Marruecos, ¿el despertar de una nueva 'primavera árabe'?
Las deficiencias estructurales del país desatan las protestas de los jóvenes
Zakariae Cheddadi
Doctor en Sociología de las migraciones por la UPV/ EHU
Jueves, 9 de octubre 2025, 07:12
Año 2011. Mohamed Boazizi se prende fuego en Túnez y enciende la chispa de la 'primavera árabe'. Su eco alcanza Marruecos y da lugar al ... histórico movimiento del 20 de febrero. Año 2017. En el Rif, un vendedor ambulante, Muhcin Fikri, muere triturado en un camión de basura tras la incautación policial de su mercancía. La indignación prende otra vez y estalla el movimiento social de 'Hirak'. Ambas movilizaciones acaban siendo silenciadas, ya sea por promesas hasta ahora incumplidas o directamente por censura y encarcelamientos políticos.
Sin embargo, catorce años nos separan de la primera revuelta de este nuevo siglo y el pueblo marroquí sigue sintiéndose humillado ('Hogra') por sus propias instituciones. Por eso, la juventud marroquí dice basta. Bajo el lema de «No queremos mundiales si no tenemos hospitales», la generación Z ha salido a las calles de Marruecos. Se trata de un acontecimiento de extraordinaria importancia, puesto que, tras la frustrada 'primavera árabe' y el movimiento 'Hirak', el país magrebí no había tenido protestas sociales de este calibre. Es un despertar que pone sobre el tapete las deficiencias estructurales de un país incapaz, por un lado, de resolver problemas estructurales y, por otro, decidido a favor de aventuras millonarias y superfluas (el caso del Mundial es una de ellas).
El detonante de esta movilización fue la muerte de ocho mujeres embarazadas en un hospital en el sur de Marruecos, en Agadir, cuyo alcalde es al mismo tiempo el primer ministro del país, el multimillonario Akhanouch. Este hecho ha llevado a muchos jóvenes a organizarse en plataformas como Discord. No admiten más servidumbre hacia unas instituciones que se han olvidado de su auténtica función social y política: trabajar por el bienestar del pueblo. Los marroquíes exigen dignidad a sus instituciones, conscientes de que no hay salida a la actual situación socioeconómica. Ni siquiera la emigración al extranjero, puesto que no una ni dos veces esta vía ha puesto en peligro la misma vida de una generación de jóvenes que intentaron cruzar el Estrecho.
Con una población mayoritariamente joven (más del 40% son menores de 30 años) y con tasas de paro escandalosamente elevadas (prácticamente el 40% en el grupo de los más jóvenes , entendiendo que el dato es aún más elevado debido a que en Marruecos no se contabiliza todo el desempleo), está generación se niega a que el Estado gaste en infraestructuras, estadios de fútbol y hoteles sin que haya una contrapartida real que resuelva la precariedad estructural del país. Marruecos es un país extraordinariamente aficionado al deporte y, en especial, al fútbol. Pero es más apasionado aún cuando mira por su dignidad y sus derechos. Por eso salen a las calles, clamando contra un sistema ineficaz, ignominiosamente servil con los intereses del poder ('Makhzen') político y económico.
Esta cuestión evidencia un Marruecos maduro, que frente al dulce caramelo del fútbol (copas de África, mundiales, logros de la selección nacional...) toma consciencia política de su extrema precariedad y reclama pan, sostén económico y dignidad. En definitiva, necesidades básicas para un país que presume de transición democrática. Los espectáculos están bien, pero lo realmente urgente es la construcción de un país que no olvide a los suyos, que no confíe el sistema educativo a gobiernos asolados por una corrupción endémica, y tampoco ponga el sistema sanitario en manos de empresas privadas.
Basta recordar que Marruecos tiene 7,7 médicos por cada 10.000 habitantes mientras que la OMS recomienda 25. Es un dato escandaloso, asumido con pesimismo por muchas generaciones. Sin embargo, la generación Z dice que no; que el neoliberalismo atroz supone muerte e indignidad para el pueblo. En el fondo se sienten engañados por la salida en falso de la Constitución de 2011, cuya promesa fue convertir Marruecos en una monarquía parlamentaria semejante a las europeas. No ha sucedido. Así que, aprovechando la activación de la movilización social por la causa palestina, cuya exigencia fue romper los Acuerdos de Abraham con Israel, la sociedad civil vuelve a tomar parte en los asuntos del país y confronta el afán de las autoridades por silenciarla.
Estamos ante un acontecimiento legítimo, la exigencia de un Marruecos para el futuro. Un Estado con mayúsculas, enfrentado a la noble tarea de consolidar un nuevo contrato social como sucede en la mayoría de los países europeos. Porque sí, los jóvenes marroquíes también se sienten con el legítimo derecho de vivir una ciudadanía real. Ahora está la pelota en el tejado de las instituciones gubernamentales. Veremos si actúan con inteligencia y toman buena nota de esta lección de democracia de la generación Z.
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