

Secciones
Servicios
Destacamos
El fallecimiento de Francisco está siendo objeto de mil y un comentarios. La gran mayoría laudatorios. Incluso todos pues, yo al menos, no he visto ... ninguno negativo. Personalmente he escrito en algunos de mis libros y artículos comentarios también positivos sobre la figura de Francisco, aunque hay aspectos de su pontificado que me han dejado con la miel en los labios. Como muchos cristianos y no creyentes, nos hemos sentido tristes y decepcionados, por ejemplo, al constatar que tras múltiples expresiones laudatorias hacia la mujer y su papel en el mundo y en la Iglesia, no haya decidido romper su techo de cristal en el seno eclesiástico y se haya opuesto, con débiles argumentos, a su ordenación sacerdotal. Techo de cristal que ya superaron otras iglesias cristianas de signo protestante.
Recuerdo haber publicado un artículo en este medio, a la vuelta de un viaje a Inglaterra, comentando cómo fuimos, mi mujer y yo, a una eucaristía en la Catedral de San Pablo de Londres, ceremonia presidida por una mujer sacerdote de la Iglesia anglicana. Terminaba mi texto, más o menos con estas palabras: confío en que siendo ya abuelo podré asistir a una eucaristía en la catedral del Buen Pastor en Donosti, o en la de Begoña en Bilbao, presidida por una mujer. Pero ya soy abuelo de cuatro nietas y dos nietos. Y con 83 años, mi espera se está tornando en desesperanza. La situación de la mujer en la Iglesia católica la siento con gran vergüenza. No veo más razón que la inercia histórica para explicarlo, que no justificarlo.
Pero no quiero que este artículo tras el fallecimiento del Papa Francisco se quede con una nota negativa. Sería injusto con este hombre argentino, en cuya catedral de Buenos Aires he rezado más de una vez, que fue profesor en la Universidad del Salvador, centro con el que mi Universidad de Deusto estableció relaciones académicas. Hombre argentino, sí, el padre Jorge, que ya obtuvo 40 votos en el Cónclave que eligió a Ratzinger.
El sistema que rige en la Iglesia católica para elegir Papa es discutible. Que recuerde, al menos en uno de mis libros me extendí con cierto detalle, en unas 400 páginas, en una propuesta de cómo podría elegirse un pontífice sin encomendarlo exclusivamente a los votos de los cardenales reunidos, separados del mundo. Con las modernas técnicas de comunicación, sería posible una elección papal en la que participaran religiosos y laicos de ambos sexos.
Javier Elzo
Catedrático emérito de Sociología. Universidad de Deusto
Pero tampoco quiero que quede la impresión de que, a mi juicio, el actual sistema de elección papal, donde la mayor parte de los cardenales electores han sido elegidos por el recién fallecido, como es ahora el caso, suponga que los cardenales elegirían, de entre ellos, a uno de la misma cuerda que el Papa que los nombró. La libertad de 137 cardenales en el presente Cónclave, la gran mayoría de edad avanzada, depositando un nombre en una urna, me parece incuestionable. Son personas mayores, en su gran parte con la vida eclesiástica si no terminada, sí muy avanzada. Además, recientemente, tenemos un caso que confirma tal libertad de elección. Tras la muerte de Pablo VI salió elegido quien adoptaría el nombre de Juan Pablo I. Recordarán que falleció a los 33 días de pontificado. Se abrió otro Cónclave y los mismos cardenales eligieron a Juan Pablo II, que en nada se parecía a su predecesor.
Comprenderán que es imposible suponer quién será el próximo Papa. Viviremos, ciertamente una sucesión de 'papables', hasta el mismo día que se convoque el nuevo Cónclave. Los medios de comunicación se harán eco de nombres, eco que agradecen los lectores. Tampoco me siento con fuerzas para avanzar qué modelo de pontífice saldría del próximo encuentro de cardenales. No haría sino mostrar cuál es el modelo papal que me gustaría. Y no creo que esto tenga ninguna importancia.
El cristianismo es una religión de la Encarnación de dimensión universalista, se inscribe sin problema en una configuración favorable a la participación de las religiones en la vida pública. En Europa occidental, las iglesias católica y protestante han aprendido poco a poco a integrar su autocomprensión en el hecho de que ya no representan, en la actualidad, ellas solas, las normas de lo religioso en la era postsecular. Estamos viviendo el paso del cristianismo heredado al cristianismo por elección, lo que no quiere decir que tengamos que hacer tábula rasa de la herencia de veinte siglos de cristianismo que, en la actualidad, es más universal, geográficamente hablando, de lo que nunca ha sido en la historia. Esta nueva condición social del cristianismo le permite hacer valer sin complejos sus posiciones y sus acciones en las sociedades actuales, en las que el Estado tiene dificultad para regular una pluralidad acentuada de concepciones del hombre y del mundo y de las diferentes opciones éticas presentes.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.