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Tanos celebra Santa Ana con sol y tradición
La ermita se llenó para celebrar la misa en honor a la patrona y más de un centenar de vecinos acompañaron la procesión
Con el calor justo para recordarnos que estamos en pleno verano y la devoción intacta tras generaciones, Tanos ha vuelto a celebrar hoy por todo ... lo alto el día de Santa Ana. Lo ha hecho como siempre, en torno a la pequeña ermita que lleva su nombre, donde la festividad ha reunido a decenas de vecinos y visitantes que llenaron la plaza desde antes del mediodía. La misa comenzó puntual, a las 12.00 horas, y durante casi una hora convirtió el templo en el corazón palpitante del barrio. No todos pudieron entrar. De hecho, la mayoría escuchó el oficio desde fuera, con pañuelos al cuello, fieles a la tradición y buscando siempre una sombra que les protegiera del sol.
El ambiente era alegre, contenido, con ese respeto sereno que acompaña a las celebraciones populares. Quienes no lograron asiento dentro de la ermita se arremolinaron en las inmediaciones, bajo los aleros y los árboles cercanos. La plaza estaba llena. El Rincón de Chica, el bar del centro cívico y punto neurálgico en estos días, tuvo un protagonismo inevitable. Las mesas de la terraza se ocuparon temprano y durante todo el mediodía no hubo una silla libre. Muchos optaron por el formato más festivo: bebida en mano, conversación animada y sombra compartida, aunque fuera de pie. «Aquí se respira pueblo y eso no tiene precio», comentaba una mujer que había llegado desde Santillana del Mar con su marido, atraída por las fiestas taniegas. «Lo que más nos gusta es que sigue siendo una fiesta de verdad, sin artificios», añadía él.
A las 13.00 horas, cuando terminó la misa, se abrieron las puertas de la ermita para que Santa Ana saliera en procesión. Lo hizo con solemnidad, sobre los hombros de los vecinos que se turnaron hasta en tres ocasiones para cargar la talla, bajo la atenta mirada de los más mayores. La acompañaba la Agrupación de Danzas Virgen de las Nieves, con sus picayos abriendo paso. Al frente, como no podía ser de otra manera, desfilaba el veterano Miguel Guerra, presidente de la escuela, que encabezó con orgullo una comitiva que superó fácilmente el centenar de personas.
La procesión recorrió los alrededores de la ermita durante diez minutos, envuelta en música, aplausos de los devotos y campanas. Las de la iglesia, en esta ocasión, no sonaron por altavoces ni por mecanismos automáticos. Fueron tres vecinos quienes se encargaron de tocarlas manualmente, como antaño, en un gesto que arrancó comentarios de admiración entre los presentes. «Hoy suenan con alma», decía un joven músico que había venido a ver la actuación de la banda de gaitas. Otros se limitaban a mirar en silencio, con una sonrisa, como quien reconoce que lo más auténtico a veces es lo más sencillo.
Cuando Santa Ana regresó a su lugar en la ermita, la agrupación de danzas ofreció una exhibición en la plaza. Bailaron, cantaron y regalaron un final de acto vibrante, entre aplausos y móviles alzados para capturar el momento. La fiesta, sin embargo, no terminó ahí. Continuó en los bares, donde la música tradicional de la banda de gaitas de Robert y Javi, llegados desde Revilla de Camargo, puso ritmo a la tarde. A lo largo del día se fueron sumando vecinos, curiosos y veraneantes. Algunos compartían recuerdos de otras fiestas; otros, simplemente, brindaban por las de este año. Las risas, el sonido de las gaitas y los pasos de baile improvisados en la plaza pusieron el broche final a una mañana redonda, de esas que se quedan grabadas sin querer.
Como cada 26 de julio, Santa Ana ha vuelto a reunir a Tanos con su mezcla de fe, folclore y sentido de comunidad. Y bajo el sol, en torno a una ermita, el pueblo ha vuelto a ser uno.
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