe que tiene asegurado su reinado eterno.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión