Viñas entre muros de piedra seca en Cueto
Paisaje ·
Pedro Agudo realiza visitas guiadas desde hace más de un año, en las que enseña cómo recupera los cuarterones y planta sus propias videsA poco más de dos kilómetros del Ayuntamiento de Santander se encuentra uno de esos pequeños reductos que permiten a uno hacer un viaje al ... pasado. Pedro Agudo, economista y viticultor santanderino, tuvo la idea -allá por 2007- de recuperar el patrimonio paisajístico y vitícola de Cueto, que incluye sus antiguos cuarterones de viña adornados por muros de piedra seca. Orgulloso de sus orígenes, Agudo empezó a visualizar desde Trieste, donde trabajaba por aquel momento en una empresa italiana, cómo trasladar el concepto de las osmizas -pequeñas viñas de las que los dueños sacan a la venta sus producciones típicas y caseras- hasta su ciudad natal y poder compartirlas así con reducidos grupos de personas en visitas guiadas.
Una tarea nada sencilla y en la que ha vivido numerosos contratiempos hasta establecerse definitivamente de nuevo -en 2015- en Cantabria como profesor en un instituto de Formación Profesional. «Mi madre me echaba una mano al principio trayendo esquejes y me preguntaba para qué quería yo 50 tallos en su momento. A día de hoy tengo más de 3.500 repartidos», confiesa al hablar de sus inicios. «Cuando empiezas tienes que darte muchas oportunidades, nada es fácil, entraban los animales a las viñas, se comían todo y tenías que empezar de cero. Me empecé a dar cierto margen y demostrarme que podía hacerlo, todo eso sumado a estudiar y formarme. Aunque con lo que no contaba eran los problemas burocráticos, no sabía que había que pedir tantas autorizaciones para plantar en tu terreno».
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En este paseo conducido por el vitícola se realiza un recorrido por el camino rural de Matoblanco, cercano a dos horas, donde se repasa la historia y el origen de Cueto para conocer su evolución hasta nuestros días. «Todo esto era una zona de viñas», señala a su alrededor. «Una vez que la viña desaparece o deja de ser rentable, se empiezan a utilizar como huertos». Una de las peculiaridades que distinguen a las viñas es que están rodeadas de muros de piedra seca como las mieses -conjunto de sembrados en un valle-. «En una mies las van a utilizar para delimitar el terreno, pero en las viñas van a tener un papel más importante como es sostener las propias parras».
En esta operación de darle un sentido al paisaje y convertirlo en una cápsula del tiempo, Agudo ha conseguido levantar 18 viñas con 3.500 vides en 8.000 metros cuadrados entre adquisiciones y cesiones de vecinos de la zona. Para ello ha seguido un operativo que puede resultar sencillo, pero nada más lejos de la realidad: desbrozar, montar pared -de piedra seca-y plantar la vid. Para el viticultor, «la piedra seca es casi como el corazón de Cueto» y por ello es tan importante a la hora de llevar a cabo este proyecto. «Cuando en Cueto se crean los huertos, lo primero que se empieza a hacer es cercar con piedra seca. Yo creo que eso tendría que ser el icono más representativo del pueblo».
Mientras se atraviesan los caminos que conectan las diferentes villas entre la presencia de animales, Agudo pone en valor la técnica de construcción de los muros de piedra seca, reconocida desde 2018 como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco. «Es parte de nuestra cultura como santanderinos, estos muros se van cayendo y desapareciendo con el paso de los años porque los animales han pasado por encima y han acabado enterrándolos en el suelo», explica. «Es una técnica que está cayendo en el olvido, ya muy poca gente mayor la conocen, que no es difícil, pero bueno, tiene su cosa. Cuando nos ponemos a armar, o yo cuando aprendí a armar paredes, te das cuenta de que igual montas 10 metros, y al día siguiente solo te quedan cuatro en pie».
Una de las confesiones que más sorprende a los que acuden a esta experiencia, es conocer de la mano de Pedro que durante algunos periodos en la provincia de Santander «se producía mucho más chacolí que en toda Vizcaya, pero de largo».
De hecho, la idea del viticultor era recuperar la variedad seña que nacía en Cueto, pero desde la Consejería no le dieron los permisos para su plantación. «En la actualidad tengo plantadas todas las variedades permitidas en Cantabria como son godello, treixadura o albariño de Galicia, entre otras», puntualiza.
Cuando se atisba el final de la visita, Pedro deshace el camino realizado hasta llegar de nuevo al punto de partida para que los participantes puedan acabar su experiencia con una degustación de vinos de su propia cosecha, que destacan por su relación con el antiguo chacolí: vinos ligeros, de baja gradación, amargos y ácidos. Aunque en unos años espera incrementar el número de viñas, recuerda que el objetivo es «hacer vino para poder seguir plantando viñas».
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