Cuatro simples sugerencias santanderinas
Soledad en el parque de Mataleñas, un paseo por el carril-bici que recorre la costa o las sorpresas junto a los acantilados de la zona norte
Álvaro Machín
Viernes, 25 de marzo 2016, 19:36
Más que rutas o paseos, más que guías, son cuatro pinceladas escritas por un santanderino corriente de los de toda la vida. Cuatro sugerencias para moverse por casa estos días más allá de procesiones o de copas en Cañadío (que también las he probado -las dos cosas-). Y, si hay que ahorrar, hasta sin gastarse un duro llegado el caso...
Un lugar de paz
Es de sobra conocido, pero casi siempre hay hueco de sobra para poder conseguir algo maravilloso y extraño en las ciudades de hoy en día: sentirse solo. Eso es posible en el Parque de Mataleñas. Puestos a buscarle alicientes a la estancia más allá de la paz (que no es poco), se puede tratar de encontrar el árbol que hay en relieve sobre el suelo, junto a un escudo de Santander. O -en este caso es un árbol de verdad- el plátano de tronco enorme con una copa que tiene un diámetro de más de cien metros. Un santanderino centenario. Estanque con patos, circuito deportivo y hasta -si uno se atreve (el sábado parece que dan hasta veinte grados de temperatura)- darse un baño en la playa recogida de Los Molinucos. Todo está por allí mismo.
El paseo
Sí, un paseo por El Sardinero no hay igual en el mundo entero. Cierto. Y este en el fondo es una continuidad, pero sin baldosa bajo los pies. Una invitación para seguir la línea de costa. Si alguno decidió seguir el paso uno y pasarse por el parque tiene allí mismo la senda de Mataleñas. Verá acantilados, la estampa de la Primera y la Segunda como postal y hasta un mirador en el que ahora a los jóvenes les da por poner candados. Hay que seguir, por 'prao', hasta el faro. Si hay presupuesto no está de más la parada para las rabas en el bar. Si no, la visita al propio faro, en el que hay instalado un museo que muchos santanderinos desconocen. Y si alguien dice eso de 'no hay...' y sí hay, se puede seguir caminando a través de la famosa senda costera que tanto ha dado que hablar porque empezaron a hacer una obra que se quedó a medias. Polémicas al margen, de allí a la Virgen del Mar (Panteón del Inglés, La Maruca...), el paisaje es, simplemente, para recordar...
Para llevar a una visita
Claro, con el Palacio de La Magdalena es fácil acertar cuando te vienen los primos de Segovia. Cualquiera que les lleve allí quedará bien. Las nuevas instalaciones abiertas para ver el refugio de la guerra civil, la muralla o el museo de la catedral son interesantes. O lo de llevarles a comer al Pesquero. Todo eso está en cualquier página de Internet (e informan de maravilla en la oficina de Turismo). Pero hay un punto sencillo, que sorprende a los que no han ido nunca. Al final del Río de la Pila (que ya tiene encanto de por sí) está el funicular. Subir es una pequeña experiencia y las vistas desde lo alto son una grata sorpresa.
Una mañana en pantalón de chándal
Si eres de los que se pone el 'Nike' para ir al centro comercial tú ya lo tienes hecho. Esto va de otra cosa. Una bicicleta, una pareja, niños también (si los hay) y ninguna intención de hacer mejor tiempo que Contador. El carril-bici. Desde, por ejemplo, el inicio de Marqués de la Hermida hasta el campo del Racing. Pasar por la zona del Barrio Pesquero es agradable y lo demás permite hacer el repaso de las obras del Centro Botín, ver cómo anda la grúa de piedra, controlar los barquitos de Puertochico y hasta comprobar que ya está puesta la pasarela de madera en Los Peligros que los temporales dejaron patas arriba. Bromas al margen, es un 'paseazo' en bici (se pueden coger las del ayuntamiento, aunque no son gratis). Y párate. Para mucho. Ahora hay hasta unas tumbonas en Gamazo con unas vistas de cuadro del Prado (o del MAS, museo local que también merece un paseo).
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