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El periodista Bieito Rubido, en su despacho madrileño del diario ABC.
"La prensa tradicional es el último asidero del rigor en medio del oleaje cibernético"

"La prensa tradicional es el último asidero del rigor en medio del oleaje cibernético"

Bieito Rubido, director del diario ABC, pronunciará el pregón de la Semana Santa de Santander el próximo día 1 en la catedral, invitado por el obispo Manuel Sánchez

José Carlos Rojo

Domingo, 26 de marzo 2017, 08:42

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Bieito Rubido (La Coruña, 1957) no teme al futuro del periodismo:«La esencia de este oficio va a seguir siendo siempre la misma y por eso va a sobrevivir. La gente quiere historias bien contadas, con rigor; y le dará lo mismo que se presenten en un periódico de papel, en la pantalla de un ordenador o en la de un móvil», zanja. Le asustan más esas «aspiraciones de la extrema izquierda, que pretenden cercenar la libre expresión de la confesionalidad católica en la misa». Porque los matices son importantes: «La Constitución española dice que vivimos en un estado aconfesional; pero eso no implica que la sociedad lo sea», advierte. Por eso él vuelve a reivindicar su libertad de expresión religiosa al pronunciar el pregón de la Semana Santa santanderina el próximo 1 de abril en la catedral. «Será un estriptis de mi fe, una instrospección compartida», advierte.

Un periodista habituado a todos los medios

  • el perfil

  • Los lectores de ABC lo conocen por leer su nombre en la mancheta del periódico desde que pasara a dirigirlo en septiembre de 2010. Periodista «de fuerte vocación», comenzó a escribir en el diario Informaciones de Madrid a finales de los setenta;aunque pronto mostró su habilidad en el ámbito radiofónico al tomar las riendas de la emisora regional de Antena 3 Radio. Fue director de La Voz de Galicia entre 2000 y 2006;y en 2009 fue nombrado director editorial de Medios Regionales del Grupo Vocento. El ámbito televisivo tampoco le asusta tuvo su primer contacto con el medio en TVG y luego se le ha visto transitar por varios platós como tertuliano habitual. En la actualidad colabora en el programa Herrera en COPE.

Osea, que no será un discurso al uso...

Aún estoy preparándolo, pero en cierto modo va a ser más íntimo de lo habitual.

Aprovechará la oportunidad para defender el catolicismo...

Hay una trampa en ese debate que está popularizando Podemos, que dice defender la democracia pero que después manifiesta actitudes profundamente antidemocráticas cuando busca impedir la libertad religiosa de un país.

¿El catolicismo termina una vez más instrumentalizado como arma política?

La Constitución española determina que España es un país aconfesional, pero no quiere decir que todos los ciudadanos lo sean. Lo que reconoce la ley es la neutralidad del Estado en materia religiosa, a diferencia de Irán, o de Venezuela, donde la represión católica está cada día más presente. Y lo digo por nombrar a dos referencias del podemismo en España.

La lógica es que hubiera un espacio para todos.

El Estado tiene que proteger la libertad religiosa y la voluntad de cada individuo para ir a misa. Lo mismo que yo entiendo que se cierre al tráfico el centro de la ciudad el día del orgullo gay, o en una jornada de fútbol, los demás tienen que aceptar que a mí me apetezca ir un domingo a misa.

En España existen 39 millones de personas que se declaran católicas.

Y la prueba evidente es la famosa cruz en la casilla de la renta. Por eso reitero que lo que no puede hacer ningún grupo político es invocar la democracia para pronunciar discursos profundamente antidemocráticos. Lo que le ocurre al catolicismo es que pese a ser la religión mayoritaria en este país, es al tiempo la más atacada por la política. Por eso me parece que merece una cierta protección.

¿Falta protección, o quizá el país asiste a un lento proceso de secularización, especialmente entre la gente más joven?

Occidente asiste a un proceso de secularización palpable pero al mismo tiempo la gente continúa teniendo inquietudes en torno a la figura de Dios. Hay una pregunta que convive con nosotros durante toda la vida: ¿De dónde venimos y adónde vamos? Yesa inquietud crece a medida que uno se va haciendo más mayor. Es lo que yo llamo la curva de la soberbia, que alcanza su máximo de prepotencia hacia el ecuador de los veinte años y que a partir de ese momento empieza a caer hasta que a los 70 te das cuenta de que eres, como todos, bastante humilde.

La vida es una lección de fracasos y deterioro físico.

Y la religión siempre está muy presente en ese camino. Sirve de asidero cuando la confianza decae.

Dicen los neurólogos que el cerebro humano viene programado desde el nacimiento para habilidades como el lenguaje o para el desarrollo del pensamiento trascendental y religioso.

Tendríamos una soberbia monumental si defendiésemos que hemos inventado la relación con el dios que sea:cristiano, budista... Hemos tenido una relación con un ser superior desde que el hombre está sobre la tierra.

Una relación parecida ha existido siempre con la información, necesaria para el avance social. Y ahora, sin embargo, parece que el periodismo vive horas bajas.

Creo que la esencia de este oficio va a seguir siendo siempre la misma. El periodismo consiste en contarle a alguien un hecho relevante, bien narrado y de manera que resulte ameno. Esto se puede hacer sobre el papel de un periódico o sobre el soporte web, en una tableta, una radio, una televisión o un teléfono.

Quizá el periodismo no está en crisis, solo su modelo de negocio.

Existe en estos momentos una sobreoferta tremenda de información. Ocurre un poco como con la alimentación. Se ha demostrado que hay gente obesa que además de comer mucho, come mal; y así aparece el colesterol, la hipertensión y lo que llaman el síndrome metabólico.

¿Hay solución?

Estoy seguro de que vamos a regresar a un tiempo en que se va a demandar al periodista jerarquizar y ordenar toda esta amalgama caótica que existe. Y esto va a venir dado por las grandes marcas, las más asentadas, se ponga como se ponga el resto.

Dicen los expertos que los jóvenes leen cada vez menos. Que el lenguaje audiovisual irá sustituyendo paulatinamente al escrito.

Me parece que existe también una sobrevaloración de la juventud. Los jóvenes leen poco, pues mire, oiga, mal. También es cierto que la juventud nunca leyó. Pero de verdad que me parece que el pensamiento simple deriva siempre de una falta de lecturas;yeso es un peligro para las sociedades libres y democráticas. El ciudadano debería elaborar pensamientos más complejos y trabajados, más inteligentes. Si no, sería como volver a las cavernas porque podríamos tener todos los artilugios tecnológicos que quisiéramos, que al final estaríamos abocados al regreso a una sociedad oral, poco rigurosa.

Pero en todo caso esta profesión deberá adaptarse a esos nuevos públicos que vienen.

El peligro es que estamos en la prehistoria de lo que va a ser la comunicación a través de los nuevos soportes. Es cierto que va a haber una depuración de la oferta, que se reducirá y mejorará la calidad, e igualmente cierto es que a los jóvenes hay que decirles que hay que leer;aunque al paso quevamos, cada vez tenemos menos jóvenes.

Y los que hay, se van al extranjero.

España es un país viejo. Europa es un continente viejo porque tiene la tasa de nacimientos más baja del mundo. Pero en todo esto quiero añadir que me parece que otorgamos a la juventud un halo virtuoso que no tiene. La gente no nace aprendida, no inventa la panacea de lo que va a ser el futuro, no acierta siempre y lo más importante, siempre llega el día en que deja de ser joven.

¿Quiere decir que el cambio digital no necesita ser tan revolucionario?

Creo que hay que saber valorar lo bueno de lo que conocemos. Ahora mismo el acoso, la desinformación y el insulto se propagan con unas licencias espectaculares. No estamos respetando las reglas y no nos estamos respetando a nosotros mismos. Nosotros, la prensa tradicional, cometemos errores;y pagamos por ellos en los tribunales. Esa es la gran diferencia que separa a los periódicos de larga trayectoria de los espontáneos. Creo sinceramente que somos el último asidero del rigor en medio del oleaje cibernético.

¿En Santander no hablará de periodismo?

El pregón de Semana Santa que ofreceré en Santander será lo más parecido a un estriptis de mi fe, una instrospección compartida. Aún estoy trabajando sobre ello pero no será un discurso al uso.

Conoce bien al obispo de la ciudad.

Fue Manuel Sánchez quien me invitó a leer mi primer pregón en Ferrol, en 2013, cuando era obispo allí. Ahora lo hace de nuevo en Santander y le doy las gracias.

Conoce bien la capital cántabra.

He veraneado en el norte de España durante muchos años y sí, lo conozco bien. De hecho pienso que Santander vuelve a estar de moda. A día de hoy es quizá la expresión más luminosa de lo que es el veraneo del norte más aristocrático y de calidad.

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