Tú eres
Después de ver cómo somos desde nuestra propia mirada interna, me parecía interesante analizar cómo vemos a los demás, con qué óptica o vara de ... rasero medimos a los demás, sus acciones, ideas y opiniones.
En primer lugar hay que decir que el «tú eres» lo sentimos o decimos desde nuestro «yo soy» es decir, vemos a los demás bajo el constructo mental que nos hemos hecho de ellos, tenga o no que ver con la realidad que el otro «yo soy» percibe de sí mismo.
Esta visión doble de la realidad se produce, sobre todo, cuando se establece una conversación entre dos amigos, una pareja o un padre y su hijo. Hay aspectos que el otro nos cuenta y que no sometemos a valoración, coincide con nuestro modo de ver la vida y simplemente asentimos o reforzamos lo dicho con más ideas en el mismo sentido. En otros aspectos, sobre todo si van en contra de nuestros intereses, nos oponemos a ellos y manifestamos, con un termómetro de rotundidad, cuánta disconformidad sentimos ante lo que oímos. Pero hay una abrumadora mayoría de pensamientos del otro en los que el nivel de acuerdo o desacuerdo hacen que experimentemos, sintamos o nos digamos a nosotros mismos el «no estoy de acuerdo contigo». Si en ese momento nuestro interlocutor se diera cuenta y nos preguntara por nuestra opinión diríamos: «es que tú eres…». Es decir, pretenderíamos corregir al otro con nuestra propia visión «objetiva» de cómo tendría que ver el asunto si realmente fuera como «hay que ser».
Es muy difícil encontrar a personas con un alto grado de objetividad a la hora de valorar esos comportamientos o pensamientos de otra persona. Nuestro ADN emocional está cargado de nuestras experiencias, logros y sufrimientos y limita la capacidad de comprensión del otro; un «otro» que nos dice «es que tú no puedes entenderlo, a ti no te ha pasado esto, si estuvieras en mi lugar no me dirías lo que me estás diciendo». El roce entre las personas hace el cariño y con las circunstancias imprime carácter y visión de la vida.
El mejor antídoto para el falso «tú eres» es la empatía, es decir tratar de sentir lo que el otro está sintiendo acerca de lo que dice o hace. De hecho, un psicópata es difícil que sienta empatía por otro o por su víctima pero, si no padecemos esa característica personal, sí que podemos sentir hasta como lo hace un psicópata, sin por ello tener que sumarnos a sus actos u opiniones, tan sólo entender el porqué son como son. Personalmente parto de una base: ni yo soy más que tú, ni tú eres más que yo y lo que pienses, sientas o digas vale tanto como lo mío.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión