La casta médica se va a la huelga
Un médico aporta mayor valor añadido que cualquier otro trabajador sanitario porque se le exige una formación y una responsabilidad superiores
¿Nos creemos más por ser médicos? Pregunta trampa que no se puede responder con un monosílabo. Evidentemente las personas y sus vidas son igual ... de valiosas con independencia de a qué se dediquen. Pero si esta pregunta se realiza en un ámbito laboral, por supuesto que profesionalmente un médico aporta mayor valor añadido que cualquier otro trabajador sanitario porque se le exige una formación y una responsabilidad superiores. En este país hemos llegado al absurdo de tener que explicar lo obvio.
Sin embargo, ha ido calando la idea, muy especialmente en los centros de salud, de que en los equipos todos somos igual de importantes, ya seas médico o celador y, como consecuencia de la anterior, otra más retorcida aún, la de que por tanto nadie puede mandar sobre nadie, arrebatándonos el liderazgo asistencial que hemos ejercido para, como todo equipo sin líder, caer en la anarquía que explica en buena medida el declive de la Atención Primaria en este país y el desinterés de los médicos por esta especialidad.
Luego llegó la pandemia y dejamos de ser médicos para convertirnos en sanitarios, unos más dentro de una amalgama de trabajadores que dieron lo mejor de sí mismos, pero obviamente por formación y responsabilidad exigida a unos nos tocó aportar más que a otros. Esto se silenció hasta el punto de que incluso se ha extendido la idea de que los médicos no estuvimos ni estamos tan en primera línea como otros sanitarios. De hecho, el señor Revilla, que dejó Cantabria con las mayores listas de espera de todo el país, afirmó hace un par de semanas en un conocido programa televisivo que la vanguardia en los hospitales son las enfermeras y no los médicos.
Ese es el relato. Otra cosa son los hechos que se han intentado obviar. En la pandemia fallecieron 246 sanitarios, de los que más de la mitad, 126, eran médicos, a pesar de que apenas representamos el 20% de todos los trabajadores. Que cada cual saque sus conclusiones sobre dónde estuvimos.
Después vino la vicepresidenta Montero a criticar la calidad de la formación que imparten las facultades privadas españolas cuando es bien sabido que cualquier médico comunitario que quiera ejercer en el sistema sanitario público, con independencia de dónde se haya formado, tiene que superar una oposición nacional de acceso al MIR y luego una especialidad de 4-5 años, mientras que a los médicos extracomunitarios nuestro Gobierno les está permitiendo trabajar sin superar dicha prueba ni especializarse. Supongo que considera que la formación en las facultades de medicina de Cuba o Venezuela es tan buena que esos médicos no lo necesitan.
Llevamos meses escuchando a periodistas vinculados al Gobierno etiquetarnos, como antes se hizo con los jueces, de casta, clase privilegiada o hijos de ricos con el pueril argumento de que por ser una carrera tan larga nuestros padres tienen que tener dinero para mantenernos tantos años.
Y todo este estado de ánimo ha culminado en un borrador de Estatuto Marco, la norma nacional que regula nuestras condiciones laborales, que recoge toda esta humillación a nuestra profesión, poniéndonos en la misma categoría profesional que a los fisioterapeutas, logopedas y enfermeros a pesar de que se nos sigue exigiendo casi el triple de formación, por no hablar de la responsabilidad.
Pretende obligar a los médicos residentes a trabajar cinco años en exclusiva para el sistema sanitario público porque considera que deben devolver la formación que reciben, obviando que la pagan sobradamente con el trabajo asistencial que realizan. Son, con sus sueldos mileuristas, la mano de obra médica barata que sostiene los hospitales.
Nos impone una jornada laboral máxima de 45 horas semanales y nos niegan el cómputo del tiempo trabajado en las guardias a efectos de jubilación a pesar de que esta actividad extra obligatoria supone que un médico cada diez años habrá trabajado en realidad trece, mientras la ministra del ramo ataca a los empresarios por negarse a aceptar la de 37,5 horas para el resto de trabajadores.
Y como medida de incentivación ante la falta de médicos, suspende todos nuestros derechos laborales por necesidades de servicio. Directamente pasamos a ser esclavos.
La escasez de profesionales no es más que una excusa para este atropello.
Lo que subyace en el fondo es un problema ideológico de un gobierno que considera la meritocracia como una amenaza en vez de como lo que es, un medio de ascenso social, de cohesión y de progreso en cualquier país.
Lo que había y hay en nuestras facultades son chavales de familias de clase media y media-baja cuyos padres se sacrifican por dar a sus hijos la formación y el futuro que ellos no pudieron tener. Los médicos, por tanto, somos hijos del mérito, máximos exponentes de la cultura del esfuerzo, la dedicación, el sacrificio y la vocación de servicio y por tanto, objetivo a batir de los que promueven la otra cultura, la del pelotazo, la polarización y el victimismo como medio para medrar.
Por eso este viernes los médicos de toda España estamos llamados a la huelga. Nos duele que ese día los pacientes se vayan a encontrar con las consultas vacías, pero precisamente por los valores que representamos, haremos todo lo que sea necesario para que el sistema sanitario público de este país siga persiguiendo la excelencia y no la mediocridad.
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