La vaca matarratas
Durante toda una semana China se paraliza y todos sus habitantes se encierran en casa
Todos los años por estas fechas se repiten en los telediarios imágenes de estaciones o aeropuertos chinos en las que no cabe un alfiler ... y un mismo titular en periódicos de medio mundo: «La mayor migración humana anual del planeta». Efectivamente, desde hace aproximadamente dos semanas, China es un hormigueo de gente que regresa a sus lugares de origen para celebrar las festividades del Año Nuevo Chino (también conocido como Año Nuevo Lunar o Festival de la Primavera).
Unos 450 millones de personas recorren, todos los años, distancias promedio equivalentes a las que separan Málaga de Viena para visitar a familiares y allegados (habitantes, a menudo, de provincias del interior) y a los que, en la mayoría de los casos, no ven desde un año atrás. Así, la mayoría de aquellos que componen el ejército de operarios de fábricas, trabajadores en línea de producción, camareros, limpiadores, reponedores, repartidores, peluqueros, albañiles, mecánicos, masajistas o cocineros que mantienen la vida a flote en las grandes ciudades chinas proceden de una gigantesca trastienda rural y ven crecer a sus hijos, durante años, a través de videollamadas. Emigrante como soy, siempre me he preguntado cómo logran sobrellevar el desarraigo esos 'emigrantes domésticos' que, forasteros en su propia patria, ocupan las capas más bajas de la sociedad china en busca de sueños urbanos de riqueza mientras, demasiado a menudo, son tratados con desdén o -sin respaldo administrativo que proteja sus derechos- de manera directamente humillante por la clase media urbanita que juega el partido en casa.
Debo reconocer que, cuando el año pasado, por estas mismas fechas, las imágenes de ciudades chinas desiertas inundaron los telediarios de medio mundo, no les presté atención pues apenas me sorprendieron: excepto la víspera festiva ('la Nochevieja china'), en que las calles están atestadas de gente haciendo las últimas compras y durante las veinticuatro horas después, cuando cada rincón de China estalla con tracas de petardos y fuegos artificiales, el resto de los 16 días de celebraciones chinescas (siete de ellos son vacaciones oficiales) suceden fundamentalmente intramuros y las ciudades, literalmente, se clausuran y paralizan. Es un fenómeno realmente impactante para quien vive en China: un país que es un hervidero de gente que no para nunca, donde hay siempre luces insomnes de soldadura en los edificios en construcción, tiendas abiertas y oficinas en las que alguien sigue picando números. De repente, durante toda una semana, cuesta encontrar un taxi o un restaurante en el que alguien te atienda. China se paraliza y los chinos se encierran con sus familias a tirar petardos, cocinar, comer, beber, fumar, jugar a las cartas o ver la maratoniana gala de fin de año de la televisión pública china. Siempre he pensado que José Luis Moreno perdió una oportunidad de oro de alcanzar fama estratosférica en China, pues ese despliegue televisivo de varietés parece concebido a su imagen y semejanza: casi cinco horas ininterrumpidas de acrobacias, sketch cómicos, coreografías horteras, coros militares, ventrílocuos, magos, promesas de la canción ligera y mucha proclama política sin tapujos. Audiencia: más de mil millones de espectadores en todo el globo pegados a la pantalla mientras preparan la cena y comen. Casi nada.
Este viernes, 12 de febrero, coincidiendo con la primera luna nueva del año, los chinos despidieron, a base de pólvora y sobres rojos llenos de dinero, el infausto Año de la Rata y dieron la bienvenida al Año de la Vaca (o del buey, o del búfalo, o del toro, según se prefiera; en fin: el Año del Bóvido con Cuernos). La mitología china cuenta que el Emperador Celestial de Jade (una especie de deidad), invitó a los doce primeros animales de su reino que se presentaran a cenar (lo cual -como es de esperar en China-, derivó en una carrera entre los diferentes bichos). Por aquel tiempo, el gato y la rata eran vecinos, pero esta no cumplió su promesa de despertar al gato para acudir juntos a la cena y salió corriendo para llegar antes que nadie. Cuando el gato llamó a la puerta del Palacio Festival, allí no había sitio para nadie más, pues doce animales estaban ya aposentados: la rata, la vaca, el tigre, el conejo, el dragón, la serpiente, el caballo, la oveja, el mono, el gallo, el perro y el cerdo. Esos doce animales componen el horóscopo chino. En venganza por aquella traición (según los chinos), los gatos llevan toda la vida cazando ratones.
¿Y qué le piden los chinos al Año de la Vaca? Lo mismo que al pasado Año de la Rata y al próximo Año del Tigre: dinero. Salud también, claro (tal y como están las cosas, es mejor curarse en salud) pero, no nos engañemos, por encima de todo y ante cualquier duda: que en el nuevo año me forre.
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