Seis meses después de la visita oficial, el albergue de peregrinos de Torrelavega sigue sin estar amueblado
El inmueble, reformado con fondos europeos y autonómicos, carece aún de camas, menaje y equipamiento básico para recibir a usuarios
Seis meses después de la visita oficial en la que el Gobierno de Cantabria y el Ayuntamiento de Torrelavega presentaron el albergue de peregrinos del complejo Óscar Freire ... como una infraestructura «estratégica» para atraer turismo vinculado al Camino de Santiago y al Camino Lebaniego, el inmueble sigue vacío. Ni muebles, ni equipamiento básico. Las instalaciones, que costaron 446.980 euros financiados con fondos europeos y autonómicos, continúan cerradas a la espera de que el Consistorio concrete cómo y cuándo se amueblarán.
El proyecto, inaugurado de forma simbólica en marzo de 2025, se anunciaba entonces como «inminente» en su apertura. La presidenta María José Sáenz de Buruaga y el alcalde Javier López Estrada defendieron el valor de sus 56 plazas repartidas en siete dormitorios, además de zonas de descanso, lavandería, office y recepción. Sin embargo, nada de eso se ha puesto en uso porque falta lo más básico: camas, mobiliario, electrodomésticos y menaje.
El problema es doble. Por un lado, el Ayuntamiento no contempló en sus Presupuestos municipales -aprobados el 11 de julio- ninguna partida específica destinada a este equipamiento. Por otro, aún quedan deficiencias menores por resolver, como ajustes en climatización, aislamiento o saneamiento que, aunque no impiden el uso, requieren ser solventados antes de la apertura definitiva y alargan los plazos previstos. El concejal de Hacienda, Pedro Pérez Noriega, reconoce que «está todo pendiente», a la espera de que se habiliten fondos y se determinen los pasos a seguir para que la instalación pueda entrar en funcionamiento con garantías.
El proyecto, valorado en 446.000 euros, afronta también la definición del modelo de gestión
La falta de uso preocupa a colectivos del Camino, que ven desaprovechada una oportunidad turística
A la falta de mobiliario se suma otra incógnita: la gestión. El albergue, de titularidad municipal, aún no tiene definido quién lo administrará ni bajo qué fórmula. Será necesario licitar no solo el equipamiento, sino también la explotación del servicio, lo que podría retrasar su apertura real hasta, como mínimo, Semana Santa de 2026. Incluso en ese horizonte, queda por aprobar un reglamento de uso y una ordenanza de tasas que regule los precios por pernocta, dado que la gratuidad está descartada y deberá fijarse una tarifa asequible para los peregrinos y visitantes que lleguen a la ciudad.
Un compromiso caducado
El contraste con el entusiasmo de las visitas oficiales de 2023 y 2025 es evidente. Entonces, la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte subrayaba el «compromiso firme» con Torrelavega, resaltando este albergue como pieza clave para diversificar la oferta turística. El propio alcalde lo calificaba de «infraestructura vital» para aprovechar el Camino como motor económico. Hoy, medio año después, los peregrinos que llegan a la ciudad siguen sin un lugar habilitado donde dormir, teniendo que buscar alternativas de hostelería privada, lo que genera frustración en asociaciones vinculadas al Camino y resta atractivo a la ciudad como destino intermedio del itinerario, especialmente en temporada alta.
El calendario tampoco aprieta, según admiten en el propio Consistorio. El próximo Año Jubilar Jacobeo será en 2027 y el Lebaniego en 2028, por lo que las administraciones se mueven sin urgencias inmediatas. Aun así, voces críticas señalan que Torrelavega pierde oportunidades al no contar con este servicio en funcionamiento, especialmente en un contexto de crecimiento del turismo de peregrinación y de auge del Camino del Norte, cada vez más transitado y valorado como recurso económico, cultural y también espiritual por miles de caminantes cada año.
Por ahora, el albergue del Óscar Freire permanece cerrado y sin muebles, esperando a que el Ayuntamiento decida cómo completar la inversión y qué modelo de gestión aplicará. Una instalación terminada sobre el papel, pero todavía a medio camino de convertirse en una realidad tangible y verdaderamente útil para la ciudad.
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