La dictadura de la talla única: «Al final no es la 34 ni la 44»
El concepto es práctico sobre el papel, pero marcas como Brandy Melville, firma de culto entre las adolescentes, usan el 'one size' para imponer un patrón raquítico
Una misma prenda para todo tipo de cuerpos. Sobre el papel, el concepto de talla única, tan de moda entre el público adolescente, es un ' ... win, win'. No solo envía un mensaje de inclusividad –no vestimos cuerpos perfectos, tu cuerpo es perfecto– sino que además resulta mucho más barato y eficiente desde un punto de vista logístico, puesto que se reducen costes de fabricación y almacenaje. Pero una cosa es la teoría y otra la realidad, casi siempre más perversa, sobre todo en el mundo de la moda. El modelo 'one size' ha pasado de un tiempo a esta parte de símbolo de sostenibilidad a arma de exclusión, puesto que algunas marcas han usado este concepto para imponer un patrón más cercano a la 36 que a la 44.
La polémica sobre la talla única resurgió hace unos meses a raíz del estreno del documental 'Brandy Hellville & the Cult of Fast Fashion' (HBO), centrado en la marca italiana Brandy Melville, una firma adorada por las adolescentes de medio mundo y que siempre ha estado en el ojo del huracán por su cuestionada filosofía empresarial: producir todas sus prendas en una talla única, equivalente en la mayoría de los casos a una XS o S. Algo así como 'si te entra, bienvenida al club. Si no, lo siento, vístete en otro sitio'.
Sentirse parte del grupo
Sin publicidad convencional, esta marca se ha colado en los armarios de millones de chicas a través de Instagram y TikTok. ¿Su estrategia? Crear un estilo aspiracional al que muchas quieren pertenecer, pero pocas pueden acceder físicamente. Llevar una de sus prendas de estilo universitario estadounidense significa que tienes una determinada talla, por eso muchas chicas se empeñan en comprar ropa en esa marca.
«Les gusta más por lo que significa de cara a sus iguales que por la estética de las prendas. Es como decir 'mira, yo entro'. Quizás no es la campaña de marketing más adecuada, pero al final el mundo de la moda impone ciertos estereotipos y por mucho que intentemos hablar de inclusión, tenemos que ser realistas y reconocer que todavía siguen imperando en la sociedad ciertos cánones que llevan a que muchas adolescentes traten de tener un tipo de cuerpo. Y esto es muy peligroso, porque a esa edad son muy vulnerables», advierte Ana Jiménez Zarco, experta en tendencias de consumo y profesora de Estudios de Economía de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
«Escuché hablar de Brandy Melville cuando estaba en séptimo grado –12, 13 años–. Todas las chicas lo usaban. Cuando me puse una de sus prendas, sentí que por fin era parte del grupo», cuenta una entrevistada en el documental de HBO. Y esa es precisamente la clave de su éxito... «y también su mayor problema. Una prenda como símbolo de pertenencia», resume la experta en tendencias.
Ejemplos 'reales'
Al margen de las polémicas, ¿realmente puede existir una talla única que le quede bien a todo tipo de cuerpos? La idea no es nueva. Nuestras abuelas lo vivieron con prendas hechas para ser ajustadas por modistas o con patrones más amplios y adaptables. En los últimos años, la moda prêt-à-porter —lista para llevar, sin ajustes— ha retomado este concepto, pero con una vuelta de tuerca: una sola talla para reducir costes, simplificar inventarios y, supuestamente, ser más sostenibles.
Desde el punto de vista logístico, tiene sentido. Fabricar menos tallas implica menos residuos, menos errores de stock y menos devoluciones. Marcas como Stradivarius, Etam o la innovadora belga Ester Manas han apostado por versiones modernas de este modelo, pero con un enfoque más consciente e inclusivo.
Por ejemplo, los vaqueros Ø Size de Stradivarius prometen adaptarse a distintos cuerpos gracias a su tejido elástico. Y los bañadores talla única de Etam abarcan desde la talla 34 hasta la 44. ¿El secreto? Fibras inteligentes y diseños pensados para estirarse y recuperar forma sin perder estilo. Incluso la marca de lencería Chantelle lanzó su línea SoftStretch, con braguitas y sujetadores diseñados para ajustarse a cuerpos de la 36 a la 46, con opciones también para tallas mayores.
«El problema no es tanto la idea de una talla única como su aplicación», ahonda Ana Jiménez Zarco. «Cuando el 'one size' se convierte en excusa para excluir, para imponer un único tipo de cuerpo como válido o para ahorrar dinero a costa de la diversidad, se convierte en un modelo problemático. Pero si se enfoca desde la inclusión, la innovación y el respeto por todas las corporalidades, puede ser parte de una moda más sostenible y consciente», coinciden los analistas.
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