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Alejandro Calvo regresa al local de la Asociación de la Pasión Viviente de Castro dolorido, pero con los ojos brillantes de felicidad. Tras haberse convertido ... en Jesús de Nazaret por una mañana se siente feliz y, de hecho, mantiene la euforia del momento sin sentir aún el dolor de los latigazos en toda su magnitud. Algo que, según prevé, llegará pasadas unas horas. Entre bambalinas todo son felicitaciones para el actor amateur. Él las recibe con ilusión, aunque prefiere que se ahorren las palmadas en la espalda por razones evidentes. Y es que uno de los comentarios más escuchados una vez finalizada la representación, declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional, es la especial violencia en la escena en la que arrancan los latigazos que, tal y como algunos afirman, fueron 81. Con todo, la sonrisa de Alejandro indica que encarnar a Cristo es un regalo que él recibió el viernes por segunda vez en su vida.
-¿Cómo se siente después de la representación?
-Estoy muy, muy bien. Lo hemos pasado bien y he estado en todo momento increíblemente bien.
-¿Cómo vivió toda la experiencia de la jornada?
-Con mucha ilusión. Hay momentos de la representación que dan para pensar mucho. En mis pensamientos he hablado con difuntos. En mi cabeza veía a mis dos abuelos, a uno de mis tíos y a un amigo que falleció y al que tengo mucho cariño, y he podido hablar con ellos. Gracias a eso he tenido fuerza. La he sacado de ellos. La verdad es que en todo momento he estado sereno y me he sentido bien, sabiendo lo que tenía que hacer y muy concentrado. Todo ha ido como se ha ensayado durante todos estos meses.
-¿Cuál diría que fue el momento más emocionante?
-Siempre he dicho que la escena del pueblo mío es la más bonita porque hablas al pueblo de Castro y todo castreño tiene que estar orgulloso de ello.
-¿Y el más duro?
-La flagelación en el bolo. Parece ser, o eso me han dicho, que me han dado un palizón, ya lo veré con los vídeos. Lo cierto es que lo he pasado muy mal, cuando me preguntaban qué tal iba les decía que bien, pero les pedía por favor que acabaran cuanto antes.
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-¿No es consciente de lo que ocurrió en ese momento?
-Sí, porque cuando estás ahí solo piensas en aguantar, aguantar y gritar. Siempre tengo la sensación de que es menos de lo que luego realmente es. En ese momento se hace eterno, pero en realidad es corto, aunque muy intenso.
-No es la primera vez que encarna a Cristo. ¿Es diferente una segunda vez?
-Esta vez ha sido brutal, espectacular. Me he fijado en todos los detalles, hasta notar el suelo por donde pisas, las piedras, la hierba... Y lo he disfrutado. En concreto, en el huerto he disfrutado de ver unos olivos que tienen historia porque los plantamos cuando yo era pequeño. Son cositas a las que con 22 años, inexperto e inmaduro, no das importancia y con 30 sí.
-¿Y habrá una tercera?
-No, no.
-Siendo una tradición familiar, ¿le gustaría pasarle el testigo a su hermano?
-Sí, tenemos una especie de ritual familar. Debajo de la túnica llevo un calzoncillo. Es el mismo que llevó mi padre cuando hizo de Jesús en 1994 y el mismo que llevé yo en 2017. Me gustaría que mi hermano fuera el siguiente en llevarlo, si él quiere, o mis dos primos, que han estado hoy a mi lado. Es muy bonito tener esta herencia familiar.
-¿Cómo ve el futuro de la Pasión Viviente?
-Esto crece. Es de película. Ya veremos qué pasa en el futuro, está en manos de Txetxu y la Comisión, pero espero que vaya a más porque nos lo tomamos muy en serio y tiene que funcionar porque los latigazos que he recibido no son en vano.
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