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La «alucinante» historia de un coche bien aparcado

La grúa lo retiró de Gamazo para dejar su sitio «a la vela», lo estacionó en un sitio prohibido del Palacio y otra grúa se lo llevó al depósito. La propietaria ha tenido que pagar 172 euros de multa

Mariña Álvarez

Sábado, 30 de agosto 2014, 08:03

Estaba un día un Seat Altea aparcado correctamente en la calle Gamazo cuando una cinta marcó su espacio como reservado para el Mundial de Vela. Entonces, la grúa se lo llevó a un lugar supuestamente adecuado en esos momentos, el parking del Palacio de Festivales. Pero resulta que éste también pasó a ser área acotada, así que la grúa volvió a por el Altea y se lo llevó al depósito de Candina. El cuento terminó con una multa de 96 euros por «estacionar en lugar señalado sin autorización», según el papelito colocado en el parabrisas, -cuando tal estacionamiento lo hizo la misma grúa- y otros 76,65 euros de tarifa por retirar el coche del depósito municipal. Pagador: la dueña del Altea, que estuvo una tarde entera buscando su vehículo por Santander.

Es la odisea que vivió esta semana la vecina de Santander Pilar Ariño, que ha decidido hacer pública su «alucinante e impresentable» historia y denunciar que «la autoridad no se responsabilice de sus propios errores y tengamos que hacernos cargo de los mismos los ciudadanos». Ya ha presentado un recurso en el Ayuntamiento de Santander, en el que exige que le devuelvan el dinero y le retiren la sanción «porque no ha sido culpa mía».

Fue el pasado domingo, día 24, cuando Pilar Ariño aparcó su Altea en la calle Gamazo, en el tramo libre frente a la Escuela de Náutica, que carecía de cinta indicativa de espacio reservado. Había varios coches más estacionados en línea hasta el Palacio de Festivales, una zona permitida para aparcar que compartían «furgonetas que parecían de participantes en el Mundial y muchos turismos particulares». Eran las 21.30 horas, vio un hueco y allí lo dejó. Al día siguiente, Pilar pasó por allí y su coche seguía en el mismo sitio. Y el martes también. Pero el miércoles por la tarde, paseaba su perro por la zona cuando se encontró que en el Palacio de Festivales la grúa estaba retirando coches. « 'Es que lo vamos a dejar libre para la gente de Vela'. ¿Y dónde se los llevan?, pregunté al conductor de la grúa; 'los estamos dejando por Reina Victoria, la Cuesta de las Viudas...». Fue a ver si el suyo seguía en Gamazo y no, ya no estaba. «Los de ahí los retiramos por la mañana», le explicó el conductor, «pregunte a la Policía Local dónde lo hemos llevado, porque alguno ha ido al parking del Racing».

«¿Dónde está mi coche?»

Pilar decidió comprobarlo por ella misma y se recorrió el aparcamiento de los Campos de Sport. No estaba. Primera llamada al 092: «¿Dónde está mi coche? 'Un Altea, matrícula tal... Lo tiene en el parking de la parte baja del Palacio de Festivales'. Pero si por la tarde he visto que los estaban quitando de ahí, le dije al agente, 'pues aquí figura que se lo llevaron de Gamazo a ese parking', le contestó».

Pilar regresó al parking bajo del Palacio. No estaba su Altea. Segunda llamada al 092: «No está. 'Pues aquí está registrado que sí'. Pues estoy aquí y no está. 'Pues no sé qué decirle'. Me tendría que decir dónde está mi coche. 'Si quiere, mire por Reina Victoria hasta La Magdalena'». Y Pilar recorrió toda esa calle, revisando ambos lados, y tampoco lo encontró. Tercera llamada al 092: «No está. 'Pues mire, señora, no sé que decirle, si quiere presente una denuncia en la Policía Local'. ¡Pero yo necesito mi coche!, esto es un problema de ustedes...».

A las nueve de la noche le llama el mismo agente del 092 que, tras realizar algunas gestiones, le confirma que al fin han localizado su coche. «'Que como estaba aparcado en el Palacio de Festivales sin autorización la grúa se lo había llevado al depósito Candina'. Pues diga usted en Candina que ha sido error suyo y que me dejen llevármelo sin pagar. 'Yo no tengo autoridad para ello, si quiere ponga una queja en el cuartel de la calle Castilla'». Y fue a Candina y, según Pilar, allí le contaron que ella no había sido la única y le recomendaron que denunciara los hechos. Al gasto económico añade la «perdida de tiempo, paseos arriba y abajo, llamadas aquí y allá...».

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