El hogar en Piélagos en el que todo volvió a empezar
La diseñadora ucraniana Katerina Churina y su marido encontraron en Cantabria una vivienda para reformar y construir el lugar donde envejecer y criar a sus hijas lejos de la guerra
Algunas casas nacen de un impulso más hondo que un proyecto arquitectónico. La de Katerina Churina y su familia brota del deseo de empezar de nuevo. Originaria de Kiev, esta diseñadora con más de veinte años de experiencia en interiorismo descubrió Cantabria hace cinco años, buscando junto a su marido –el escritor, también ucraniano, Viktor Berezenko– «el lugar donde envejecer y criar a sus hijas».
Cada verano viajaban desde Ucrania y exploraban algo más sobre la vida en el norte: la sanidad, la educación, la tranquilidad, incluso la comodidad de ... los vuelos para los frecuentes viajes de trabajo de Katerina. Poco a poco confirmaron que la región reunía todo lo que soñaban para su futuro: «Nos gusta absolutamente todo de Cantabria».
Cuando estalló la guerra en su país, Katerina y su familia ya llevaban un mes viviendo en el sur de España. Lo que parecía una estancia temporal se convirtió en el punto de partida de una nueva vida. «Entendimos que no había vuelta atrás», recuerda. Comenzaron a estudiar el idioma, a organizar su negocio, a buscar colegio para las niñas y a abrirse paso en un país desconocido. Hasta que en agosto del año pasado llegó el momento que habían esperado: su mudanza definitiva a nuestra región.
Eligieron el municipio de Piélagos, donde encontraron una vivienda en venta. «Queríamos algo con historia, no otra construcción predecible», explica Katerina. Su experiencia –afianzada tras dos décadas de trabajo y premios internacionales– detectó enseguida el potencial de aquella casa que llevaba intacta veinticinco años. Desde el principio supo que «no se trataba de reconstruir, sino de escuchar: dejar que la casa hablara y revelar su esencia».
Profundamente personal
El resultado fue un proyecto profundamente personal. Katerina lo afrontó no solo como diseñadora, sino como madre que empezaba de cero en otro país, con dos niñas pequeñas de tres y cuatro años. «No buscaba un espacio bonito, sino un lugar que nos diera paz». Por eso trabajó con materiales naturales, una paleta de tonos neutros y una proporción equilibrada que invita al sosiego. Cada elemento –desde las molduras hasta la iluminación– fueron elegidos con calma, cuidando que la estética no sacrificara la comodidad. Define el estilo como «clasicismo contemporáneo», una mezcla de armonía y funcionalidad que evita el exceso y apuesta por lo esencial. «Como muchos arquitectos que visten de negro para no distraer la mirada, quise que la casa no compitiera con lo que ocurre dentro de ella».
La habitación de las niñas
Las pequeñas, de 3 y 4 años, disfrutan de un espacio luminoso con vistas al jardín, pensado para jugar, leer y dejar volar la imaginación. Churina Design
Coherencia
Toda la casa está diseñada en tonos greige y madera. Churina Design
1 /
La reforma respetó más del setenta por ciento de la distribución original. Solo modificó lo necesario para mejorar la luz y la fluidez de los espacios como los grandes ventanales o la escalera central, que fue una de las claves para convertir esta casa en familiar y funcional.
Pero más allá de lo técnico, en cada decisión que Katerina fue tomando había emoción. «Pensé en este trabajo como una restauración del alma, una casa que equilibra lo nuevo y lo vivido». En cada estancia se percibe esa búsqueda de serenidad que caracteriza su trabajo: texturas suaves, silencios, proporción. Un hogar que no pretende impresionar, sino acompañar.
Premios con acento cántabro
Su estudio, Churina Design, fundado en 2009, ya había sido reconocido con premios internacionales, y es miembro acreditado de la Society of British & International Interior Design (SBID) y de la Asociación de Diseñadores de la Comunidad Valenciana (ADCV). Pero fue en Cantabria donde su trabajo adquirió un nuevo sentido. «Todos mis nuevos premios los recibo como estudio cántabro», dice con orgullo. Desde aquí desarrolla proyectos locales con proyección internacional, fiel a una misma filosofía: entender el diseño como equilibrio entre belleza, ergonomía y emoción.
Cantabria no solo les dio un hogar, sino también una identidad. Aquí, Katerina convirtió la incertidumbre en propósito y la distancia en inspiración. Su casa, un hogar construido con amor, es hoy el lugar donde su vida volvió a empezar.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión