La sana ambición
Sólo lograremos nuestros objetivos si realmente queremos alcanzarlos
Sin duda alguna todos queremos vivir bien, desahogadamente, con las justas dificultades y tratando de conseguir todo cuanto nos propongamos. Este es un buen planteamiento ... de vida ¿no? Se supone que si alguien es listo, hábil e inteligente y además lo adereza con horas y horas de trabajo, esfuerzo o estudio, si nada lo impide, conseguirá más logros que la media y esto le proporcionará mejores recursos materiales y mejor capacidad de relación personal para conseguir buena pareja, buenos amigos y contactos de valor. Pero para todo ello hay que ambicionar ese deseo, ese anhelo y trabajar desde el minuto cero en tratar de conseguirlo y eso se consigue con una sana ambición, con una buena predisposición hacia el logro.
Si vamos al Diccionario leeremos que ambición es un deseo intenso y vehemente de conseguir una cosa difícil de lograr, especialmente riqueza, poder o fama. Es cierto que también se puede ambicionar que el trabajo no sea un trabajo, ser razonablemente feliz, tener una familia cargada de afectos o, sencillamente, ambicionar el conocimiento por el mero hecho de disfrutar sabiendo. Tampoco es menos cierto que si ambicionas la riqueza o la fama muy seguramente no lo conseguirás, pero si lo que ambicionas es conseguir sacar adelante un proyecto en el que crees, expresar artísticamente lo que sientes o conseguir superar marcas deportivas que anhelas, seguramente la fama o la riqueza vengan después como una simple consecuencia natural. Distinto es el poder que, como droga, envuelve a muchas personas, ahí sí con la ambición de preponderar sobre otras, sobre todo si lo que se pretende es controlar las vidas de otros. Si calificas la ambición de modo peyorativo seguramente es que el juego del progreso, de tratar de conseguir más que los demás, no está hecho para ti; muy posiblemente lo que quieras es no poner de tu parte para lograr ningún objetivo difícil y pretenderás que todos seamos mediocres y que nadie destaque sobre nadie, de ese modo no te sentirás «aludido» por el éxito de otros.
Pero si atribuyes a la sana ambición (calificada de sana porque tus beneficios no deben significar pérdidas para nadie; no hay que pisar a otros para uno elevarse por sí mismo) como algo digno, elevado, reconocible y meritorio, entonces admirarás los logros de otros y te sentirás satisfecho con los que tú vayas consiguiendo. Si tienes una característica personal destacable, si te sientes capaz de dar más de ti mismo, de superarte, si hay un proyecto personal, profesional o empresarial que sientes poder conseguir, tira de esa sana ambición, ponte manos a la obra y disfruta del camino hasta conseguirlo; poco antes de llegar al final te surgirán nuevas metas: ¡¡A por ellas!! Hasta que el cuerpo aguante.
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