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De la mina a la Luna, el futuro negocio de la explotación espacial

De la mina a la Luna, el futuro negocio de la explotación espacial

El popular satélite, además de tener a priori minerales de tierras raras muy cotizados para la tecnología, alberga toneladas de agua esenciales para llegar luego a Marte

José Antonio González

Jueves, 1 de agosto 2019, 09:16

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El pasado 20 de julio se cumplió medio siglo desde la ya famosa frase que pronunció Neil Alden Armstrong: «Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad». Desde entonces, la carrera espacial se ha acelerado con nuevos actores y muchas empresas privadas, aunque todas con un objetivo: Marte.

A finales de los años 60, la lucha se centraba entre Estados Unidos y la URSS (hoy Rusia). Ahora a la batalla se suman, entre otros, Europa, China, Space X, Deep Space Industries y Planetary Resources; esta última es una compañía estadounidense respaldada por Richard Branson (Virgin) y el cofundador de Google Larry Page.

Sin embargo, la fiebre por viajar más allá de la atmósfera terrestre tiene un objetivo al que la NASA ya puso cifra: 100.000 millones de dólares por habitante de la Tierra. Esta es la cifra estimada respecto al total de los recursos minerales fuera del planeta. «Traer material a la Tierra es tan caro que aún no vale la pena», señala a este diario Detlef Koschny, experto de la Agencia Espacial Europea (ESA).

En el Sistema Solar se puede encontrar mucha chatarra espacial aunque también oro, platino e incluso agua. «Los asteroides tienen una composición, en general, muy similar a la de la Tierra porque se formaron en zonas similares», explica José Luis Galache, cofundador y CTO de la firma Aten Engineering.

Muchos son restos de la formación de otros planetas pero, hasta la fecha, solo se han estudiado sus órbitas para evitar que choquen con la Tierra. EE UU y Europa ponen sus miradas en que estas «grandes rocas» no se crucen en la traslación del planeta.

Más allá va la compañía de Galache. «Creemos que para que la humanidad se pueda expandir por el Sistema Solar necesitamos usar los recursos que hay en el espacio y antes de hacerlo hay que saber lo que hay y cuánto».

Una nave para minar asteroides podría costar casi 2.320 millones de euros, según Goldman Sachs

Bezos (Amazon) y Musk (Tesla) pueden jugar al final un papel clave en la minería de los asteroides

Hablamos de «16.000 asteroides cercanos a la Tierra que se han descubierto. Son sólo los más próximos porque los más famosos se encuentran entre Marte y Júpiter, donde conocemos más de 700.000», destaca Galache.

Las investigaciones han clasificado los asteroides en tres tipos principales: C (carbonáceos), S (silicatos) y M (metálicos). « Inicialmente, la gente no quería extraer minerales normales sino de tierras raras, como el platino o el cobalto, necesario para las baterías de iones de litio. Hoy en día se habla también de un importante no mineral: el agua», afirma Koschny.

Los de tipo C, carbonáceos, se encuentran en la zona exterior del cinturón principal de asteroides y son los más comunes; se cree, además, que su composición es la más aproximada a la del Sol. Los de tipo S, por su parte, son más frecuentes en las regiones interiores del cinturón, cerca de Marte, mientras los M ocupan las zonas medias.

Los asteroides de tipo M, por ejemplo, están compuestos por hierro en un 80%, mientras el 20% restante se reparte entre níquel, platino, oro, iridio, paladio, magnesio, rodio, osmio y rutenio. El iridio, por ejemplo, es difícil de encontrar en la Tierra porque su alta densidad y su tendencia a unirse con el hierro hace que se «hunda» muy por debajo de la corteza terrestre. El platino, por su parte, es el metal más caro del mundo.

Gasolinera espacial

En pleno aniversario de la llegada a la Luna, la carrera se calienta pero con otro objetivo: Marte. «Todas las rocas contienen un pequeño porcentaje de agua. Es más fácil de extraer que los minerales o metales, y podría usarse como combustible para cohetes», apunta el experto de la Agencia Espacial Europea.

Esa es la idea de la firma estadounidense Shackleton Energy Company (SEC). «La Luna tiene la particularidad de que ha sido bombardeada durante millones de años por cometas y asteroides. Entonces se ha acumulado agua debido a estos impactos y tiene ciertos cráteres sobre todo en los polos», apunta Galache.

Tecnológicamente «estamos preparados», anuncia Detlef Koschny. En primer lugar se pueden traer las rocas y procesarlas, «algo técnicamente factible pero súper caro». La opción B es extraer los minerales 'in situ': «puede ser tan simple como calentar la roca y atrapar el agua a medida que se evapora».

La SEC tienen entre sus planes extraer el hielo de los polos lunares, instalando allí estaciones mineras operadas por humanos y robots. Los banqueros de Goldman Sachs publicaron en la primavera de 2018 un informe que ponía cifra a esa aventura espacial. «»Es probable que las sondas de prospección puedan construirse por decenas de millones de dólares cada una y Caltech ha sugerido que una nave espacial para minar asteroides podría costar 2.600 millones de dólares (unos 2.320 millones de euros)», se explica en el texto. «Obviamente se necesitarían inversiones multimillonarias para llevar el instrumental necesario a esos mundos», puntualiza Josep María Trigo, investigador principal del Grupo de Meteoritos, Cuerpos Menores y Ciencias Planetarias del Instituto de Ciencias del Espacio (ICE, CSIC-IEEC).

Los intentos por extraer recursos como oro, platino y tungsteno no pasan aún de simples pruebas. «Creo que vamos a tardar muchas décadas en llegar a una minería a gran escala», destaca el cofundador de Aten Engineering.

La clave del éxito puede pasar por la locura de hombres como Jeff Bezos o Elon Musk, fundadores de Amazon y Tesla, respectivamente. «Bezos invierte 1.000 millones de dólares al año en su compañía Blue Origin». Por su parte, Space X, propiedad de Musk, «tiene muchos contratos con la NASA, pero necesita capital».

¿Quién es el propietario real de la Luna?

Las primeras misiones en llegar a cometas ya han sido completadas. La última estuvo firmada en 2016 por la Agencia Espacial Europea con Rosetta y el pequeño Philae, que sufrió para anclarse al escarpado terreno del su asteroide.

La NASA lleva su propio camino con OSIRIS-REx, una misión puesta en marcha también en 2016 y con su finalización próxima, en diciembre. El objetivo que se planteó fue un ensayo a escala real de lo que puede llegar a proporcionar la minería espacial. La referida sonda está preparada para traer hasta dos kilos de Bennu, el cometa que le ha cobijado los últimos cuatro años.

No obstante, los mayores éxitos parecen acumularse en Japón. Hayabusa es su apuesta ambiciosa para activar la minería más allá de la estratosfera terrestre.

Los científicos nipones pusieron en órbita su robot que llegó hasta el asteroide llamado Itokawa, para luego volver con diferentes muestras. Hayabusa ya tiene una hermana gemela, que estudia otra roca espacial similar, Ryugu.

La Luna es el escenario que más pasiones con sus probables mares de agua congelada pero, ¿a quién pertenece ese bien preciado? «Todavía no está claro y las discusiones legales están en curso», apunta Detlef Koschny, experto de la Agencia Espacial Europea (ESA). «Lo que se necesita es un gran acuerdo, por ejemplo, a nivel del Grupo de Trabajo Jurídico de la Comisión sobre la Utilización del Espacio Ultraterrestre con Fines Pacíficos de las Naciones Unidas», añade.

En el lado opuesto está Josep María Trigo, investigador principal del Grupo de Meteoritos, Cuerpos Menores y Ciencias Planetarias del Instituto de Ciencias del Espacio (ICE, CSIC-IEEC), para quien su propiedad debería corresponder, «en términos generales, a quienes los identifiquen, caractericen y reclamen primero».

En 1967, varios países comenzaron la redacción y aprobación de una serie de tratados internacionales que «prohíben que ninguna nación o particular reclamen derechos de propiedad sobre cualquier objeto celeste».

Ya en la década de los 80, Dennis Hope logró que una autoridad local de Estados Unidos le reconociera la propiedad de la Luna. Recurrió una ley de la época del lejano Oeste (sobre asentamientos rurales), según la cual se podía reclamar la posesión de una zona inhabitada si nadie presentaba un documento acreditativo anterior.

Un año antes, las Naciones Unidas plantearon el Acuerdo de la Luna que buscaba gestionar los recursos lunares como ocurre con los del océano, pero fracasó. Solo 18 países lo firmaron y entre los opositores se encontraban los más poderosos.

La idea buscaba la expedición de una licencia internacional para extraer los recursos en el satélite terrestre. «En 2015 salió una ley en Estados Unidos que permitía que cualquier compañía americana que fuera a un asteroide y extrajera materiales de allí pudiera traerlos de vuelta y venderlos como propiedad de la empresa», destaca José Luis Galache, cofundador y CTO de la firma Aten Engineering.

A este lado del Atlántico, Luxemburgo también ha tomado la misma senda que Washington. «En Europa si traes materiales de un asteroide son legalmente tuyos y los puedes vender. Esos son pasos de apertura importantes, aunque aún tenemos otros problemas legales más grandes», sentencia Galache. Con todo, ya ha comenzado la fiebre por el oro espacial.

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