Víctor Alciturri
Desde 1950 ·
Fiel a la receta que su padre creó hace 75 años, el sabor de estos mantecados perdura en la memoria colectiva como símbolo de tradición y autenticidadHace 75 años nacieron estos dulces inolvidables para muchos santanderinos: los alciturrianos. En el año 2000, Víctor Alciturri (Santander, 1971) quiso volver a sus orígenes y rescatar la receta de su padre para devolverles todo su esplendor. Víctor, a sus 53 años, es un tipo «feliz y vacilón» que disfruta de la vida haciendo lo que más le gusta: alciturrianos. Un producto genuino que se mantiene fiel a la fórmula de 1950.
–Han pasado 75 años... ¿Qué ha permitido a los alciturrianos resistir al paso del tiempo y seguir conquistando generaciones?
–Supongo que sea que el producto es bueno. El sabor, la calidad... Eso es lo primero. Y luego, que los alciturrianos tienen un nombre. Tienen un recorrido. Una historia, y esto permanecerá ahí. La gente más mayor sigue comprando los alciturrianos porque les recuerda a su niñez. Para consumo propio y para regalar, en las bolsitas de siempre, las de 100 gramos, o en unas cajas rojas muy bonitas, de 250 gramos.
–¿Cómo y en qué momento surgieron?
–Mi padre, Ángel Alciturri, trabajaba en el obrador de la Confitería Frypsia, aprendiendo el oficio, y en 1950 se independizó, abriendo la confitería de Peña Herbosa. Así empezó, con aquellos súper pasteles que tenían poderes se decía entonces... Por alguna razón los alciturrianos comenzaron a popularizarse. Los vendían allí mismo, en la confitería... Aún recuerdo la chapa grande donde los ponía, con bien de azúcar glas por encima... Tenían una pinta...
–¿Qué otros dulces elaboraba su padre?
–Hacía unos pasteles buenísimos. Unos milhojas que ya no existen, unos emparedados y merengues que eran deliciosos, bizcochos de soletilla, de chocolate, moritos... Mi favorito era el emparedado, triscaba el hojaldre de una manera que era único. Mi padre, Ángel, estaba abajo, en el obrador, y mi madre, Mariuca, como la conocía todo el mundo, atendía el despacho de venta que estaba en la parte superior, junto a Bodegas Mazón. Aún hay clientes que me dicen lo maja y buena que era... Y me emociona...
–¿Qué recuerdos tiene de niño? ¿Solía colarse en el obrador?
–¡Todos! ¡Si yo nací entre pasteles! Siempre voy a llevar harina y azúcar en mi ADN, siempre. Soy el pequeño de tres hermanos y siempre estuve me tenían en el obrador, ellos trabajaban todo el día y en ciertas épocas del año había que ayudar, como por ejemplo Reyes, allí estábamos todos haciendo roscos.
Sin relevo generacional, los alciturrianos siguen siendo: «¡Una sorpresa! ¡Una alegría para cualquier paladar!»
–¿En qué momento decide recuperar la receta y relanzar la marca Alciturrianos? ¿Qué le empujó a dar ese paso?
–Fue a comienzos del año 2000. Por motivos laborales dejé mi trabajo como vigilante, custodiando explosivos en canteras, y quise reabrir. Recuperar la historia familiar. Al final es donde he crecido. Reabrí el obrador en el barrio Camino y después me vine a Mogro. Necesitaba tranquilidad.
–¿Cómo describiría lo que es un alciturriano a alguien que no lo ha probado nunca?
–Es toda una sorpresa. A la gente le encanta comparar los dulces. Empiezan a pensar a qué se parece y no dan con nada. Eso es lo bueno, que te lo metas en la boca y saborees algo muy rico. Puede ser un polvorón, una pasta, un mantecado... ¡Es una alegría para cualquier paladar!
–La receta se mantiene inalterable al paso del tiempo...
–Sí, aunque la materia prima ya no viene del mismo sitio... La harina ya no es del proveedor que lo traía y lo mismo con la almendra y la manteca. Eso sí, tienen que ser de muy buena calidad, de pata negra. No vale cualquiera. Los alciturrianos son un producto bueno que está al alcance de todos los bolsillos. Y tampoco el precio de la materia prima es el mismo, aunque yo he estado 15 años sin subir el precio de los dulces. ¡Hoy la manteca cuesta el doble!
Para elaborar estos dulces no vale cualquier ingrediente, «la materia prima sigue siendo de primerísima calidad»
–El proceso sigue siendo completamente artesanal y ahora, en verano, los pedidos se disparan. ¿Cómo consigue abarcarlo todo solo?
–El verano es un no parar. Es muy difícil sacar un negocio adelante pero la realidad es que como les ocurre a muchos queseros, conseguimos sacar la producción trabajando todo el día. Cada negocio tiene unos márgenes y este deja un beneficio mínimo, aunque no me puedo quejar porque los Alciturrianos se venden todo el año.
–Trabajar sin relevo es la parte más dura del proceso, pero, ¿cuál es la mayor satisfacción?
–La parte más dura es el miedo a que me pase algo y no pueda trabajar. La mayor satisfacción es la herencia familiar. La gente me cuenta recuerdos de su infancia, de cuando comían altiturrianos... Son recuerdos positivos, por eso me gusta ir a los mercados... Se acercan abuelos con sus nietos, les cuentan cuando venían a Peña Herbosa a por los Alciturrianos... Clientes habituales, o por ejemplo, la alcaldesa, Gema Igual, siempre que me ve se lleva una bolsa porque los comía de pequeña...
–¿Se ha planteado introducir nuevas recetas o dulces?
–No. Cuando algo funciona, ¿para qué tocarlo? En Navidad hago también mazapán y turrón, muy ricos. Las recetas las he rescatado del recetario de mi padre...Tenía un pequeño libro con todas las recetas manuscritas, con letra de escritor barroco. Algunas se han borrado y otras las he podido recuperar.
–¿Qué supone cumplir 75 años? ¿Habrá una edición especial?
–Mucha emoción porque es un legado familiar. No tengo hijos pero sí sobrinos. Por el obrador no les traigo mucho pero alguna vez me les llevo a ferias... Para mí significa mucho más que una cifra: es la historia de mi familia, la memoria de mi abuelo, de mi tío… No tengo pensada ninguna receta especial. En una ocasión les hice de coco y de chocolate pero la gente quería los originales. Para tomar con chocolate y coco ya hay otros dulces, ¿no?
–Como souvenir, habrán dado la vuelta al mundo...
–Bueno, hasta donde yo se, han llegado a las antípodas, y también los he repartido en un plató de televisión. Siempre los llevo conmigo... Mi amiga Nuria Labari, escritora y periodista, siendo redactora del programa Sálvame Deluxe, me invitó al plató y allí nadie dijo que no a un Alciturriano.
–¿Dónde se pueden comprar?
–Habitualmente en supermercados y grandes superficies; en kioskos, estaciones de servicio y restaurantes; en pequeñas tiendas de alimentación y espacios gourmet como Torre Saber Comer, en el grupo Amaro, o Diferente, y en los mercados. El próximo será el campurriano, en Reinosa, los días 26 y 27 de julio. Tampoco falto a la feria de Casar de Periedo; a las de Isla o Liérganes... Los mejores mercados son los del otoño y en diciembre, la Feria del Producto, en el Palacio de Exposiciones, a la que siempre llevo el turrón.
–¿Qué proyectos tiene para el futuro?
–Soy un tipo feliz y vacilón, me gusta disfrutar de la vida. A mis 53 años no necesito complicaciones porque todo requiere mucho esfuerzo. Y para los autónomos, el doble.