Los problemas crecen
La clave es emprender ya medidas que aumenten nuestra resiliencia
En este otoño difícil que nos ha tocado vivir asistimos tanto a subidas de costes energéticos como a demandas de corto recorrido de clientes (y ... menores márgenes operativos), que hacen que la producción (vía ERTE o fórmulas similares) incluso se detenga. Vienen así a la cabeza titulares como los de aquella serie de los ochenta relativa a «los problemas crecen», pues estos parones de actividad no sólo afectan a empresas clave de Cantabria en la automoción sino también en la industria. Y es que la economía, como «ser vivo» que es, implica que cuando Europa y nuestros aliados estornudan, nosotros nos acatarramos.
Hasta aquí el diagnóstico y la visión holística de cómo el encarecimiento energético lastra nuestra competitividad regional y afecta a trabajadores actuales o futuros. Así, se somete a muchas empresas a una cura de adelgazamiento de su actividad productiva sin darnos cuenta de que la casuística es multifactorial y sólo predecible a corto plazo.
No es pues un problema de bulimia económica sino de anorexia inducida externamente debido a este escenario de tormenta desfavorable que afrontamos y dificulta a muchos llegar a fin de mes. El bálsamo de avales, ayudas públicas y fiscalidad «amigable» es deseable pero no suficiente. Los recursos son limitados y si no se quiere dejar a nadie atrás, incluso ante esta elevada inflación y alertas de prerecesión, muchas empresas tirarán de medidas de «manual de eficiencia» como adaptar plazos de cobro y pagos, establecer nuevas políticas salariales y de contratatación, recurrir a fuentes de financiación alternativa, reducir el consumo energético u optimizar sus cadenas de suministro.
El futuro es complicado pues, tal y como están los «bolos pinados», se prevé que los precios de la energía se normalicen en 2023 y empiecen a estabilizarse en 2024. La clave es emprender ya medidas que aumenten nuestra resiliencia.
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