«Ya no se puede vivir de los oficios tradicionales»
Pedro Madrazo, escritor y gerente de ADIC
Su vida profesional y sus intereses van en la misma dirección. Por eso Pedro Madrazo trabaja, investiga, respira y escribe sobre la cultura popular de Cantabria. En los últimos meses, ha llevado su tercer libro 'Oficios artesanales tradicionales en Cantabria' por varios municipios de la región.
-¿Es necesario que existan entidades, como ADIC, que defiendan el patrimonio?
-Las costumbres se pierden cuando dejan de estar vivas en una sociedad. Nosotros nos encargamos de dar la vida de nuevo a las tradiciones o los ritos perdidos escribiendo sobre ellos, porque así se lo damos a conocer a la sociedad actual. Hablamos del patrimonio no material que forma parte de la identidad de Cantabria.
-¿Como los oficios?
-Los oficios forman parte del patrimonio mueble, ya que lo que se conserva son las creaciones de estos artesanos. Algunos de ellos no son autóctonos, sino que han llegado a Cantabria gracias a las relaciones entre las sociedades del Norte peninsular. Los oficios se caracterizan por el uso de materias primas que los artesanos tenían a su alrededor, como la madera, la piedra y el metal, principalmente el hierro, con el que se hacía alfarería y cerámica popular con el uso de barros. Luego estaba el oficio textil, en el que hilanderas y tejedores usaban la lana, el lino y el cáñamo. El libro abarca desde el siglo XVI hasta la actualidad.
-¿Cuál es el oficio más antiguo de Cantabria?
-Los maestros remolares de Santander, que en el siglo XVI se dedicaban a hacer remos de madera de haya para las galeras, que era como en esa época se surcaba los mares. Algunos los exportaban fuera de Cantabria, lo que le dio a la región cierta proyección. Lo mismo sucedió con los canteros y la cantería, considerada entre un oficio y un arte. También estaba el campanero y otros oficios que estaban más relacionados con el mundo rural, en el que ser artesano era una forma de ganarse la vida o de comerciar con otras zonas.
«El oficio más antiguo de Cantabria era el de los maestros remolares de Santander»
-¿Cuándo se deja de considerar un oficio y comienza a verse como un arte?
-Es una pregunta complicada, porque el concepto de arte es muy subjetivo. Por ejemplo, en la cantería sucede cuando los canteros de la zona de Trasmiera acceden a trabajar en Castilla, donde se les encargan obras de mayor calibre, como iglesias o catedrales. Entonces el propio oficio se renueva a sí mismo y los canteros se convierten en artistas, que realizan unas tallas y una terminación de sus obras que va más allá de la pura utilidad. Después crearon escuelas de aprendizaje y el oficio se fue trasladando de generación en generación. A pesar de todo, yo en el libro he tratado de equiparar todos los oficios, aunque aparezcan nombres y apellidos que hayan destacado. Trato de partir del concepto de artesano anónimo. Ha resultado complicado porque no todos los oficios han tenido el mismo desarrollo ni han sido valorados igual y su grado de implantación en la sociedad ha sido diferente.
-¿Cómo ha sido la labor de investigación realizada para escribir este libro?
-El libro se ha realizado desde la perspectiva de la historia de los oficios y nace de una ponencia que impartí el año pasado en la Universidad de Cantabria. Para investigar, consulté los catastros antiguos del siglo XVIII que hay en cada pueblo y a los artesanos que despuntaron. Descubrí, por ejemplo, que en Casar de Periedo en el siglo XVII o XVIII, hubo ebanistas de un nivel artístico importante, que realizaban un acabado que hasta entonces no se había dado. También me fijé en la documentación aportada por otros investigadores y he recorrido varios museos.
«En el mundo rural, ser artesano era una forma de ganarse la vida o comerciar con otras zonas»
-En el mercado agroalimentario se está volviendo a los usos tradicionales. ¿No sucede lo mismo con los oficios?
-Todo evoluciona hasta tal punto de que no cabe en la sociedad. Ahora hay un cambio de paradigma y solo quedan albarqueros y cuevaneros, pero los caminos ya no son de tierra y barro, que era por lo que se necesitaban albarcas. Ya no se puede vivir de ello.
-Entender de dónde viene, ¿le hace apreciar más su origen cántabro?
-Hace que aumente el apego que uno tiene a su tierra. Cuando uno ahonda en el patrimonio sufre un cambio en la perspectiva sobre sí mismo.