Alcázar de Toledo será Cuesta de las Ánimas desde el lunes

En la carta que han recibido los vecinos, el Ayuntamiento recuerda que en el pleno de agosto de 2017 se acordó eliminar el nombre de la calle Alcázar de Toledo en aplicación de la Ley 52/2007 para reemplazarla por la propuesta de la Comisión de Expertos que se constituyó entonces, Cuesta de las Ánimas, «alusiva a tradición de la zona en que se ubica».

La carta también apunta que el acuerdo plenario no llegó a ejecutarse entonces y que el Fiscal Delegado de Derechos Humanos y Memoria Democrática de Cantabria «ha requerido a este Ayuntamiento para que se modifiquen los nombres de las calles afectadas por la anteriormente citada ley». La orden del fiscal se emitió el 24 de marzo con un plazo de un mes para cumplir con la solicitud. Así, desde el próximo lunes (día 21) cambiará el nombre de esta calle -aunque se mantendrá el número de cada portal- y el jueves, en la sesión plenaria, se aprobará el cambio de las otras quince calles que aún están pendientes de renombrar. Será en las próximas semanas cuando se vayan modificando las placas de las calles afectadas.

Alcázar de Toledo se renombrará Cuesta de las Ánimas porque así se denominó históricamente, ya que por ese camino se subían los difuntos hasta el cementerio de San Fernando. La denominación resulta «tétrica» para muchos vecinos y por eso piden que la propuesta se eche atrás y se decanten por calle del Parlamento, ya que por ese vial también se sube hasta el edificio que acoge el Parlamento de Cantabria -que antiguamente fue el hospital de San Rafael- y que, como apuntan sus vecinos en un escrito, «encarna los valores democráticos que nos identifican a todos los ciudadanos del siglo XXI: libertad, igualdad y pluralismo político, que se garantizan mediante el parlamentarismo como expresión de la soberanía popular. Esta denominación de calle recoge el reconocimiento a estos valores universales de nuestra democracia». También apuntan que el término actúa como locativo. «Desde Numancia no suben por la calle los difuntos ni los enfermos, sino los diputados del Parlamento del siglo XXI».