Villa Amalia, junto al Balneario de Solares, entra en la lista roja de patrimonio en riesgo
La gran casona, enmarcada por dos torres cuadrangulares, se encuentra en un estado de abandono sobre el que llama la atención Hispania Nostra
Se encuentra en un estado tan «pésimo de conservación» que la delegación en Cantabria de Hispania Nostra acaba de incluir la conocida como Villa Amalia de Solares (Medio Cudeyo) ... en su lista roja de patrimonio en peligro de desaparición. La mansión es un edificio de planta cuadrangular –de dos alturas– que, en su fachada principal, está enmarcada por dos grandes torres rematadas en chapiteles.
Esta casona tiene un lado histórico que la haría acreedora de mantenimiento porque, según explica la organización de protección patrimonial, formaba parte del conjunto original del Balneario de Solares, que se rehabilitó de forma integral al inicio de los años 2000 y se relanzó como establecimiento termal en el año 2006.
La primera casa de baños de este reconocido centro fue construida en 1827 por José Ramón de los Cuetos. Ya en 1873 se hizo cargo de la dirección Ramón Pérez del Molino, que fue quien ordenó construir Villa Amalia, que recibe ese nombre por su única hija. Durante años, la vivienda de respetables dimensiones y de porte señorial, fue utilizada como residencia familiar. Se localiza en la calle Virgen del Pilar, un poco apartada del conjunto que formaban el gran parque del balneario y del hotel.
Villa Amalia hoy está ruinosa: se quedó fuera del gran proyecto de los años 2000 para rehabilitar el hotel y el balneario
Pero el negocio termal cambió de propietarios en varias ocasiones a lo largo del tiempo y, hoy en día, el caserón se encuentra en estado de abandono, «pese a que en el año 2002 hubo un intento de rehabilitación», explica Hispania Nostra. Sin embargo, finalmente, se quedó fuera del gran plan de recuperación del conjunto balneario.
Como es conocido, el hotel con el que se dio servicio al negocio termal se construyó a finales del siglo XIX para alojar a todos aquellos que se desplazaban hasta la localidad a tomar la aguas, por entonces un hábito difundido entre las burguesías europeas y española.
Todo el entorno se diseñó teniendo muy presente el gusto de las clases pudientes de la época, caso también del parque, que se consideraba un atractivo más, ya que permitía disfrutar de la naturaleza. De hecho, dicen las crónicas, que cuando en 1876 el recinto pasó a manos de los Pérez del Molino (a Ramón primero y a Eduardo después) se acometieron importantes obras en toda la finca. De la mano del promotor de Villa Amalia también se mejoró la casa de baños, se acondicionó toda la zona verde y se construyó un nuevo edificio.
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