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Desembarco pirata en San Román
Decenas de familias se acercaron a la histórica isla para honrar a la Virgen del Mar, patrona de Santander desde hace 40 años
«¿Y tú nunca le has llevado al desembarco de los piratas?». Y el niño corriendo un poco más adelante, garfio de plástico en mano, ... en dirección al puente que cruza hacia la Isla de la Virgen del Mar. Otros repetían, y se lo hacían saber a los menos duchos en este acontecimiento que ya es casi una obligación entre las familias. «Ahora vienen estos, pasa esto otro...», se chivaban. Son las fiestas de la Virgen del Mar, la patrona de Santander desde hace 40 años. El aniversario fue un motivo de más para asistir a su ermita en San Román de la Llanilla. Ahí, decenas y decenas de espectadores, figurantes, bailarines y villanos con bigote estaban a punto de recrear un pedacito de la historia de Santander. Concretamente, el frustrado robo de la talla por parte de unos piratas holandeses en 1590.
El desastre, primero, y el posterior milagro volvieron a gestarse este domingo ante la atenta mirada de las familias. La música y los bailes de los santanderinos daban síntomas de aquella jornada festiva de hace más de 400 años. Con ellos, los espectadores más pequeños se animaron a mecer las sillas y hasta los cochecitos de sus hermanos pequeños para disfrutar de los últimos segundos de paz. «¡Piratas, piratas!», gritaron los actores, seguidos del pánico de los niños. Eran los holandeses, unos villanos de tres al cuarto dispuestos a terminar con la verbena en cuestión de 30 segundos. La lucha de sables empezaba. Volaron lechugas, tomates, espadas de plástico y de madera, gallinas y cuerpos de un lado al otro. Por volar voló hasta la imagen de la Virgen del Mar que, tras un encontronazo con los nuestros, se llevaron la talla ante la impotencia de sus adeptos. Malnacidos. Se mascaba la tragedia.
Los actores recrearon el robo frustrado de la talla de la patrona por parte de los villanos holandeses, en 1590
«La que han 'liao'», extrajo una madre con su hijo en brazos cuando todo parecía perdido. El niño a lo suyo. Lo que no sabían estos ladrones es que la patrona municipal pondría las cosas en su sitio. Ya conocen la leyenda: el destino quiso que un temporal hiciera naufragar la embarcación neerlandesa y, mejor todavía, a la altura de Castro Urdiales. Y maravilla: la talla de la Virgen se posó con suavidad entre las rocas, intacta, y los rayos de sol la iluminaron hasta que un pescador la encontró.
«Y fue devuelta a Santander, su ermita, su casa». La ovación cerrada de los asistentes agitó la épica llegada de una comitiva con la patrona sobre los hombros. Los tambores, las conchas marinas y las panderetas pusieron la banda sonora a una procesión por todo lo alto. La Virgen del Mar entre flores, algunos asistentes entre lágrimas, y otros mirando las nubes del cielo, cada vez más grises. El viento tampoco puso las cosas fáciles y obligó a añadir un operario sólo encargado de mantener en pie a la patrona. Sin miseria. «Mira, nuestros héroes», se dirigía la misma madre de antes a su niño, ahora sí, más interesado en la épica vuelta a casa.
Más de un centenar de niños, padres y familias enteras al grito de «¡viva la Virgen del Mar!» clausuró la representación histórica del desembarco pirata en San Román de la Llanilla. Un último baile tradicional y una inesperada lucha de espadas de madera entre dos niños que ya se habían cogido la matrícula dieron paso a la romería con temática pirata en el aparcamiento de la isla. Sólo los máximos admiradores de la Virgen prorrogaron la jornada hasta el espectáculo de fuegos artificiales, a las 23.30 horas; y la verbena a la medianoche.
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