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Acabo de conocer la ruptura de negociaciones del convenio colectivo en Aspla. La dirección ha dicho basta y estamos en el limbo. En la nada. ... Y llegados a este punto cabe preguntarse dos cosas: ¿Qué ha pasado? ¿Y, ahora, qué?
Lo que ha pasado estos dos meses en la fábrica de Aspla creo que algún día se estudiará como el caso más inexplicable, extraño y sorprendente del panorama económico/empresarial del momento. Durante este tiempo, la sociedad ha asistido impasible al mayor crimen social que yo recuerde. Una empresa líder indiscutible en España y referente mundial en el sector está siendo aniquilada y difícilmente –por no decir que imposible– volverá a ser lo que era hasta hace dos meses. ¿Por qué se ha producido este fenómeno? Torrelavega y Cantabria en general ocupan el puesto que ocupan porque nos lo hemos ganado a pulso. Nos creemos muy buenos, muy especiales, muy listos, muy solidarios, muy… etcétera.
Pero la realidad es la siguiente: Todo lo que sea prosperar de forma callada, honesta y diligente está condenado al fracaso, sobre todo aquí, como es el caso. Somos una empresa familiar, de propietarios y trabajadores que han sido un ejemplo de éxito colectivo. Sólo te has dedicado a trabajar sin querer saber nada de la política ni de los políticos, albergando en tu mente la única misión de seguir potenciando el negocio, reinvirtiendo los beneficios, arriesgando en proyectos nuevos… En definitiva, generando riqueza. Y lo más importante de todo, el auténtico compromiso social con una comarca y una región: más de mil puestos de trabajo en el complejo Torrelavega-Reocín.
¿Y cómo es posible haber llegado al colapso? Después de un último convenio firmado hace ya 6 años, el resultado para la empresa ha sido excelente. Y cuando digo 'empresa', incluyo a todos. Desde la propiedad al último trabajador en nómina. Unos y otros han visto superadas sus expectativas, los unos en beneficios, los otros en incrementos salariales.
En esta situación idílica, surge el colapso. Se iniciaron las negociaciones del convenio hace un año y no me voy a extender, pero la resultante ha sido que como la empresa ganó más de lo previsto, el comité se disparó en sus pretensiones sin reparar –o sí– en lo bien que le había ido también a los trabajadores. La empresa no ha hecho más que su función: crear riqueza, mejorar salarios, reinvertir en nueva maquinaria y generar empleo y futuro a nuevas generaciones de trabajadores.
Pero ocurrió lo de siempre. En plena negociación, se convoca una huelga, igual que en todos los convenios que se han negociado en la fábrica. Otra vez. Pero a partir de ahí, algo cambia, se sigue negociando en huelga y se convoca e implica a los políticos. Y esto es nuevo.
La política ha puesto en la diana a la empresa y al empresario, demonizándolo hasta el punto de que los representantes de lo público en Torrelavega se han puesto detrás de una pancarta infame. Algunos, como el alcalde de Torrelavega o el consejero de Industria de Cantabria, alabaron la fábrica en visitas recientes. Pero parece que en apenas unos meses hemos pasado de ser una empresa ejemplar para todo el mundo a ser unos negreros explotadores.
Días más tarde se recibe a una representación de los huelguistas en un pleno del Ayuntamiento de la ciudad mostrándoles su solidaridad. La entonces candidata del PP no se queda atrás y hace lo propio en redes sociales. Y hasta el representante de VOX acudió a la portilla a mostrar su solidaridad a los piquetes.
Después de eso se van al Congreso de los Diputados, y en una declaración pública conjunta con representantes de Unidas Podemos, se calificó al propietario de «capitalista despiadado». Por el camino, una Proposición no de Ley del PSOE de Cantabria muestra su solidaridad con los huelguistas de Aspla e insta a la empresa a resolver el conflicto, so pena de nombrar un mediador con dictamen vinculante.
¿Qué interés alberga la política y los políticos en este conflicto? Lo más obvio es pensar que las elecciones están a dos meses vista, y seguro que en algunos casos así es. Pero creo que hay más. Algo mucho más peligroso para Aspla y perverso para los trabajadores. En mi opinión, hay una parte de políticos que sólo quieren destruir. Destruir la labor social de tres generaciones de empresa familiar modélica. Quizá envidian lo que ellos no serán capaces de conseguir nunca.
Del otro lado, están los trabajadores. Un tercio de la plantilla no ha secundado la huelga, y han sido, y lo siguen siendo, insultados, zarandeados y agredidos en la portilla. Se sigue ejecutando un catálogo completo de actitudes mafiosas y señalamientos fuera de toda racionalidad. Los 'valientes', escudados en la masa y camuflados en sus pasamontañas, están siendo manejados para mantener a raya a todo aquel que se le pase por la cabeza entrar a trabajar. Una única mención a los miembros del Comité de Empresa (cuatro sindicatos: SITA-USO, UGT, CCOO y Sindicato Unitario), aparte de su incapacidad para negociar, recordarles que la misma responsabilidad se requiere para tomar decisiones que para asumir consecuencias.
Y aquí llega la clave, y es la clave para resolver este conflicto.
¿Qué pasa con el resto? ¿Qué pasa contigo que asistes impávido en la portilla a esta locura? ¿Qué va a ser de tu futuro? Apelo finalmente a esa mayoría silente. A los que sin hacer nada malo, tampoco se han preocupado por hacer algo bueno. A los que están en casa y no participan de las 'fiestas' que una minoría organiza. Al trabajador honesto y dedicado, al diligente y entregado. Porque sé que hay muchos y están callados. Apelo a vosotros porque sois la única esperanza que tengo de que Aspla no sea destruida. Despertad y dad un paso adelante. Podéis pasar a la historia como la generación que hundió la fábrica, o la que consiguió arrancarla de nuevo. Escoged.
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