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Sophie Auster, durante su intervención.

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Sophie Auster, durante su intervención. Antonio López

La decisión de Sophie Auster: cambiar de pasaporte como huida

La cantante, hija de dos reputados escritores, planea pedir la nacionalidad noruega para escapar de la pesadilla de Trump

Miércoles, 18 de junio 2025, 21:01

Mujeres con ideas firmes, que pisan sin titubeos el escenario, creen en la cultura y su poder transformador y defienden el arte como poder insurgente e inmaterial. La cantante Sophie Auster, la escritora Isabel Allende, la coreógrafa Tamara Rojo y la directora de la Fundación Princesa de Asturias, Teresa Sanjurjo, entre otras, acudieron este miércoles a la cita del encuentro Santander WomenNOW, donde se habló esta tarde de cultura y liderazgo femenino. «Nos encanta Nueva York, pero es aterrador lo que está pasando en EEUU», dice Sophie Auster, que no descarta adoptar la nacionalidad de un país nórdico ante las decisiones autoritarias y erráticas que está tomando Trump.

La cantante Sophie Auster escuchó una vez a alguien decir que tomar leche para aliviar una úlcera era una idea nefasta. De ahí nació el título de su último disco, 'Milk for Ulcers', lleno de carga irónica y humor negro que, como ella explica, refleja esos intentos de buscar consuelo a través de los errores. Una decisión que acaba por desvelar heridas sin cicatrizar. Sophie admite que hablar públicamente sobre el álbum le ha ayudado a entender mejor el dolor que entraña la pérdida de su padre, el escritor Paul Auster.

Desde que comenzó su gira europea, confiesa que ha vivido momentos intensamente cautivadores: personas que se le acercan tras los conciertos para agradecerle su franqueza, dado que sus temas ayudan a que las personas se sientan menos solas. «Hay una ternura que brota del dolor», asegura la cantante, quien con esta frase resume el espíritu del disco. Este trabajo marca también una transición artística. Auster, que ha explorado múltiples registros en sus cinco discos anteriores, apuesta ahora por un sonido más íntimo y reflexivo, con claras evocaciones de la tradición americana que escuchaba de niña.

Pero este viaje no ha sido fácil. Sophie Auster reconoce que hubo momentos en que pensó en arrojar la toalla. Uno especialmente amargo aconteció en 2019, cuando ofreció un concierto en Estados Unidos y casi no acudió nadie. «Toqué, volví al hotel y lloré», recuerda la artista. Poco después, un auditorio repleto en Nueva York le devolvió la fe en sí misma. «Estas cosas pasan, te tumban, pero te levantas. Y sigues».

Hija de los escritores Paul Auster y Siri Hustvedt, la sombra de crecer en una familia de creadores siempre ha estado presente, pero Sophie lo aborda sin obsesionarse: «Nadie escoge de dónde viene. Mis padres decidieron tener un bebé y aquí estoy». Lo verdaderamente especial, señala, es el respeto y el amor profundo que han compartido como familia.

La creadora ha aprendido a transformar el dolor en belleza. 'Milk for Ulcers' es, según dice, su disco más personal, una serie de canciones que, aunque nacidas del sufrimiento, ofrecen consuelo, como esa leche que no cura, pero que nos recuerda que seguimos intentando sanar.

La televisión, un invento indescifrable

A Macarena Rey, productora de Shine Iberia, le seduce el carácter imprevisible del trabajo televisivo, a pesar de que existe una planificación previa. La directiva considera esa espontaneidad como algo maravilloso. Insiste en la importancia de la verdad en la televisión, especialmente en los 'talent-shows'. Contrariamente a la creencia popular que dice que todo en la televisión es artificio, en Shine Iberia se esfuerzan por mostrar la autenticidad en las historias.

Sobre el liderazgo, Macarena Rey define esa experiencia como un espacio en que siente mucha soledad, tanto en los momentos de dificultad como en los de éxito. En ese sentido, su estilo de dirección se basa en imprimir seguridad a los equipos e infundir la convicción de que «todo se puede». Se define como una persona muy positiva que exhorta a su equipo a intentarlo siempre, pues cree que el liderazgo bien gestionado es esencial para que la gente confíe en sus capacidades. Para Rey, la vida sin riesgo es aburrida, de ahí que los éxitos en televisión se consigan apostando fuerte. Argumenta que, aunque ahora 'MasterChef' sea un triunfo revalidado, hubo momentos en los que otros programas importantes de su carrera fueron rechazados por la incapacidad de cerebros televisivos de ver su potencial. Puso como ejemplo el espacio 'Maestros de la costura', que supuso una gran osadía en televisión.

La productora dice que su dedicación al trabajo es plena. De hecho, su labor no termina al grabar, sino que implica una supervisión constante de la competencia y de las circunstancias que rodean cada temporada. «Mi misión es hacer un trabajo de calidad, y si no funciona, no es por falta de esfuerzo, sino por factores externos como la competencia, la promoción o la programación».

La muerte de la bailarina por partida doble

Tamara Rojo, coreógrafa y directora artística del San Francisco Ballet, estima que el mayor peligro en tiempos de crisis no solo son los recortes presupuestarios, sino la renuncia al riesgo. Para su sorpresa, cuando tuvo que decir adiós a su carrera de bailarina, aquel momento que imaginaba doloroso no lo vivió con sufrimiento. «Pensé que iba a ser así porque se dice que una bailarina muere dos veces. El día que cuelgas las zapatillas es tu primera muerte y luego el día que finalmente dejas la vida», confiesa. Sin embargo, en su caso, estaba tan volcada en su carrera que no hubo lugar para la nostalgia. Ya había decidido mudarse a San Francisco, acompañada de su hijo pequeño, tras veintisiete años en el Reino Unido.

Su despedida de los escenarios fue, en el plano artístico, emblemática. Abandonó los escenarios bailando 'Giselle', según la coreografía de Akram Khan, una obra que había transformado el mundo de la danza y el English National Ballet, compañía que dirigía. Lo hizo en París, ciudad en la que cuajó su carrera internacional. «Entonces todo tenía sentido y no me costó nada», dice. Lo que más echa en falta no es el esfuerzo físico o las rutinas de la preparación, sino algo más esencial, la posibilidad de expresar emociones a través del cuerpo. «Los bailarines en general, o desde luego yo, no solemos ser buenos en expresar nuestras emociones verbalmente». Al preguntarse qué era lo que extraña, ha descubierto que no echa de menos coser puntas ni hacer barra, sino convertirse en otras personas de vez en cuando, algo que como artista siempre fue vital para ella. Y es que durante al menos cuarenta años su existencia ha girado en torno a vivir muchas vidas. Ahora, en cambio, está ella sola.

Sobre su decisión de dejar el Reino Unido para asumir la dirección del San Francisco Ballet, asegura que la decisión obedeció a una sensación de estancamiento. Tras diez años al frente del English National Ballet, sentía que ya no podía hacer más por la compañía. Fue la primera formación en la que bailó en Inglaterra. Había visto con sus propios ojos la huella que puede tener la danza en la gente: para muchos niños, es su única oportunidad de escuchar una orquesta en vivo o de ver un espectáculo de ballet. Esa posibilidad de transformación le parece esencial.

Poco después de terminar su primera temporada al frente de la compañía, Rojo recibió una noticia inesperada y asombrsa: una donación de 60 millones de dólares por parte de un benefactor anónimo. Era la mayor aportación de ese tipo en la historia del ballet, no solo en Estados Unidos, sino probablemente en el mundo. Para ella, fue sobre todo un respaldo a su apuesta artística. «Fue muy sorprendente, porque no lo esperaba, no lo pedimos». Lo más importante, añadió, fue que el donante estableció que el dinero debía destinarse exclusivamente a nuevas creaciones, es decir, a asumir riesgos.

Rojo, que ha trabajado muchos años en el Reino Unido, no niega que algo de la cultura británica se le ha pegado, aunque admite que empieza a interiorizar también ciertos elementos de la manera de ver las cosas en EE UU. Entre ambos mundos, sigue construyendo una trayectoria en la que el arte, la audacia y la transformación social siguen siendo sus ejes fundamentales.

La difícil medida del talento

La directora de la Fundación Princesa de Asturias, Teresa Sanjurjo, estima que existen múltiples formas de medir el talento, y que en el caso de la Fundación Princesa de Asturias se hace «buscando las personas y las instituciones extraordinarias que generen un impacto real, que aportan valor». Sanjurjo alega que los premios son un vehículo para generar visibilidad, especialmente en lo que respecta al genio femenino. «Muchas veces hay mujeres que cuesta un poco más que se distinga, que se reconozca su labor».

Sobre el proceso de selección de los galardonados, Sanjurjo informa de que cada año se envía una convocatoria a unas 5.000 personas e instituciones. «Las candidaturas -entre 400 y 500 anualmente- se estudian con «mucho rigor, a veces hasta enfermizo». A la vista de que aún hay pocas mujeres premiadas, Teresa Sanjurjo apunta que si antes había un 7% de candidaturas de mujeres, mientras que ahora ronda el 25%. Aunque reconoce que llevan años sin superar esa cifra, defiende que las mujeres premiadas lo son por su excelencia. «No porque haya cuotas -que no las hay-, sino porque son extraordinarias».

Con relación a la composición de los jurados, destaca que es deliberadamente diversa para asegurar una valoración justa de todas las candidaturas. «Lo único que no podemos hacer es equivocarnos», lo que, bromeó, quita toda la presión.

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