Soy médico
Nunca he creído en la vocación como motor de la decisión de ser médico, más bien creo en la profesionalidad
Hace unos días se ha presentado en Santander el documental 'Soy médico', producido por la Organización Médica Colegial y promovido por nuestro querido presidente Tomás ... Cobo, actualmente disponible en la plataforma Rakuten-TV. Me resultó agradable coincidir con compañeros-amigos con los que he compartido horas de guardia y responsabilidades de gestión y profesores que me enseñaron a amar este oficio. En el film se valora y valoriza la figura del médico español, con la participación de primerísimos galenos como Valentín Fuster, Luis Rojas Marcos o Diego González Rivas, entre otros, pero también médicos de hospitales comarcales, Atención Primaria, médicos militares o preventivistas, habitualmente apartados de los focos de la fama. Es muy gratificante palpar la relevancia de la actividad profesional de todos y cada uno de ellos, más allá de sus logros curriculares y destacando la trascendencia de la empatía, humanidad e incluso compasión que deben adornar al buen médico cuando convive con una persona especialmente vulnerable, como es el enfermo.
La mal denominada clase médica está integrada por muchos de los más brillantes estudiantes de bachillerato y PAU (o como quiera que se denomine ahora esta selectividad), pasa seis años esforzándose para recibir la mejor formación en nuestras universidades e independientemente del carácter público o privado de las mismas debe superar una dura prueba de selección para acceder al mejor sistema mundial de especialización, el MIR. En esos cuatro o cinco años en el hospital simultanea estudio, trabajo asistencial con asunción progresiva y tutelada de responsabilidades, investigación y docencia. Terminada esta fase empieza otro periplo de búsqueda de plaza, caracterizada por contratos precarios en tiempo, forma y remuneración. El médico español es de los peor pagados de Europa, por lo que muchos optan por emigrar donde son mejor valorados. Por eso resulta intolerable la propuesta-amenaza ministerial de un nuevo estatuto marco que ahonda aún más en estas vejaciones hacia la profesión médica, porque prevalece el sectarismo sobre la mejora de las condiciones laborales, partiendo de 'compañeros' que han accedido a sus puestos de responsabilidad política por una auténtica carambola: no hay peor cuña que la de la misma madera. En el documental se explica con nitidez que no es inteligente diferenciar entre medicina pública y privada, porque ambas se complementan y se necesitan, y se pueden ejercer una y/o otra sin conflictos ni complejos.
Nunca he creído en la vocación como motor de la decisión de ser médico, porque se puede pensar que estás 'obligado por designación divina' a escoger este oficio; más bien creo en la profesionalidad: si decides ser médico tiene que ser para hacerlo muy bien, para sentirte orgulloso de serlo, lo mismo que si eres mecánico, futbolista o arquitecto. Y para eso tienes que adquirir formación en doctrina médica, habilidades técnicas que quizás no te vinieron genéticamente y, lo que considero fundamental, capacidad de relacionarte con el enfermo y su familia, ser capaz de ponerte en su pellejo frágil y doliente y acompañarle en el viaje de su enfermedad, aunque no siempre llegue a buen puerto.
El Código Deontológico de la profesión médica se basa en los principios de la bioética y establece, entre otros, la necesidad de formación continuada. En un mundo cambiante a velocidad de vértigo, en el que los conocimientos científicos se renuevan al 50% en cinco años, en el que los avances en biotecnología y biomedicina son imparables, el buen médico debe conocerlos, ayudado de herramientas inestimables como la IA, pero sobre la base de su propio esfuerzo y responsabilidad. Estas actitudes también son necesarias y están presentes en otras profesiones liberales, aunque probablemente con mayor valoración social a todos los niveles. Lamentablemente, asistimos a agresiones a compañeros por el solo hecho de ejercer honestamente su profesión, lo que conduce al burn-out del médico. Y qué decir de las comparaciones con la clase política, donde no pocos se caracterizan por lo que yo denomino las 3 M: mentirosos, mediocres y miserables. Sobrarían ejemplos en todos los ámbitos.
Como modestamente intento transmitir desde mi atalaya de médico viejo a las nuevas generaciones: disfrutemos de esta preciosa profesión que es intentar ayudar a los demás, seremos felices nosotros y los que estén a nuestro lado.
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