El entorno de Sniace, un escenario «degradado» a las puertas de San Pelayo
La Asociación de vecinos Ganzo-Duález denuncia «la falta de limpieza y control en la zona», pese a los avisos «reiterados» al Ayuntamiento
A apenas unos metros del altar donde mañana se celebrará la tradicional procesión de San Pelayo, el paisaje que rodea la iglesia de Duález dista ... mucho del que los vecinos desearían para un día tan señalado. El muro perimetral de la antigua fábrica de Sniace, a medio derruir y con huecos abiertos por distintas zonas, se ha convertido en el símbolo de un abandono que la Asociación de Vecinos de Ganzo-Duález lleva meses denunciando. Sin éxito.
Este jueves, a las 11.30 horas, la comitiva religiosa recorrerá la carretera que separa la iglesia del recinto fabril. Media hora después, comenzará la misa y con ella unas fiestas que cada año reúnen a decenas de familias. Pero en lugar de calles limpias y ambiente festivo, lo que se respira estos días es preocupación. «Así nos ha dejado la carretera la gente de dentro de la fábrica, tapando los huecos que les hacen los fines de semana. Esto es vergonzoso», lamentan desde la asociación.
El relato se repite semana tras semana. Los viernes por la tarde comienzan a aparecer furgonetas, grupos organizados y herramientas. Acceden por la parte trasera del muro, justo al lado de la iglesia, y abren boquetes por donde introducir vehículos y cargar chatarra, hierro o maquinaria. «Les vale todo». Los obreros que trabajan en el interior se ven obligados cada lunes a tapiar con escombros esos nuevos accesos. Y así, una y otra vez. Pero los restos quedan ahí. En la carretera. En la misma por la que el jueves pasará la imagen del patrón.
El estado de la carretera junto a la iglesia preocupa a los vecinos a tan solo un día de la procesión
Los obreros tapan con escombros los huecos que los clanes forman en el muro cada fin de semana
«La semana pasada fui al Ayuntamiento con las fotos. Dijeron que en unos días mandaban a alguien a limpiar, pero sigue todo igual», insisten desde la asociación de vecinos. La zona afectada no es grande, pero su estado es «lamentable»: restos de obras, tierra, bloques rotos y una muralla fragmentada que da paso a lo que muchos definen como «tierra de nadie».
El temor no es solo estético. Los vecinos advierten desde hace tiempo del peligro real que supone el abandono del recinto. En su interior hay estructuras contaminadas, presencia de amianto y cuadros eléctricos sin ningún tipo de protección. Algunas zonas se han transformado en talleres improvisados. «Ya no queda ni muro armado. Los viernes vienen, preparan las entradas y nadie hace nada. Cualquier día pasa algo y será tarde», advierten.
La vigilancia es mínima. Solo un agente permanece en la garita principal, y según explican los propios vecinos, no puede salir porque ya ha sido amenazado en más de una ocasión. «Está solo, sin apoyo. No puede hacer nada más que mirar», aseguran. Por eso los accesos se producen por otras zonas, sobre todo por la trasera. El recorrido de la procesión, además, coincide con uno de los puntos más afectados.
Desde la Asociación de Vecinos de Ganzo-Duález aseguran haber avisado al Ayuntamiento en repetidas ocasiones. También han elevado quejas a otras instituciones. Pero todo sigue igual. A solo unos días de una de las fiestas más queridas del barrio, la sensación de abandono pesa más que la ilusión. «Lo único que pedimos es que vengan a limpiar. Nosotros ya lo hemos comunicado por activa y por pasiva. Parece que pasan de nosotros», protestan.
San Pelayo es un día especial. Para los vecinos no es solo una tradición, es una cita familiar, comunitaria, un momento en el que el barrio se viste de fiesta. Este año habrá procesión, misa, música y actividades para todos los públicos. Pero el entorno, avisan, no acompaña. «Es una pena. Un día tan bonito, y vamos a tener al lado un muro destrozado, escombros y la sensación de que a nadie le importa. Da una imagen que no merecemos», dicen con resignación.
La situación de Sniace no es nueva. Pero para quienes viven junto a sus muros, cada semana que pasa sin soluciones es una más cargada de frustración. Y ahora también de «vergüenza». Porque este jueves, cuando el barrio se reencuentre en torno a su patrón, lo hará sabiendo que lo más visible para muchos será el descuido. Y el silencio. Mientras nadie asuma responsabilidades, seguirán tapando huecos los lunes y viendo cómo los vuelven a abrir los viernes. «Una rutina impropia de una ciudad que presume de transformación», concluyen.
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