Suertes de pinos sorianas
En estos tiempos en que el fuego arrasa montes y aldeas de media España, Soria se mantiene como un oasis verde. No es cuestión de ... azar ni milagro, sino de una fórmula con siglos de uso que tiene la denominación: las suertes de pinos. Es un sistema, nacido en la Edad Media bajo privilegios reales y afianzado por ordenanzas municipales, que reparte entre los vecinos el aprovechamiento de la madera de los pinares comunales. Lo que en teoría económica denominamos asignación de derechos de propiedad ante la tragedia de los bienes comunes. La mecánica es sencilla y eficaz. El monte se divide en lotes o suertes iguales que se sortean entre los beneficiarios, vecinos con arraigo en la localidad. Antes, el reparto se hacía en madera; ahora, en la mayoría de casos, se vende y el dinero se distribuye. El padrón lo controla el ayuntamiento, que vela por que el beneficio quede en la comunidad.
Este vínculo directo entre habitante y bosque crea algo que no se compra con subvenciones: sentido de pertenencia. Quien recibe cada año su suerte de pinos no ve el monte como algo lejano, sino como parte de su casa. Lo cuida, lo vigila y lo defiende. Así, la gestión forestal no recae solo en la administración o en la industria, sino en toda la comunidad.
El efecto es claro. Con 600.000 hectáreas de superficie forestal, 447.000 de ellas arboladas, Soria apenas sufre los incendios que asolan otras regiones. El bosque está trabajado, aprovechado y vigilado.
Más allá de lo económico, el sistema ayuda a fijar población en zonas rurales y mantiene vivas costumbres que son patrimonio inmaterial. Es una lección sencilla: el monte que se siente propio se cuida; el que se olvida, se quema. Y en Soria, nadie olvida el bosque.
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