El pasado lunes ha sacudido los mercados financieros globales, recordando otros episodios de caídas bursátiles históricas. Así, el pasado lunes el índice Nikkei de Japón ... se desplomó un 12,4%, la mayor caída desde 1987, desencadenando un efecto dominó que afectó a los mercados de Asia, Europa y América. Este colapso se vio incrementado por la incertidumbre en torno a la inteligencia artificial (IA) y su rentabilidad a largo plazo, lo que provocó una venta masiva de acciones tecnológicas, impactando empresas como Nvidia, Apple y Tesla.
La situación recuerda otros lunes negros, como el de octubre de 1929 que precedió a la Gran Depresión, el de octubre de 1987, cuando el Dow Jones cayó un 22,6%, o el de septiembre de 2008 durante la crisis financiera global. Más recientemente el 9 de marzo de 2020 tuvimos un lunes negro con caídas significativas ese día y los siguientes, debido a la pandemia covid-19.
En el pasado lunes, la subida de tipos de interés por parte del Banco de Japón y el fortalecimiento del yen iniciaron la crisis, afectando a los especuladores que habían invertido en activos de Europa y Estados Unidos. Al mismo tiempo, los datos del aumento inesperado del desempleo en Estados Unidos y la posibilidad una burbuja tecnológica y de Inteligencia Artificial (IA) aumentaron la incertidumbre e incrementaron la probabilidad de una recesión, contribuyendo al desplome global. La situación actual subraya la volatilidad y el riesgo inherente a las inversiones en tecnología e IA.
La lección de este lunes negro es clara: los mercados pueden ser impredecibles, y los efectos de una crisis pueden ser devastadores, recordando una vez más los peligros de una economía global interconectada.
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