Santander estalla por su Semana Grande

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Así ha sido el chupinazo de la Semana Grande de Santander

En una jornada tan emocionante, había historias para enmarcar. La primera la de Darío Díaz. Su padre, Emilio –al frente de la empresa de pirotecnia Emilio Díaz, en Quijas–, ha sido el encargado de lanzar el cohete del chupinazo durante más de diez años. Este viernes no pudo. Le operaron recientemente de la rodilla y era imposible que acudiera. Por eso lo hizo Darío, que con mucho «orgullo y nervios» cogió el testigo de su progenitor. Unos nervios relativos porque, por si las moscas, siempre llevan otro cohete preparado. Aunque Darío es consciente de que este honor le durará poco tiempo. Porque él mismo reconoció que su padre estaba deseando asomarse a ese balcón. «No ha podido, muy a su pesar, pero volverá hacerlo con más ganas aún», comentó minutos antes de que llegara ese gran momento en el que Santander estalló. La multitud de personas que no se quisieron perder la cita explotaron de alegría y euforia. «Por fin, por fin estamos en fiestas», repetían desde arriba –en el balcón– y desde abajo.

Que el día del chupinazo iba a ser multitudinario ya se intuía pasadas las siete y media de la tarde. Una cola de familias recorría la calle Juan de Herrera –desde la zapatería Calzados Benito y hasta la esquina de la tienda Oysho–. Allí, esperaban los más pequeños junto a sus padres para llegar a tiempo al pintacaras. Hasta las 20.00 horas las monitoras convirtieron a los niños en leones, cebras e incluso algún cocodrilo. Justo al lado, a escasos metros, ya estaba la fiesta montada. En las casetas, las cervezas iban y venían. Y el Dj Musicalex, como otros años, hizo lo suyo. Y puso a la gente a bailar. Que si la canción de La Morocha o que si El Himno de mi Peña, de Isabel Aaiún –muy conocida por la canción de la Potra Salvaje–. La cosa era bailar y darlo todo.

Entre los que no se cansaron de cantar y bailar estaba Sandra Gutiérrez junto a dos amigas. «Estamos felices y por eso bailamos. Esta semana para nosotras es de alegría pero también de trabajo. Nos dedicamos a la hostelería y siempre viene bien trabajar más. Venimos de ello, y mañana a primera hora más de lo mismo». También estaba Elisa Navarro, junto a su grupo de amigas. Como muchas estudian fuera, su momento del año «para juntarse y no perder la amistad» es el chupinazo y la Semana Grande. «Esto nos ha unido y nos unirá siempre».

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La lluvia también se notaba desde el balcón del Ayuntamiento. Pero lo único que importaba era «disfrutar». «Empiezan nuestras fiestas, nos esperan días de alegría, de divertirnos con todo el mundo y también días de convivencia y de responsabilidad. Somos los mejores anfitriones, somos la mejor ciudad, somos santanderinos y aquí no hay más que hablar: ¿'A qué sí'?», exclamó Igual, que obtuvo un sí rotundo por respuesta de toda la plaza.

Justo después, fueron saliendo los representantes de las 25 peñas oficiales, y alguna en constitución, que se asomaron para dar la bienvenida a las fiestas. Todos ellos fueron también llenaron de color y alegría las calles de la ciudad con su habitual recorrido hasta el Ayuntamiento. Más allá de los saludos, fueron dos peñistas los encargados de dar las gracias «a todo el mundo» y también de homenajear a las agrupaciones que este año están de celebración: El Pezón cumple quince años, La Pirula cuarenta años y la peña Panderetuca treinta y cinco. «Las peñas constituyen la fiestas de Santander. Somos todos uno, y eso es precisamente lo que nos hace especiales. Somos solidarios y Santander también lo es», comentó Jesús López Salgado, presidente de la peña Los Otros. La misma ilusión de Jesús, que lleva doce años en esto, la tiene Alejandro Blázquez Barco, al frente de la peña Los Calabobos, un grupo de chavales jóvenes que por primera vez se ha animado a dar el paso de constituir una peña. Por todo lo alto. Porque Alejandro pudo salir al balcón. «Hemos vivido esta semana siempre a lo grande. Y pensamos: '¿Por qué no?' Si lo llevamos dentro». Dicho y hecho. «Ahora solo queda disfrutar».

Así es. Durante 11 días –del 18 al 28 de julio– la ciudad cambia su aspecto y se llena de casetas, de música en directo, de días intensos y noches aún más. Esto solo acaba de empezar.