Por el mismo sendero
Se acabó la tiranía del varón y si las leyes de igualdad algunas veces nos parecieran exageradas hay que entender su existencia y su valor
Tuvimos la ocasión no hace mucho, de conocer/padecer a un curioso personaje. Se trataba de un hombre mayor, excesivo no sólo en sus carnes, ... que hablaba cogiendo impulso soltando las palabras a borbotones y siempre en pose, escuchándose a sí mismo lo que no es muy agradable para un contertulio educado. Su jerga pretendía encandilar aunque su discurso a veces ininteligible y opaco perseguía claramente sólo impresionar y dictar sentencia despertando un interés momentáneo.
De todas formas, podrían haberlo nombrado ministro de Igualdad debido a los temas que le atraían, sobre todo teniendo en cuenta que la actual ministra tiene muy mal concepto de los varones -debe de ser por alguna mala experiencia reciente- que hace que nos compare con los talibanes de Afganistán y quizá este hombre hubiera conseguido que se comprendiera algo mejor el papel de la mujer en la compleja sociedad española actual.
Es que hablaba y hablaba de las mujeres en cuanto podía y sin venir a cuento, parecía que con cierta veneración aunque no fuera tan así. Digo «que hablaba de las mujeres» y pienso que a ustedes no les parecerá muy reseñable al tratarse de una conversación entre hombres, pero hemos incluido si se fijan el artículo indeterminado «las». No es lo mismo hablar «de las mujeres» en un ámbito que se supone delicado porque todos tenemos madres, hijas o hermanas, que hablar «de mujeres» que ya se entra en otra dimensión más complicada.
En nuestro país se pelea por el equilibrio y ya no existe en la cabeza del hombre, ni en el corazón de la sociedad, ni en las leyes, desigualdad alguna
Él hablaba permanentemente de las mujeres y sentenciaba «las mujeres van a los extremos, o son mejores o son peores que los hombres», pues vaya reflexión. O bien, «los hombres hacen las leyes, las mujeres las costumbres», copiado de no sé dónde, que me pareció apreciación discutible por lo chafado que se hubiera quedado él si observase las últimas promociones de jueces y comprobara cómo las mujeres ocupan siempre los primeros puestos por amplia mayoría, igual que en el Parlamento y ministerios, igual que las plazas MIR, igual que las plazas en notarías y registros, igual que en la Escuela Diplomática... o en cualquier oposición o concurso que haya tenido lugar. Pero en fin, no era cuestión de entrar en discusión cuando el personaje no movía mucho nuestro interés a pesar de que sí lo representaba para algunos contertulios, que dado lo interesante del tema lo estimulaban a proseguir. «Nada más intolerable que una mujer rica» añadió. Pero patinó al hablar de «la francesa Madame Curie»; polaca le dije, acabando la conversación que se diluyó desde ese mismo instante.
Sin embargo, no queremos dejar un tema tan atrayente como comprometido, hablemos más de las mujeres porque es un gran argumento de vida y quizá representen la revolución más trascendente de estos tiempos olvidando el pasado donde no se les concedía espacios de convivencia y de poder reservados al hombre.
El poco respeto hacia ellas de nuestros antepasados, de quienes nos precedieron, todavía lo estamos pagando con ese feminismo irascible y reivindicativo que no atiende a razones y no cesa. Pero debe de terminar porque ya no existe aquel antiguo e interesado concepto en los hombres de que la mujer es móvil, «como pluma en el viento», y que «cambia de acento y de pensamiento», que se canta en el acto lll de Rigoletto, o que la mujer cuando piensa, mal piensa, que se argumentaba para impedirle entrar tanto en los casinos como en los parlamentos. Todo ha cambiado ya afortunadamente y es tiempo para el armisticio, el perdón y la amnistía para el hombre. Se acabó la tiranía del varón y si las leyes de igualdad algunas veces nos parecieran exageradas hay que entender su existencia y su valor.
Es por lo tanto la permanente presencia ahora de la mujer en: deporte, empresa, periodismo, política, medicina, investigación, ejército, judicatura... y sobre todo en la universidad, el mejor certificado, lo que caracteriza a este siglo XXl, y lo que no consiguieron guerras, revolución industrial o mayo francés lo han conseguido ellas ante nuestra mirada estupefacta y satisfecha. Por lo tanto, solo queda normalizarlo todo y que no se requieran cuotas ni planes de igualdad desaforados que muchas veces solo sirven para discriminaciones positivas que son igualmente injustas. Olvídese entonces ya la reivindicación ácida de la representación de la mujer o de su salario igualado al del hombre porque ya es algo conseguido y es tiempo para la igualdad verdadera aunque esto no signifique que no haya todavía que mantener el concepto de desigualdad, por ejemplo, ante la maternidad, aunque en nuestro país se pelea por el equilibrio y ya no existe en la cabeza del hombre, ni en el corazón de la sociedad, ni en las leyes, desigualdad alguna. El hombre y la mujer cogidos de la mano y por el mismo sendero. C'est la vie.
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