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El Gobierno pretende que el cambio legal acabe con los ataques de buitres

El Gobierno pretende que el cambio legal acabe con los ataques de buitres

Simplifica los trámites para que los ganaderos puedan depositar animales muertos que sirvan de alimento a los carroñeros

José Ahumada

Lunes, 1 de mayo 2017, 18:57

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El último ataque se produjo el pasado fin de semana en Villanueva de Villaescusa, a solo 16 kilómetros de Santander. Ignacio Torre, que tiene una cuadra de veinte limusinas, había ido a comer después de dejar mamando al jato recién parido de una novilla. Tres horas más tarde le avisaron desde una casa de al lado de que las vacas andaban como locas y estaba todo lleno de pájaros. "Cuando subí me encontré el percal: cincuenta o sesenta buitres posados y otros tantos volando. Como llegué yo, no les dio tiempo a comérselo entero. Le habían sacado los ojos y lo habían destripado, lo vaciaron".

Hasta hace un par de décadas, no se tenía noticia de este tipo de episodios con buitres, que se venían comportando conforme a su condición de especie necrófaga. La escasez de alimento, agravada tras la crisis de las vacas locas, que obligó a establecer controles sanitarios más estrictos con el ganado muerto y a retirar los cadáveres, una carroña de la que antes disponían, está detrás de sus cambios de conducta. Aún sin ser muy numerosos, los ataques de estas aves son hoy suficientemente frecuentes como para irritar a quienes se dedican a trabajar con animales: en 2016, la Consejería de Medio Rural pagó 86 expedientes por este motivo, 94.865 euros.

El fin de la alerta sanitaria provocada por los casos de encefalopatía bovina espongiforme, una enfermedad que podía transmitirse a los humanos y que en la primera década del nuevo siglo causó cinco muertes una de ellas en Cantabria, hizo posible revisar la legislación en 2012 para permitir dejar los restos de animales muertos en determinadas zonas. "Era un procedimiento complejo desde el punto de vista administrativo", reconoce Antonio Lucio, director general de Montes. Tan poco operativo que durante el tiempo que permaneció en vigor, entre 2012 y 2017, no se recibió ninguna solicitud.

El análisis de este problema, observado por la Consejería y abordado junto a las organizaciones profesionales agrarias, ha culminado con la redacción de una nueva norma, "fruto del consenso", que se publicó en el Boletín Oficial de Cantabria el 1 de marzo, y que pretende eliminar, o al menos reducir significativamente, los ataques de los buitres al ganado vivo. "A partir de ahora veremos cuál es la respuesta. La nueva norma lo simplifica todo, ya no puede hablarse de trabas legales, porque no media documentación ni solicitud, solo unos requisitos mínimos (cuestiones básicas como que las reses muertas estén libres de problemas sanitarios, que las zonas donde se depositen los cadáveres no contaminen ríos o manantiales, no causen molestias a la población, etc.). A partir de ahí, se ha hecho un listado de 373 montes de utilidad pública, distribuidos en 65 municipios, y los ganaderos que tengan derecho de pastos en ellos pueden dejar ahí los restos".

La Consejería, explica Lucio, tiene intención de iniciar próximamente una campaña de divulgación de esta nueva normativa aprovechando que durante el verano hay más ganado en estos pastos. "No es una norma de obligado cumplimiento: si el ganadero quiere llamar al camión para que retire el animal, puede hacerlo, y si una junta vecinal no quiere que se dejen los restos en sus terrenos, también está en su derecho".

"Esa norma debería haber cambiado hace meses y ya tendrían que haberla promocionado", opina Gaspar Anabitarte, secretario general de la Unión de Ganaderos y Agricultores Montañeses (UGAM). "El problema de los buitres se genera cuando a raíz de la crisis de las vacas locas se prohíbe depositar los cadáveres y se genera un negocio fabuloso en toda Europa con su retirada. Nos obligaron a tener un seguro de recogida de animales no es que sea muy caro: por cien animales se paga unos 150 euros, y lo que pasa es que nosotros también cogemos nuestros hábitos, y ahora nos quieren cambiar el paso otra vez".

Llamar al camión

"Me alegro de que hagan una campaña informativa, como hacemos también nosotros en nuestra revista. Creo, o al menos lo deseo, que aumente la cantidad de carroña que se deja en el campo, porque se ha llegado al absurdo de que se muere un venado y llaman al camión. Ahora hay que esperar que esto disminuya el número de ataques", concluye Anabitarte.

Hasta ahora, lo habitual es que cuando muere algún animal, el ganadero llame a Tragsatec, empresa dependiente de la Consejería, para que acuda a recogerlo, siempre y cuando se halle en una zona accesible para el camión; en caso contrario, un veterinario se desplaza hasta el lugar para comprobar que los restos no supongan riesgo de contagio y, en tal caso, ahí quedan para que los carroñeros se alimenten de ellos.

Los camiones que recogen los cadáveres rellenan un documento con datos del animal, la explotación y el ganadero responsable de ella, una ficha que llega con la carga al Centro Sanitario Integral, situado en Praves, en Hazas de Cesto. Allí, se tomarán muestras del ganado muerto para descartar que tengan tuberculosis y encefalopatía espongiforme.

Cumplido el trámite, los restos pasarán a un contenedor gigante con capacidad para acumular hasta 25.000 kilos de reses muertas. El contenido de esta inmensa bañera se trasladará posteriormente hasta una planta de transformación situada en la localidad vizcaína de Ortuella, para someterlo a un prensado que convierte toda esta materia orgánica en una pasta que, finalmente, será incinerada.

"Los ganaderos tienen en su mano minimizar este tipo de daños", asegura Felipe González, delegado territorial en la región de SEO/BirdLife. "Las toneladas de animales que se llevan a incinerar es enorme (según datos facilitados por el Grupo Tragsa, unas 3.500 toneladas, casi todas de vacas), y lo que hay que hacer es facilitar que se puedan depositar en las zonas que se determinen".

González se refiere a los ataques como "hechos excepcionales". "Lo que hemos venido observando es que algunos buitres que, no lo olvidemos, llevan miles de años conviviendo con el ganado, atacan a ejemplares que se encuentran en situaciones complicadas: son animales enfermos y, si están sanos, no pueden marcharse o defenderse, como pasa en los partos difíciles. Todo el ganado de Cantabria, de cualquier especie, puede defenderse: yo he sido testigo de cómo una vaca protegía a su ternero cuando bajaban a comerse las placentas, que es lo habitual, porque alrededor de los animales siempre hay buitres".

El responsable de SEO admite, no obstante, que en algunas épocas del año los buitres pueden ser más propensos a tomar la iniciativa. "Son animales carroñeros, pero tienen un problema de falta de recursos en esta época del año, que es cuando eclosionan los huevos de buitre. Tienen polluelos, están necesitados de alimento y el ganado aún no ha subido a la montaña algún ejemplar, por muerte natural, puede convertirse en fuente de alimento. Y a todo esto se le sum hace unos años la crisis de las vacas locas. Al final lo que ocurre es que los buitres, antes, tenían la paciencia de esperar, y ahora no esperan si pueden hacer ellos el remate. Pero, insisto, un animal sano, en cuanto sale corriendo, está salvado".

SEO/BirdLife, continúa, planteó en su día batalla ante la Comisión Europea para que se permitieran excepciones a la norma de eliminar los cadáveres, para no dejar sin recursos a los carroñeros. De ahí proceden las sucesivas modificaciones que han permitido llegar a la actual regulación. "Cantabria es una de las pocas regiones que ha movido ficha estableciendo estas zonas de alimentación, pero no es suficiente, ahora hay que implicar a los ganaderos en el depósito de restos en estas zonas. Por inercia, se sigue llamando al camión, cuando hay la posibilidad de dejarlo en el monte, que es el sistema más eficiente y económico. Los buitres son los grandes limpiadores de la naturaleza".

Candina, la única buitrera en la costa de toda Europa

Cantabria contaba con 443 parejas de buitres en 2008, año en que el Gobierno regional realizó el censo oficial más reciente. Felipe González, responsable en la región de SEO/BirdLife, calcula que en la actualidad pueden rondar las quinientas parejas. Con esas cifras, Cantabria es una de las comunidades con menores poblaciones de la especie.

En el estudio realizado en 2008 y refiriéndose a la distribución geográfica, se localizaban 45 colonias de buitres y siete parejas aisladas. Aunque pueden haberse producido algunos cambios en los últimos años, siguen agrupándose en torno a tres núcleos principales.

Liébana, en el extremo occidental de la Comunidad, contaba en aquel momento con 113 parejas, el 26% del total, con nidos distribuidos a lo largo del desfiladero de La Hermida y en otras paredes de Camaleño, Vega de Liébana y Pesaguero. Este núcleo tiene cierta continuidad con el núcleo asturiano oriental.

El Alto Ebro, según los mismos datos, agrupaba 54 parejas (12%), que forman parte de una unidad mayor a lo largo de las hoces del río Ebro, entre Cantabria y Burgos (Castilla y León).

En la zona oriental de Cantabria se encuentra el mayor número de ejemplares (se censaron 274 parejas, 62%), situados en cañones fluviales de los ríos Miera y Asón, así como en los macizos calizos costeros de Liendo y Castro Urdiales. Este núcleo cuenta con algunos nidos más en Vizcaya. La mayor agrupación, también de la región, es la ubicada en el macizo de Candina, que contaba entonces con 101 nidos, una parte de ellos en acantilados marinos, una circunstancia única en todo el continente, como apunta Felipe González.

En 2008 se destacaba la novedad, respecto al censo anterior, realizado diez años antes, de la localización de una pareja aislada en las hoces del río Besaya, en el centro de la comunidad, donde se descubrió un nido con pollo.

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