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Siglo XXI de necios y tributos mal entendidos. He aquí que Trump confunde el pan con la levadura y toma al IVA por arancel, como ... si el que sirve el vino fuese el dueño del viñedo. No contento con sus muros de ladrillo, blande ahora la espada de la ignorancia fiscal, clamando que el IVA europeo es villano disfrazado de arancel, que azota al honesto importador americano. Más torpe que burro en biblioteca.
El IVA, tributo que en Europa se impone cual justicia ciega, grava por igual al queso manchego, al francés y al mejicano. No mira pasaportes ni bandera de aduana, pues su razón es recaudar con neutralidad, sin preferencia ni trampa. Mas el arancel, ese sí, viste armadura y escudo, listo para detener al foráneo en la frontera y encarecer su paso, como portero en residencia de lujo.
La Organización Mundial del Comercio, esa dama anciana que aún conserva algo de juicio entre tanto mercader desalmado, sentencia que los impuestos al consumo, si iguales para propios y extraños, no son barreras ni cepos del comercio. Pero Trump, cual niño testarudo en zoco de especias, repite su error, amenazando con gravámenes nuevos al viejo continente, cual si Europa fuese ladrón y no socio.
En vez de lanzar arietes contra molinos de viento económicos, mejor haría en sentarse a la mesa del comercio justo, beber el vino de las normas y dejar que el mercado fluya como río sin diques torpes. Que el proteccionismo, cuando ciega y tuerce su vara, hiere a quien lo empuña más que a su rival.
Y así queda escrito: el IVA no es arancel, aunque algunos, ciegos de poder y sordos de razón, insistan en confundir la moneda con el yugo.
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