Las explotaciones ganaderas en Santander se desploman un 54% en los últimos diez años
En la ciudad quedan 900 vacas, cerca de 500 ovejas y poco más de 100 cabras. El sector lamenta sentirse «olvidado» y augura que en el futuro la situación «irá a peor»
A Francisco Camus lo de la ganadería le viene de familia. Su padre tuvo vacas de carne y también una carnicería. En un momento ... decisivo de la vida de su progenitor, que se jubilaba, y de la suya, que acababa de terminar la carrera de Empresariales, optó por continuar con el legado que había vivido desde pequeño. «Tenía que buscar trabajo de lo que había estudiado o quedarme con las vacas. Me gustaban, así que opté por ellas». Y hasta hoy. Casi 25 años después, es uno de los «pocos» ganaderos que queda en Santander. De los que vive de ello. Y cree que cada vez serán menos. «Las cosas tristemente han cambiado mucho. Ahora sacar adelante el trabajo es muy complicado. El sector en la ciudad está un poco olvidado». Una visión del contexto actual que la estadística confirma: las explotaciones ganaderas en la capital cántabra se desploman un 54% durante los últimos diez años, según recoge el Instituto Cántabro de Estadística (Icane). En 2014, en Santander había 203 explotaciones -vacunas, ovinas y caprinas- y en 2024, la cifra desciende hasta las 93. Hay que tener en cuenta que, según explican desde el propio sector, no es lo mismo el que tenga «diez vacas o cinco cabras pero viva de otra cosa» a los ganaderos que se dedican exclusivamente a ello. Lo que ocurre es que todas quedan registradas. Y lo cierto es que del último grupo, «cada vez hay menos». En la ciudad quedan 908 vacas, 487 ovejas y 115 cabras.
93 explotaciones
ganaderas hay en Santander según los datos del Icane del año 2024
Camus actualmente tiene 130 reses. Y empezó con 40. No trabaja solo ya que contrató a otro chico y su pareja, Diana Khubulova, le echa un cable siempre que puede. «Cuando me metí en esto sabía perfectamente el sacrificio que uno debe tener. Y de eso no me quejo. Pero si es cierto que existe una falta de empatía en general. Para empezar de la gente que se mete por fincas donde están nuestros animales y no ven el peligro. Y en los meses de verano, con el turismo, aún más. La realidad es que si pasa algo la responsabilidad es mía. Y también reconoce un conflicto con las personas que entran con sus perros también a los terrenos donde están las vacas. Algunos perros, cuenta, «son portadores de algunas enfermedades que igual para ellos son inmunes pero en las vacas provocan abortos». Es el caso de la Neosporosis.
Una situación que también padece «a diario» Fernando Fernández, otro ganadero santanderino que ejerce esta profesión desde hace ocho años en Monte. Con 120 vacas de carne. «Si las vacas están paciendo, absorben las neosporas y es un grave problema. Es un tema que no se termina de interiorizar porque nos dicen: '¿cómo va a pasar eso si mi perro está sano?'. Es desconocimiento».
En su caso, también le vino de familia. «En mi casa hubo vacas toda la vida», recuerda. Sus tíos tuvieron vacas de leche. Y como sabía que quería dedicarse a ello, se puso a trabajar hasta que consiguió el dinero necesario para abrir su propia explotación ganadera de vacas de carne. «Cada vez es más complicado trabajar en este sector en Santander. Parece que somos unos apestados», añade Fernández, que considera que la situación no tiene pinta de que vaya a mejorar. Más bien, irá a peor. A su juicio, existe un problema por la percepción que tienen desde fuera de lo que es el trabajo ganadero. «Que si huele mal, que si mugen y hacen ruido... Monte -donde está su explotación- es Santander y forma parte de la ciudad. Pero hay que entender que tiene una zona rural que si no se cuida va a desaparecer. Nos obligarán a irnos».
Camus comparte esta idea ya que cree que al ser «pocos» están un poco «olvidados». «El modo de vida ha cambiado y se priorizan otras cosas. Santander es una ciudad pero también hay una parte de pueblo. Igual que se hacen huertos urbanos, que están muy bien, que nos faciliten también las cosas, por ejemplo con las tasas, que en otros municipios me consta que se facilita. Pagamos como si fuéramos una industria. Por ejemplo, de agua, que no se tiene en cuenta que es para que beban los animales», apunta. Fernández también se refiere a la maquinaria con la que trabajan y labran la tierra, que les está ayudando a «sobrevivir». «El tema es que son impagables. Y para conseguirlas hay que invertir muchas horas», concluye.
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