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Cada cierto tiempo, casi podríamos señalar que una vez por generación, el que fuera primer y más relevante Maestro de Capilla de la Catedral de ... Santander, Juan Antonio Garcia de Carrasquedo, regresa a la ciudad que le acogió allá por el 1756 y hasta su fallecimiento en 1812. Siempre de la mano de quien le convirtió en la principal tarea de su vida como musicóloga y directora coral, la norteamericana –cántabra– ahora también malagueña Lynne Kurzeknabe. Carrasquedo, zaragozano de nacimiento y sobrino (con solo dos años de diferencia entre los dos) del también compositor destacado Juan Antonio García Fajer 'El Españoleto', venía de una excelente formación en el Conservatorio della Pietá de Nápoles, donde había aprendido y hecho propios los nuevos aires de una música que iba alejándose de los modos barrocos y se abría al estilo galante y al Clasicismo. Será ese bagaje el que aporte a su llegada a la flamante nueva sede episcopal, y será esa misma solvencia artística la que le permita sobrevivir de alguna manera a las penurias económicas de una capilla musical pequeña, sin tradición y no con las mejores condiciones económicas para su director. En cualquier caso, los vientos de la historia quisieron relegar al músico al olvido, hasta que el musicólogo asturiano Emilio Casares encontró alguna de sus obras entre los montones de música de la Catedral de Oviedo que andaba catalogando. Él dio la referencia a Kurzeknabe y sin dudarlo ella se puso a la tarea de recorrer archivos hispanos en busca de más rastros: Salamanca, Cuenca, Ciudad Rodrigo… Encontradas y transcritas las partituras, tocaba dar nueva vida a la música, como demandaba su riqueza melódica, su atinado sentido de la orquestación y su adaptación a esas nuevas modas del final del Antiguo Régimen que tan poco conocíamos entonces entre los compositores hispanos. Ese trabajo supuso el estreno, con la Coral de Santander, de varios motetes, una salve y cuatro misas, ademas del reconocimiento que supuso el galardón del Premio Nacional del Disco en 1982. De nuevo silencio, hasta que, con el patrocinio de la Universidad de Cantabria, Carrasquedo volvió a sonar y a ver grabadas su Misa en Si B Mayor y su Misa en la menor, ademas de dos piezas de quienes le sucedieron al frente de la capilla santanderina, Juan Ezequiel Fernández y Manuel Ibeas, en un CD nuevamente protagonizado por Kurzeknabe y su instrumento favorito, ahora bajo el nombre de Camerata Coral de la UC. Y de nuevo el silencio, más largo ahora. El pasado día 16, García de Carrasquedo regresó a Santander. Aunque esta vez con una novedad, no dirigida por Lynne Kurzeknabe y sin participación cántabra entre los intérpretes. Carrasquedo, que acababa de vivir una nueva experiencia, la digitalización de su obra para que, por fin, pudiera estar disponible para músicos y aficionados, salvando un patrimonio por el que quienes responden o deberían responder del cuidado del patrimonio en Cantabria no han mostrado demasiado interés, hechas las pocas y meritorias excepciones de rigor, llegaba a la Sala Argenta de la mano de una de las más notables agrupaciones españolas actuales dedicadas al cultivo del repertorio del Barroco y el Clasicismo. En efecto, Opera Omnia, bajo la dirección de Isaac Pulet, había entrado en contacto con Carrasquedo y una suerte de felices carambolas permitió que llegaran hasta nuestra ciudad con Irene Mas Salom, Manon Chauvin y Ariel Hernández como solistas y la importante presencia de un violinista tan notable como Hiro Kurisaki como concertino. La lectura que realizaron de las Misa en Si B Mayor, la Misa en la menor y la Salve de Carrasquedo, así como del precioso motete Memento Mei, de Juan Antonio García Fajer, el salmo 'Laudate Dominum' de Manuel Ibeas y las escalofriantes 'Las Siete Palabras de Cristo en la Cruz', de Juan Ezequiel Fernández, resulto no eficaz, sino espléndida. Si cabría casi de serie destacar el empaste del conjunto y la perfecta adecuación al estilo, me parece importante resaltar la belleza de las voces, el exquisito timbre de las cuerdas, la variedad de paletas expresivas, la emoción, en suma, de un concierto que mantuvo a los espectadores con la atención en máximos durante la hora larga que duró la cita.
Sonrojante y pena
¿Y ahora? Quizás Carrasquedo debería ser más conocido de músicos y aficionados, no solo en Cantabria. Quizás la sociedad de Cantabria y las autoridades que la representan deberían tomarse un poco más en serio esta página importante de nuestra historia artística y cultural. Porque Lynne, es cierto, siempre ha encontrado cómplices entusiastas en su lucha por la dignidad del Maestro de Capilla, tantos, que sería injusto ahora mencionarlos para no correr el riesgo de olvidar a alguno. Pero no por eso deja de ser menos sonrojante el palco vacío de la Sala Argenta y la entrada a poco más de la mitad de aforo. Vale que el Obispo tenía disculpa (al fin y al cabo era Miércoles Santo), aunque tengo para mí que nadie le ha hablado nunca desde su llegada de la existencia de la capilla musical catedralicia. Pero… ¿y todos los demás?
A veces tengo la sensación de que Juan Antonio Garcia de Carrasquedo fue juzgado y condenado a una pena infinita de destierro de la memoria por su condición de revoluciónario, liberal y afrancesado, en parte por la inquina que le tuvo el obispo de turno, Menéndez de Luarca, de ideas no precisamente avanzadas. Pero ¿no ha llegado ya la hora de levantarle la sanción? Entre tanto, el que suscribe feliz por haber cantado y grabado algunas de estas obras, por haberse encontrado con las partituras gracias a Lynne Kurzeknabe, por haber puesto algunos granitos de arena en la lucha por la memoria. Porque la música nos hace mejores, y eso lo sabemos todos los que hemos abierto las puertas a una música pequeña, hermosa, delicada, impecable, que nos ha dejado toda una huella personal y social. Así que en estos tiempos ya de la Pascua, entonemos de nuevo ese precioso pasaje del Credo de la Misa en Si b, 'Et resurrexit'. Y que la resurrección esta vez sea también para nuestros músicos y sea ya la definitiva.
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