A voluntad de Dios
Don Víctor Madrazo Sisniega, cura en la villa pasiega de San Pedro del Romeral, arriesgó su vida con tres transfusiones de sangre seguidas para salvar a una joven
José javier gómez arroyo
Vega de Pas
Lunes, 19 de julio 2021, 18:21
Se ordenó sacerdote en 1893 y cantó su primera misa en la localidad cántabra de Rada, aunque fue designado como coadjutor de la parroquia de sus ancestros en San Pedro del Romeral en octubre de ese mismo año, donde poco después se convertiría en párroco de la misma por treinta años y villa pasiega en la que el gran poeta y periodista José del Río Sainz, el popular 'Pick', fue a visitarle en más de una ocasión diciendo de él: «Don Víctor Madrazo, el antiguo cura pasiego, es uno de los tipos más representativos de la raza. Tiene todas las cualidades, virtudes y defectos, si por defectos se entiende la tosquedad, la franqueza un poco ruda, la prudencia cautelosa y legítimamente pasiega... ()... todo lo que es pasiego es suyo, y como suyo lo defiende con fervor entusiasta. Él es el cura con quien departe don Enrique Diego Madrazo cuando en los veranos va a descansar en Pas. Nosotros daríamos cualquier cosa por asistir a esos diálogos entre los dos pasiegos, entre el sabio materialista y el ministro de Dios, que tan bien se llevan y tan buenas migas hacen. Con uno de esos diálogos y con los dos interlocutores, Galdós, de vivir, tendría bastante para esbozar una novela del tipo de 'Gloria' o de 'El abuelo'» (Periódico La Atalaya, 25 de marzo de 1927).
Los testimonios sobre su lucha y bondad en San Pedro del Romeral pasan por recaudaciones para el arreglo de la iglesia de la villa en 1898 o sableados de dinero que a pasiegos pudientes hacía para Cruz Roja, generosidad acrecentada cuando se filtró al público también que durante años estuvo recorriendo los Montes de Pas para ayudar a los más desamparados: «...y muchas noches, cabalgando sobre un caballo, recorría más de cuatro leguas para llevar a la cabaña más humilde, situada sobre ingente picacho, no solo el consuelo de la religión, sino también los pocos ahorros que tenía en el hogar, ofreciendo así al pobre campesino enfermo resignación para su espíritu y medicinas y alimento para su cuerpo. Nadie se enteró de esto y por ello, cuando ayer descubrimos su sacrificio, su noble comportamiento, herimos su modestia, que protestó airada de que se sacase su nombre a la luz pública; pero nosotros, resistiéndonos a su ruego, lo hacemos considerando que nunca mejor la indiscreción periodística que cuando, como hoy, es para dar a conocer un rasgo sublime de abnegación, tan difícil de hallar en estos tiempos». (El Cantábrico, 24 de marzo de 1927).
Pero dicho descuido informativo salió a la luz por algo mucho más sacrificado, pues aquél ministro de Dios de aspecto zafio y reservado, estando ya designado como capellán del sanatorio 'La Alfonsina' en la capital de Santander, no dudó ni un momento en hacer efectivo y por triplicado el pasaje de la Biblia que aparece a mitad del evangelio de San Juan y donde Jesús afirma que, como el buen pastor, va a dar la vida por sus ovejas. Una joven gravemente enferma, de nombre Rosario M. y que padecía una anemia grave post hemorrágica, necesitaba ser intervenida 'in extremis' ante las dudas de los cirujanos que, aun cuando reconocían la necesidad de operar, se resistían a hacerlo por la debilidad de la paciente y que tan solo una transfusión de sangre podía aventurar el cometido. Nuestro cura pasiego, al ver la desesperación de los médicos, se ofreció para que, si su sangre valía, se hiciese inmediatamente la transfusión. Tras el primer trasvase Rosario mejoró visiblemente, pero al cabo de unas horas volvió a decaer y se hizo necesaria otra inyección... y así hasta tres veces entre los días 18, 23 y 25 de marzo de 1927, dejándose extraer hasta 1.100 gramos de sangre con un riesgo evidente, dada su edad y constitución, según se recoge en el informe del director del hospital don José Palacio. Con indudable abatimiento y lejos de retirarse a descansar, confesó a los reporteros de El Cantábrico que relataron los acontecimientos: «Nada mejor que ofrecer el sacrificio de un poco de vida para que no se apague otra que nace cuando ya la mía se extingue» y pidió a los médicos que le acercasen hasta la iglesia de la Anunciación para ponerse «a voluntad de Dios y pedirle que, si lo conviene, salve la vida a la enferma. Y sin poder siquiera tenerse en pie, don Víctor Madrazo penetró en la iglesia parroquial, cayó de rodillas y su pensamiento se alejó de la tierra hacia otras regiones inmateriales...» (El Cantábrico, 24 de marzo de 1927). Nada más que añadir a la enseñanza moral de este sacerdote pasiego al que se le concedió la Orden Civil de Beneficencia por salvar la vida de aquella joven.