David Saiz: «Ahora merece la pena ordeñar; si se hacen las cosas bien se puede vivir»
Es ganadero de la Granja Las Nieves (Servillas), productor de helado y empresario de turismo rural
En Servillas (Campoo de Yuso), a orillas del pantano del Ebro, David Saiz ha convertido una explotación de leche en un pequeño ecosistema agroalimentario y ... turístico: 80 vacas en ordeño (hasta 190 reses en total), tres expendedoras de leche que funcionan desde 2010, heladería-cafetería en Reinosa con 18 sabores —incluida una línea ecológica desde 2017—, yogur propio, vitrinas en hostelería de la comarca, seis apartamentos de agroturismo, una casa de ocho habitaciones y un hotel. Saiz, consejero de AgroCantabria, defiende la unión cooperativa y denuncia las trabas al relevo generacional.
La historia de Granja Las Nieves arranca en una familia ganadera donde el padre compaginó fábrica y cuadra, como tantos 'mixtos' de la zona. En los 80 llegó la primera nave «con los intereses al 18%», y en 2002 David acometió una explotación moderna con sala de ordeño. Hoy ordeña 80 vacas y mantiene cebo de pintos, lo que redondea la cuenta de explotación. «Ahora merece la pena ordeñar; haciendo las cosas bien se puede vivir», resume. Sin embargo, lanza una alerta compartida en los foros del sector: «No hay leche suficiente; a las industrias no les llega».
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Durante décadas vendió a la misma láctea, pero hace dos años –cuando varios ganaderos quedaron fuera– se pasó a AgroCantabria. «Estoy mejor», afirma, y lo dice desde dentro: ocho años en el Consejo Rector avalan su visión del cooperativismo. «La unión hace la fuerza», repite, recordando su papel en los procesos de integración que desembocaron en la actual estructura. La cooperación, insiste, ha sido «escudo y palanca» para los productores en momentos de volatilidad.
Valor añadido a la leche
La diversificación llegó en 2010 con un golpe de intuición: máquinas expendedoras de leche fresca. Colocó tres –aún activas– y vio que, además de vender, abrían una puerta a visitas a la granja. De ahí al helado hubo un paso. En 2015 detectó un hueco en Reinosa («no había dónde tomar un helado») y abrió una tienda que hoy es cafetería, con varias mesas y tres empleadas todo el año. «Vendemos helado también en invierno; en Navidad vuelan los sorbetes», cuenta. Al mostrador le ha sumado una red de vitrinas en establecimientos de Orbaneja, Aguilar o Polientes, y clientes en restauración.
Saiz subraya la calidad como factor diferencial. «Nuestros helados llevan crema de huevo; se nota en boca», dice. Las formulaciones –tras formación específica y asesoramiento técnico– incorporan materia prima local en sabores emblemáticos como crema de orujo con sobao. En 2017 añadió yogur y una línea ecológica (helado y yogur) que elabora con leche certificada adquirida a cooperativas y productores eco, al no tener la ganadería en ese régimen. «En Cantabria fuimos pioneros en helado ecológico», reivindica. La elaboración la dirige su hija, una señal del relevo que ya trabaja en casa.
Turismo rural
El tercer pilar es el turismo rural. La demanda de visitas derivada de las expendedoras le empujó a rehabilitar la casona familiar en apartamentos orientados al agroturismo. Hoy gestiona seis apartamentos en un inmueble y, en otro, una casa para grupos con ocho habitaciones con baño y un gran salón; además, un pequeño hotel en Reinosa que adquirió «a la antigua usanza, con un apretón de manos». Su receta combina raíz ganadera y hospitalidad: enseñar la granja, explicar el ordeño, y culminar con helado de la casa.
Trabas burocráticas
No todo son buenas noticias. Saiz lamenta el laberinto burocrático que asfixia las primeras incorporaciones. «Si mi hijo quiere seguir, lo lógico es que herede la explotación; exigirle montar otra con 25 vacas, instalaciones y compras externas no tiene sentido», protesta. «Así espantamos a los pocos que quieren quedarse». El mensaje es claro: el relevo necesita reglas que faciliten la continuidad de explotaciones viables.
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