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TOMÁS ONDARRA
Romper tópicos sobre el ictus: ni es exclusivo de ancianos ni sus secuelas son siempre irreversibles

Romper tópicos sobre el ictus: ni es exclusivo de ancianos ni sus secuelas son siempre irreversibles

Entre el 10% y el 15% de los casos se produce en menores de 50

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Sábado, 26 de febrero 2022, 00:01

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Un ictus... Sí, 'eso' que les da a los mayores, ¿no? En realidad, casi todos sabemos que también afecta a una proporción de gente joven nada desdeñable: si bien es cierto que a partir de los 55 años se duplican las posibilidades de sufrirlo, entre el 10% y el 15% de los casos se produce en menores de 50, sobre todo si padecen problemas cardiovasculares o estrés. Pero, como todas las cosas que dan miedo, preferimos obviar esta realidad. ¿Por qué? Porque nos puede tocar a todos y, claro, eso aterra. De hecho, cada año se registran 120.000 nuevos casos en España, de modo que se ha convertido en la primera causa de invalidez en adultos. Y, desgraciadamente, las previsiones de futuro no son buenas.

«Cada año fallecen en torno a 27.000 personas por esta causa y se prevé que el número de defunciones relacionadas con el ictus se incremente un 39% hasta 2035 por el incremento de la esperanza de vida», recalca Julio Agredano, presidente de la Fundación Freno al Ictus.

Además de un reguero de muertes, estos accidentes vasculares dejan –en muchos casos, pero no siempre– secuelas, cuya gravedad depende de la zona del cerebro afectada, de la edad del paciente y del tratamiento en los primeros momentos, en la llamada fase aguda. «Hasta hace unos años, la medicina no podía hacer casi nada por los pacientes con un ictus, pero hoy en día disponemos de una batería de tratamientos eficaces. Y cada día se desarrollan nuevas y mejores terapias. En la actualidad, muchas de las personas que sufren un ictus pueden no desarrollar ningún tipo de secuela o quedar con muy pocas limitaciones si reciben el tratamiento adecuado con prontitud», recalca Carolina de Miguel, médica rehabilitadora y presidenta de la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física (SERMEF).

Avances

«Antes no se podía hacer casi nada, hoy hay una batería de tratamientos eficaces»

Carolina de Miguel

Médica rehabilitadora

Sin embargo, a pesar de los avances, «a los seis meses de haber sufrido un ictus la mitad de los afectados presenta una hemiparesia (disminución de la fuerza motora o parálisis parcial que afecta a un brazo y una pierna del mismo lado del cuerpo), un 30% tiene que usar silla de ruedas en sus desplazamientos, uno de cada cuatro se vuelve completamente dependiente para la realización de actividades de la vida diaria, un 20% tiene trastornos de comunicación severa y más de un tercio tiene depresión», repasa la doctora De Miguel. De ahí que la rehabilitación sea «el mejor instrumento para recuperar al máximo las capacidades perdidas».

Espasticidad

«A diferencia de lo que se piensa, los médicos rehabilitadores no prescribimos gimnasia», alerta.. El tratamiento se centra en la plasticidad cerebral, es decir, en hacer trabajar y 'recordar' al cerebro «cambiando conexiones entre neuronas para facilitar el aprendizaje de las zonas afectadas». Esos nuevos enlaces se activan a través de la repetición de movimientos en la zona que sufre el daño. «Las neuronas no van a volver a crecer, pero otras pueden hacer la función de las lesionadas, al menos parcialmente», indica la doctora.

Según explica, una de las consecuencias más frecuentes de un ictus es la espasticidad, una secuela que padece, en mayor o menor grado, el 40% de los afectados. «España suma cada año 48.000 personas nuevas que después de un ictus tienen rígidos o tensos los músculos de los miembros superiores (manos o muñecas) o inferiores (piernas), por lo que precisan un tratamiento rehabilitador individualizado que consiste en infiltraciones con toxina botulínica, estiramientos y ejercicios, fisioterapia...», destaca la doctora De Miguel, quien sostiene que, «sin un proceso de rehabilitación, es casi imposible recuperarse de las secuelas». Algo que muchos afectados no entienden. Ni sus familias. Desde la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física afirman que hay una importante proporción que no acude a consulta. De ahí que hayan iniciado, en colaboración a Freno al Ictus, la campaña #NoPuedesDejarloPasar (se puede ver aquí) para concienciar sobre estas secuelas y de que, tras el ictus, toca trabajar. Y mucho.

LAS CLAVES

  • Factores de riesgo Los 'controlables' son cuidar la presión arterial y el colesterol, mantener un peso saludable, no fumar, conseguir unos niveles de glucosa en sangre adecuados y atar en corto el estrés. También tenemos más posibilidades de sufrirlo si vivimos en una zona urbana (8,7%) que en el ámbito rural (3,8%). Y los que se escapan de nuestras manos: la genética, la edad avanzada (la prevalencia estimada de ictus es del 6,4% en población de 70 años o más), el sexo (mayor riesgo de muerte por ictus en mujeres a medida que se avanza en edad), haber sufrido un ictus previo o padecer una enfermedad cardiovascular.

  • Cómo detectarlo rápido Los principales síntomas para detectar un ictus son: pérdida repentina de fuerza en la mitad del cuerpo (cara, brazo y pierna del mismo lado) que conlleva pérdida de movilidad, siendo la boca torcida una de las consecuencias más visibles, dificultad para hablar repentinamente, pérdida de sensibilidad u hormigueos en la mitad del cuerpo, pérdida súbita de visión en un ojo, dolor de cabeza intenso distinto del habitual, sensación de confusión que llega de golpe y acompañada de desorientación y de una repentina pérdida de memoria.

  • Confusiones habituales Los efectos secundarios que provocan algunos medicamentos, la parálisis facial o un adormecimiento de un miembro provocado por la compresión de un nervio pueden confundirse a veces con un ictus.

  • Secuelas Tal y como explica la doctora Carolina de Miguel, un ictus puede dejar en la persona que lo ha sufrido secuelas muy variadas y de gravedad muy diversa: pérdida de movilidad en las extremidades, espasticidad (rigidez) en miembros, trastornos del lenguaje, de la visión y trastornos cognitivos y neuropsicológicos como disminución de atención y dificultades de concentración y retención, alteración de la capacidad de aprendizaje y de ejecución, trastornos de la memoria inmediata, deterioro intelectual, alteración de la personalidad y trastornos de la conducta.

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