Retratos tipográficos
Precedente: retratos mecanográficos. Práctica que tiene por medio expresivo la máquina de escribir. En los años cincuenta del siglo de las dos equis, aficionarse al ... tema divertía cantidad a quienes aprendían a escribir al tacto en las academias de mecanografía. Donde se ponía sobre el teclado un artilugio de madera que al impedir ver las manos sobre el teclado obligaba a mecanografiar a ciegas.
Los retratos copiables a máquina de escribir llegaban de fuera y no eran ejercicio obligado. Puro entretenimiento. Las copias, a una sola tinta, se lograban con tipo único, el propio de la máquina de escribir, tecleando letras y números en un papel. La creatividad era nula. Para obtener una copia vicaria del original no había más que introducir un folio en la máquina, disponerlo en el rodillo y comenzar a mecanografiar respetando la alternancia de letras, números y espacios en blanco; talmente como quien construye sonetos contando las sílabas con los nudillos.
Siguiendo la pauta, con pasiva aplicación y método, en el papel receptor surgía como por ensalmo el bigotillo de Hitler, el puro de Churchill, la jovialidad de Kennedy, la visera de Castro, la sensualidad de Marilyn o el cepillo cabelludo de Pelé.
Tres equis, cinco espacios; dos equis, siete espacios; tres ceros, nueve espacios. Y así.
Nada que ver con la talentosa creatividad de la grafista Isabel de la Sierra. Quien, con admirable gran sentido artístico y variedad de registros tipográficos, ha creado en su pantalla de diseño, alternando tipografías y cuerpos varios, dispuestos al derecho y al revés, en grande y chico, los originalísimos y logradísimos retratos de Solana y Pick, dos Pepes de aúpa. Sobre cuya vida y obra se anuncian conferencias abrileñas en el Centro Cívico de Tabacalera, bajo el signo 'La palabra habitada. El autor y sus voces'.
La voz de la tiporretratista no ha podido ser más certera. Les ha clavado.
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