Cincuenta años de 'Saturday Night Live' en un documental a su altura
Los fans de SNL, el show de comedia en directo más importante del mundo, pueden encontrar en Movistar+ cuatro horas de documental riguroso y descacharrante, aventurado y experimental
'Saturday Night Live' es una institución estadounidense que no hay que menospreciar. Entre los múltiples eventos de conmemoración por su medio siglo, hay un estupendo documental dividido en cuatro episodios: 'SNL 50: Beyond Saturday Night'. ¿Cómo estructurar cincuenta años de comedia en cuatro horas? Miles de 'sketches', monólogos, presentaciones, decisiones empresariales: el secreto es saber dejar cosas fuera. Y la estructura elegida, una maravilla imprevisible. Junto a dos episodios más canónicos (uno en el que se repasan los 'casting' y otro donde seguimos a los guionistas) hay otros dos extremadamente concretos. Y con todos se aprende mucho.
El formato, ininterrumpido desde 1975, consiste en dedicar una hora y media del prime time de los sábados de la NBC a una sucesión de actuaciones musicales, 'sketches' y monólogos, y desde hace tiempo también vídeos más elaborados que no son en directo. El hombre al mando, casi todas las temporadas que ha habido, es Lorne Michaels, un personaje privado y reservado y a la vez un genio de la comedia en equipo. Los humoristas de todo el país se mueren por conseguir hacer una prueba para SNL, por convencer a Lorne y su equipo, por lograr actuar, o al menos por una plaza de guionista. De eso trata el primer episodio.
En pocos documentales podremos ver en pocos minutos a tantos rostros fundamentales de la industria del entretenimiento. Todos pasaron por el mismo 'casting'. Tampoco es cuestión de ponerse a enumerar, pero Hollywood siempre se ha nutrido de la cantera de 'Saturday Night Live': no hay más que pensar en Eddie Murphy o Adam Sandler y su éxito masivo. O en Bill Murray y su evolución desde 'Cazafantasmas' hasta sus papeles depresivos de 'Lost in Translation' o 'The Life Aquatic'. Todo empezó en SNL. Las series de televisión no se quedan atrás, por ejemplo con los papeles de Amy Poehler ('Parks and Recreation') o Tina Fey ('30 Rock').

Conocemos en ese primer episodio el papel de las «ojeadoras» del programa, que viajan por el país visitando bares de 'stand-up' y fichando afortunados. Bill Hader y Andy Samberg, por ejemplo, cuentan que se encontraron en un ascensor, antes de conocerse. Uno no llevaba nada, el otro iba con docenas de elementos de atrezzo. Ambos pensaron lo mismo: «Mira este, que no necesita nada, yo soy un desastre / Mira este, que viene tan preparado, yo soy un desastre». Los dos consiguieron entrar y se convirtieron en dos de los más recordados intérpretes de SNL (y después triunfando uno con 'Brooklyn Nine-Nine' y otro con 'Barry'). Podríamos seguir con Jason Sudeikis y 'Ted Lasso', o por los presentadores de los Late, como Seth Meyers o Jimmy Fallon. También Stephen Colbert, que no logró entrar, cuenta su experiencia con su 'casting'. Todos, por supuesto, increíblemente jóvenes.

El siguiente episodio, con un volantazo tremendo, habla de un solo 'sketch': el del famoso cencerro ('We need more cowbell!'). Pudiendo quedarse en un análisis cómico, se montan literalmente una película entera, entrevistan a Blue Oyster Cult, la banda que compuso la canción, se busca a los productores, a los actores, se lía parda para contar todos los ángulos posibles de tres minutos de televisión. Y todo hilado con Will Ferrell, otra de las superestrellas salidas de un inocente casting y varias temporadas gloriosas en Saturday Night Live. Él escribió el 'sketch' y le dio vida al sudoroso cencerrista que genera la magia y la tensión.
Volviendo a un formato más reconocible, el tercer episodio sigue a los guionistas en su labor semanal. Así conocemos la rutina a través de los días, vemos la extrema juventud de la mayoría de ellos, cómo trabajan y la presión que soportan. Los miércoles se leerán decenas de 'sketches' nuevos que ellos tendrán que haber escrito… la noche anterior. Hasta la hora que sea. Y al parecer así ha sido siempre, organizándose jolgorios tremendos a la hora de cenar cada martes, poniendo en común, volviendo cada uno con la idea mejorada a su despacho y sacándole música al teclado del ordenador. Al día siguiente, todos los actores y el temido Lorne Michaels leerán los guiones. Y harán una criba. Durante jueves y viernes, los equipos de vestuario y decoración harán las ideas realidad, los actores ensayarán (cada semana con un invitado) y el sábado por la tarde harán el ensayo general, con público. Será ahí cuando Michaels acabe desechando dos o tres 'sketches' perfectamente preparados y ensayados. Quedará un pequeño diamante, diez o doce sketches. Apenas media hora después, entrarán en directo.

Y llegamos al último episodio, de nuevo enfocando a un sitio muy concreto: la temporada de 1985. Un año de crisis que pudo haber significado el final de SNL. Un año de innovaciones y algunas malas decisiones pero sin lugar a dudas interesantísimo: si en el anterior hemos comprendido cómo funciona el día a día, aquí vemos cómo es el semana a semana. Cómo navegar las crisis en la moral del equipo, apostar por el siguiente episodio, no tropezar dos veces con lo mismo… El reparto de la temporada fue totalmente nuevo y prácticamente desconocido (Robert Downey Jr. es a quien mejor le ha ido), y los invitados eran de primer nivel, como Madonna o Tom Hanks. Pero acabó en desastre, con un final apasionante para todo fan de la comedia absurda: Lorne encerrando en un vestuario en llamas a todos los intérpretes y guionistas, con unos créditos donde al lado de cada nombre había una interrogación. Al año siguiente, con un nuevo reparto, Madonna volvería a ser la primera invitada y diría que, por favor, todos olvidasen el mal sueño que fue la temporada anterior. Un mal sueño, un fracaso, que es toda una lección de comedia, de sociología, de relaciones públicas, de gestión de equipos: de todo lo que quieras, de la vida.
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