Un siglo de la compra de la Casona
Se cumplen 100 años de la adquisición del Palacio municipal, antes residencia de verano de Luciano Demetrio Herrero Proigas y desde entonces Ayuntamiento de Torrelavega
Son las seis y media de la tarde del viernes 12 de junio de 1925. Bonifacio del Castillo y Orcajo, alcalde de Torrelavega, ha convocado ... una sesión extraordinaria en el Pleno del Ayuntamiento, en el edificio de Baldomero Iglesias. El principal punto del orden del día es un acuerdo para adquirir el Palacio que su propietario, Luciano Demetrio Herrero Proigas (La Habana, 1870-Torrelavega, 1939), ha ofrecido a la Corporación unos días antes. «Ofrezco a ese Ayuntamiento mi Palacio de Torrelavega a la suma de 275.000 pesetas libres de todo gasto incluso el de impuesto de utilidades, quedando en garantía el mismo edificio hasta el término total del pago. Esta cantidad me será entregada en tres plazos: las primeras cien mil pesetas en el momento de la entrega del Palacio, las segundas cien mil al cumplirse el año de la entrega, y el resto de las setenta y cinco mil al año siguiente, por la misma fecha».
El alcalde y otros quince concejales –Oloriz Vergara, Pérez Gallego, Merino Padilla, Doaso Olasagasti, Fernández Diestro, Ingelmo Terán…– leen los detalles del acuerdo que ofrece este antiguo concejal, hijo de Luciano Herrero González y de la cubana con ascendencia catalana Rosa Proigas. Pide tres pagos por aquella residencia de verano –él residió en Madrid y Barcelona, pero sus abuelos paternos habían vivido en la ciudad– y seis meses para desocuparlo definitivamente. Y así fue: el Palacio se inauguró como Casa Consistorial el 24 de enero de 1926, en años de Isidro Bustamante como alcalde.
Se cumple un siglo de la compra de la Casona, un edificio construido entre 1890 y 1906 por el arquitecto pejino Joaquín Rucoba y que durante 91 años, desde 1926 hasta 2017, hasta que su delicada estructura hizo obligatorio su desalojo, ha sido el Ayuntamiento de Torrelavega. Salvo los operarios y autoridades que se encargaron de su consolidación, nadie ha vuelto a entrar por su puerta, vallada y oculta tras unas lonas de color negro.
Nacido en La Habana, Luciano Demetrio Herrero vendió su residencia a la ciudad por la cantidad de 275.000 pesetas
Desde esta semana, el Palacio afronta un nuevo capítulo de su historia con la redacción de un proyecto de restauración, la obra de calado de la que se viene hablando desde hace casi dos décadas y cuya financiación, cerca de ocho millones de euros, sigue sin estar clara. Mientras tanto, el antiguo edificio de Demetrio Herrero sigue vacío y maltrecho, como testigo mudo de su ciudad y del pregón que solía acoger sobre su balconada, desde 2018 sustituida por un escenario en el Bulevar. Y hablando del Bulevar. La antigua alameda se denominó Avenida del Generalísimo hasta 1983, hasta su cambio de nombre por el de Luciano Demetrio Herrero, nombrado al tiempo hijo predilecto de Torrelavega.
La efeméride de los cien años del Palacio como casa de todos los torrelaveguenses ha pasado totalmente desapercibida en la agenda del Ayuntamiento, que no se ha manifestado ni en actos ni en declaraciones sobre este tema en las últimas horas.
Cien años siguientes
Parece que son los cien años siguientes del edificio los que ocupan la atención y el calendario municipal en estos momentos. Y ese futuro será, salvo un cambio de planes, muy distinto al que conocieron los vecinos desde hace diez décadas. El Palacio seguirá siendo el Ayuntamiento, pero no del todo. Las oficinas y el engranaje administrativo que cobijó hasta hace ocho años no volverán a la Casona según el planteamiento que ha puesto en marcha el gobierno (PRC-PSOE);estas seguirán dispersas en diferentes sedes del centro de la ciudad. Sólo la faceta institucional –la celebración de los Plenos, los actos públicos, etc.– volverán al edificio, transformado en un espacio cultural orientado también a actividades culturales, formativas y de ocio para toda la ciudadanía.
El Palacio volverá a abrir como Ayuntamiento, pero sin oficinas y con un uso más orientado a la agenda institucional y cultural
Dicho planteamiento, «audaz» para los socios de coalición y una «atrocidad» para la mayoría de la oposición –también hay una considerable contestación vecinal en las redes en esa línea–, ya se está proyectando de forma oficial desde esta misma semana, tras la adjudicación de su redacción a los estudios de arquitectura Cero y Voluar. Este nuevo concepto para el Palacio preserva gran parte de su esencia, eso sí. Al menos desde el punto de vista arquitectónico:no sufrirán cambios ni las características arquitectónicas, ni la forma de ocupación del espacio», como avanzan los pliegos de contratación. En ellos, los técnicos dejan claro además que se deberán mantener y restaurar elementos arquitectónicos y artísticos, desde el vestíbulo, la escalinata, los artesonados y las pinturas sobre tapiz.
Eso, sea lo que sea el nuevo Ayuntamiento, podrá seguir siendo visitado y disfrutado por los torrelaveguenses y visitantes. ¿Cuándo?Es pronto para saberlo. El primer paso esrecibir el proyecto de ejecución este próximo otoño con vistas a su posterior licitación, por unos ocho millones de euros.
A la espera de fondos
Y esa tampoco es una certeza a todas luces. El Ayuntamiento ha salido en busca de una subvención europea de 5,2 millones para financiar buena parte de esa suma, hoy por hoy prácticamente inasumible para unas arcas hasta arriba de gastos y compromisos a futuro –solo el soterramiento ocupa 30 millones de deuda a medio y largo plazo–. Hasta que la asignación de esos millones del programa Feder no se conozca –entre mediados y finales de este verano–, la ejecución de la rehabilitación definitiva del Palacio puede considerarse una de las incógnitas más importantes de esta legislatura.
No sería la primera vez que esa misma iniciativa queda en papel mojado. Otros ya lo intentaron. El proyecto se llamaba 'Un prado en el Palacio' y lo elaboró el estudio madrileño Aybar-Mateos. Aquello fue hace dieciséis años, en 2009, y quedó en nada, descartado, por la crisis económica primero y por orden de los técnicos municipales después –había problemas relacionados con el aumento de volumetría en el antiguo cine Pereda y también falta de unanimidad entre los vecinos afectados–.

«Mi bisabuelo era un hombre avanzado y con grandes ideas»
El linaje de Demetrio Herrero continúa hasta hoy y lo encarnan vecinas como Elsa Herrero, bisnieta del que fuera propietario de la Casona. «Era un hombre avanzado, con inquietudes y grandes ideas», le presenta, orgullosa de un ilustre que, aunque nacido en La Habana, siempre sintió «arraigo hacia la ciudad». Recuerda sus donaciones, como la de las fincas que luego darían forma a la Avenida de Menéndez Pelayo, así como el encargo que le dio a Rucoba para levantar «un edificio emblemático». Preguntada por su futuro como centro cultural, Herrero confiesa sentir «pena» al ver que la Casona no volverá a ser igual:«Las oficinas deberían estar centralizadas aquí», opina, disgustada también con los intentos para vender el resto del edificio al Consistorio y que, «sin saber por qué», terminaron en nada.
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