Candina se convierte en una «pequeña Venecia» tras las lluvias
Los trabajadores del polígono achicaron agua durante las primeras horas de la mañana para recuperar la normalidad lo antes posible
Candina amaneció bajo el agua. Una tromba de apenas cuarenta y cinco minutos bastó para que el polígono industrial se convirtiera en una «pequeña Venecia»: calles anegadas, alcantarillas desbordadas y locales arrasados por el agua que subió sin control. Esa es la fotografía mañanera de esta calle llena de vida comercial.
Una de las mangueras que expulsaba agua terminaba en la nave de Casper Suministros, donde los trabajadores se esforzaban por achicar lo que había quedado en las fosas. «Estaba todo hecho un cristo», dice Roberto Moreton, que asegura que han tenido que encargarse ellos mismos de todo el trabajo. «Tenemos bombas y poco a poco lo vamos sacando… hacemos lo que podemos, aunque no nos dediquemos a esto». La subida de la marea tampoco ayudó: «No daba crédito a la cantidad de agua que había». El foso de la nave parecía una piscina. «Por delante nos queda un gran trabajo de limpieza». La guardería era otro de los puntos más afectados por las inundaciones. Varias personas se organizaron con fregonas, cubos y escobas para intentar vaciar el interior. Hasta las cunas están mojadas, pero los niños están a salvo en la segunda planta.
Unos metros más adelante, en la Cafetería Avenida, la historia se repetía. Francisco Pieste, que lleva años al frente del negocio, no ocultaba su enfado. «Siempre pasa lo mismo: cuando hay una tromba, las alcantarillas se atascan». Relata cómo en apenas media hora el agua empezó a salir por los baños y las arquetas hasta cubrirle las piernas. «Me llegaba casi a las rodillas… seis meses de obras para nada». Su compañera Merche Revilla confirmaba que el problema aún no está resuelto: «Hemos llamado al seguro, pero se están haciendo los locos». Cubo a cubo trataban de salvar su negocio en una mañana pasada por agua. «A esto le llaman pequeña Venecia por todas esas veces que se inunda», dice de forma irónica.
En la empresa de mensajería Nacex, los repartidores también peleaban contra el barro. Jorge Palazuelos, con más de veinticinco años trabajando en Candina, señala la raíz del problema: «Sale negro de las alcantarillas, no están nada limpias». Recuerda las obras recientes, pero duda de su eficacia: «Aquí estuvieron levantando todo, pero no sé ese plan de saneamiento qué tal fue». Entre sus manos hay paquetes para toda la península que hoy no van a poder llegar a sus destinatarios. «Tenemos paquetes con medicamentos urgentes para el hospital de Valdecilla, todos ellos destrozados por el agua. Estamos a la espera de la respuesta que nos den desde el departamento de incidencias». Mientras, todos los trabajadores unen fuerzas para salvar hasta lo insalvable.
Hoy la jornada se ha convertido en un esfuerzo colectivo recuperar los establecimientos y recuperar cuanto antes la rutina. Escobas y cubos han sido las herramientas más vistas. Nadie imaginaba una tromba así. Los charcos han sidoun obstáculo mayor: carreteras de doble sentido reducidas a un único carril, con vehículos intentando avanzar entre balsas que parecen no tener fin. El polígono entero ofrece la misma estampa. Trabajadores empapados con catiuscas y locales cerrados a la espera de que el agua baje. Cada vez que la lluvia arrecia, Candina revive el mismo guion. Y la sensación general entre los vecinos es clara, «por mucho que se repita, nada cambia».