Donan su casa solariega para convertirla en el primer centro para personas con autismo
Felipe Ruiz y Angelina Sevilla, impulsores de la Fundación Siete Cruces, han cedido el edificio de los Agüera y los Bustamante, en Reocín. Aptacan creará 50 plazas
Para una persona dentro del Espectro Autista, conseguir autonomía para poder independizarse, cocinar solo o lavar su propia ropa, puede ser un gran reto. ... Por eso, tener un espacio seguro, con personas conocidas y profesionales en las áreas de la terapia ocupacional, psicología o integración social, puede ser decisivo para incentivar la independencia y autosuficiencia individual. Cantabria, hasta hace relativamente poco, no contaba con un espacio así. De hecho, aún no se ha desarrollado al completo. Pero Reocín acogerá el primer centro integral de atención a personas dentro del Espectro Autista. Y de una forma peculiar, porque el proyecto nace de la solidaridad de una familia de vecinos del pueblo de Villapresente.
Felipe Ruiz y Angelina Sevilla crearon la Fundación Siete Cruces hace una década. Una iniciativa que surge de la vocación por ayudar a los demás. Diez años después, la organización sigue el mismo camino. Gracias al contacto de su sobrino y director del centro integral, Ramón Sevilla, con la Asociación de Padres del Síndrome de Trastorno Espectro Autista y otros Trastornos Generalizados del Desarrollo de Cantabria (Aptacan), una de las propiedades de la familia, la Casa Solariega de los Agüera y los Bustamante acogerá el centro, «el paraíso», para que las personas dentro del espectro puedan «desarrollarse personalmente».
Una casona tradicional, de piedra y madera, se transformará en el hogar de casi 50 personas con autismo. De alguna forma, ya se ha adaptado. Gracias al material donado por la Fundación Valdecilla y todo el trabajo de Ramón y Elena Canales (gerente de Aptacan), están en marcha las 16 plazas de alojamiento supervisado. Un concepto novedoso en la región dado que se dirige a aquellas personas que pueden tener independencia -trabajan o estudian-, pero que requieren de apoyo en algunos aspectos. «No hay un recurso orientado para adultos con autismo que contemple la vivienda» -plantea Canales-, «el objetivo es facilitarles el paso a la vida adulta, fuera de la casa de sus familiares». Y es que, más allá de la presencia de profesionales de Aptacan, no hay diferencias entre la casa principal, donde vivirán estas personas, y una vivienda al uso. «Tenemos una cocina, que comparten los usuarios, salas de estar, zonas comunes, lavadero...», explica Sevilla. «Es donde tendrán que aprender a desenvolverse, a limpiar, cocinar, lavar la ropa, hacer la cama...», enumera.
Pero el proyecto no se queda ahí. También incluye la creación de dos zonas más. Un centro de día, con capacidad para 24 plazas, y una vivienda tutelada con nueve plazas. Estos dos proyectos aún son solo eso, proyectos. A pesar de contar con el edificio, las instalaciones y el mobiliario, aún no están en funcionamiento. «Nos encantaría tener apoyo público para poder trabajar con el centro al completo», explican. El centro de día se enfoca en «personas que tienen que mantenerse activas, pero que no cuentan con la autonomía suficiente como para trabajar o estudiar». Y en el mismo sentido, la vivienda tutelada. Las nueve plazas están destinadas a adultos que, a pesar de estar trabajando o estudiando, «con actividad diaria, no pueden vivir solos». Por eso, esta modalidad dentro del centro «contará con personal 24 horas, no solo como apoyo, sino para cocinar, limpiar y demás».
Esa es la principal diferencia. En un alojamiento supervisado los profesionales de Aptacan visitarán a los usuarios del edificio de la Fundación un par de veces al día, «asegurándonos de que todo vaya bien y ayudando en lo que sea necesario». Pero en el caso de la vivienda tutelada, «es un acompañamiento diferente, que requiere de mayor atención por el grado de dependencia».
El proyecto y sus objetivos están claros. ¿Cuáles son los inconvenientes? «Hay una parte económica importante», lamenta Ramón Sevilla. «Los cuidados que requieren ciertos usuarios son intensos y abordar ese gasto por parte de las familias puede ser complicado», asegura Canales. «Sin embacrgo, si podemos concertar las plazas o contar con ayuda de las administraciones, además de garantizar más igualdad de oportunidades entre las familias, el centro conseguirá el objetivo social con el que nos lo planteamos». Muchas de las personas dentro del Espectro Autista, dicen, «acaban en lugares donde los cuidados no se adecúan a sus necesidades». Eso implica, a su juicio, «problemas mayores, como la falta del desarrollo de su autonomía personal o un mayor gasto tanto para las familias, como para las administraciones».
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