Cultura y el Ayuntamiento de Molledo acuerdan recuperar el Castillo de los Moros
En enero fue incluido en la lista roja de la organización Hispania Nostra que reseña el patrimonio histórico español en peligro
Molledo ha llevado ante la Dirección General de Cultura el deteriorado estado de la Torre de Cobejo, más conocida como el Castillo de los Moros, unos muros en ruinas que han sido recientemente incluidos en la lista roja de la organización Hispania Nostra que reseña el patrimonio histórico español en peligro. Una reseña que alertaba sobre el estado de abandono y deterioro de lo que son apenas ya cuatro paredes maltrechas.
El alcalde, Joaquín Villegas, se ha entrevistado con la directora general, Eva Guillermina Fernández, para acordar una «consolidación y reparación» de la torre «lo antes posible» y siempre previo el necesario estudio arqueológico.
Lo que ya ha adelantado el alcalde es que se acometerá «de inmediato» la limpieza de ramajes y demás despojos existentes, para posteriormente afrontar «el estudio arqueológico que permita su reparación y consolidación».
Lo primero que se ha hecho, según ha explicado el alcalde, ha sido «la limpieza del camino de acceso a la torre, porque hacía años que no se hacía ningún tipo de mantenimiento». Se han mejorado los accesos desde Cobejo y desde Santa Olalla «para, además de habilitar un tramo peatonal entre ambos pueblos del municipio, poder afrontar, lo antes posible, esa restauración y consolidación de la torre».
Pero Joaquín Villegas quiere más: «intentaremos y haremos hincapié en el mantenimiento y conservación de los edificios históricos y de interés cultural que tenemos en el municipio, parte de nuestra historia y nuestro pasado, además de ser una fuente de visitantes para el municipio».
La atalaya está situada en lo alto de un cerro, aislado del núcleo urbano, ocupando un lugar estratégico para el control de los accesos al interior de Cantabria desde la Cordillera siguiendo el río Besaya.
Construida en el siglo XIV
En enero Hispania Nostra puso en evidencia, además del peligro que corre la estructura, la verdadera importancia de una torre defensiva construida en la segunda mitad del siglo XIV, con planta rectangular de cerca de 200 metros cuadrados y una altura de siete metros. Sus muros de sillarejo, con esquinas reforzadas con sillería, tienen tres metros de grosor, «una anchura por encima de lo normal en este tipo de construcciones y que constituye una de sus singularidades», apostillan.
Destacan también los conservacionistas que, salvo tres saeteras que atraviesan el ancho muro, no hay otro tipo de vanos, por lo que, a día de hoy, «no se sabe con certeza si el acceso al interior se realizaba mediante un túnel o utilizando escaleras, bien a modo de patín o bien de madera que se retirarían tras su uso».
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