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La Virgen Grande vuelve a reinar
Misa, procesión y fervor popular se entrelazaron en una jornada que unió a devotos y vecinos en torno a La Patrona
Los últimos rayos de sol se abrían paso a través de las cristaleras de la iglesia de la Virgen Grande cuando, a las 19.30 ... horas, dio comienzo la esperada misa de la Virgen Grande de Torrelavega. El eco de los rezos de los presentes refulgía entre los muros de piedra, creando un ambiente de devoción, amor y respeto tan radiante como imponente. En la cima del altar se daban los toques finales para iniciar el evento. Las velas debían estar perfectas y las flores, moradas y rosadas, en el lugar idóneo. Porque los lugareños de Torrelavega, al igual que su patrona, no merecen menos. A la izquierda, la Virgen Grande parecía tomar fuerzas para el recorrido que le aguardaba, observando a los presentes y deleitándose con el elevado nivel de asistencia.
Mientras, más allá de los muros, algunos visitantes se preparaban aún para entrar, recogiendo los folletos del Himno de la Virgen Grande que se entregaban en la puerta. Laura, María Jesús, Ana y Mariaje estaban haciendo fotos, porque un evento así debía quedar inmortalizado. Un recuerdo para la posteridad. «Seas creyente o no, esto es algo que nadie se puede perder. No se trata de religión, sino más bien de tradición. Nosotras sí somos creyentes, pero tenemos amigos que no, y que vienen solo por el ambiente», comentaban.
Dentro no faltaban abanicos, porque aunque las extremas temperaturas dieran este jueves una pequeña tregua a Cantabria, el clásico bochorno norteño es de todo menos indulgente. Sin embargo, lo que más destacaba era la presencia de los míticos pañuelos verdes, tan de aquí, tan de Torrelavega. Gran cantidad de visitantes, ataviados con sus mejores galas, los llevaban atados al cuello, demostrando el cariño profesado tanto a la Virgen como a una ciudad que, durante las últimas semanas, se ha convertido en cuna de compañerismo, jolgorio y pasión.
«La entrega del bastón a la Virgen es, para mí, siendo de Torrelavega, todo un honor»
La misa fue oficiada por el obispo Arturo Ross, de la diócesis de Santander, que hizo hincapié en el significado de la admiración. «La Virgen es grande, nosotros pequeños», explicaba el obispo. Aunque, según él, eso no es algo inherentemente «negativo», pues «la pequeñez es nuestra grandeza». Y es que, «en este mundo tan complejo, nosotros, los creyentes, estamos obligados a vivir con coherencia. Tenemos que ser capaces de acoger, amar, apreciar y admirar. Ella es grande y nosotros pequeños, sí, pero Ella nos quiere engrandecer». El corazón de los creyentes desbordaba lealtad, cariño y un profundo sentimiento de solidaridad, todo al son de las melodiosas canciones entonadas por el coro de la Iglesia de la Virgen Grande.
Tras comulgar los asistentes, se puso el broche final a la misa con el canto del himno de la Virgen y, para terminar, un grito potente y poderoso: «¡Viva la Virgen Grande!», coreado por todos los presentes y recibido entre emotivos aplausos. Pero aún quedaba jornada por delante. La imponente figura de la Virgen tenía un largo paseo pendiente, un recorrido por las calles de su querida ciudad.
En la plaza de Baldomero Iglesias, cientos de personas aguardaban la salida de la Virgen. Ondeaban banderas de Torrelavega, España y Cantabria y, poco a poco, tanto el obispo como los sacerdotes fueron bajando las escaleras hasta el centro de la plaza al son del himno de España. Pantallas adornaban los alrededores de Baldomero Iglesias para que todo el mundo pudiera disfrutar, porque, como es costumbre en Torrelavega, nadie se queda fuera. Sonaban panderetas, castañuelas y gaitas; había bailes tradicionales y reencuentros entre risas y miradas emocionadas.
Aunque con un poco de retraso –inicialmente la procesión debía comenzar a las 20.30 horas–, los lugareños empezaron a seguir a la Virgen por las calles de la localidad hacia las 21.00 horas. Algunos contemplaban el recorrido desde las ventanas y balcones de sus casas, pero la mayoría participaba en la procesión a pie. El camino hasta la iglesia de la Asunción estuvo marcado por el sonido de las panderetas, los silbidos de los lugareños y la patrulla a caballo del cuerpo de policía. Una vez allí, un despliegue de actuaciones tradicionales volvió a honrar a la Virgen Grande con el Ave María.
A continuación, el camino de vuelta a casa. El desenlace perfecto para una velada cargada de veneración y fervor: la interpretación del Canto a Torrelavega y la entrega del bastón a la Virgen por parte del alcalde, Javier López Estrada. «Es un día muy especial y para mí, que soy de aquí, el momento de entrega del bastón es todo un honor, además de uno de los momentos más bonitos de una legislatura», confesaba Estrada antes de la misa. «Las fiestas de este año han sido magníficas, la gente ha salido a la calle y el tiempo ha acompañado, lo cierto es que estamos muy satisfechos con todo».
La Virgen Grande recibió el bastón entre aplausos y vítores, entre lugareños y turistas, devotos y no creyentes, porque si algo consiguen las fiestas de Torrelavega es unir a la gente, crear un ambiente festivo repleto de camaradería, amor y pasión. La Virgen ahora descansa, pero el año que viene se reencontrará con el pueblo de Torrelavega en una nueva emocionante velada.
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