Las efemérides nos asaltan, porque las catástrofes también tienen su cumpleaños. Que se lo digan al presidente de la Comunidad Valenciana, que ha escuchado una ... canción muy diferente a la que se canta cuando apagamos las velas.
La dana del 29 de octubre de 2024 fue una catástrofe histórica. Hubo 229 fallecidos y demasiadas viviendas, infraestructuras y negocios arruinados. El trauma se desahoga en manifestaciones y críticas por la falta de coordinación en la seguridad y la tardanza en activar los planes de emergencia.
Santander también recuerda su tragedia. Fue el 3 de noviembre de 1893, cuando el vapor Cabo Machichaco, procedente de Bilbao, atracó en el puerto con 45 toneladas de dinamita. La epidemia de cólera en Bilbao había retrasado varios cargamentos del explosivo y se decidió acumularlo en este barco para repartirlo por varios puertos. Hacia las dos de la tarde se produjo un incendio en cubierta. Una hora después, las autoridades y cerca de dos mil personas se acercaron a la zona portuaria para contemplar el espectáculo de las llamas. Se decidió hundir el vapor para acelerar la extinción del incendio y cuando se botaban los remaches del buque para ayudar a la entrada del agua, los golpes de mandarria hicieron de percutor y todo el cargamento estalló. Murieron más de medio millar de personas y el horror se dispersó por toda la ciudad.
En Valencia el recuerdo se destinó al insulto de los responsables. En Santander, las flores ante el monumento los olvidan, aunque sus negligencias y fallos fueron más fatales que en la dana. Pero el paso del tiempo los redime: la naviera Ybarra, propietaria del buque; la Aduana, que no revisó la carga que se había ocultado; la Junta del Puerto y el Ayuntamiento de Santander, que permitieron incumplimientos del reglamento y no evacuaron la zona para la descarga; la escasez de medios de los bomberos; y la mala gestión del capitán del barco. Que no se olviden en los infelices cumpleaños.
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