Tortos de borona
En tiempos de prisas y de recetas complicadas, nos recuerdan que lo sencillo sigue funcionando, que con ingredientes básicos se pueden hacer platos memorables
Hay recetas que parecen sencillas pero que encierran toda una historia detrás y los tortos de borona son uno de esos platos que han pasado de ser el pan de cada día en los pueblos a convertirse en todo un capricho gastronómico. Se hacen con harina de maíz, de ese color amarillo que alegra la vista, mezclada con un poco de trigo para que la masa se deje trabajar y el resultado es un torto plano crujiente por fuera y tierno por dentro. Los tortos sirven para casi todo, antes formaban parte de la dieta diaria de muchas familias en la cornisa cantábrica y hoy, en cambio, los vemos como un pequeño lujo casero, de esos que apetece preparar cuando queremos darnos un homenaje o sorprender en la mesa
La gracia de los tortos es que aceptan lo que les pongas encima porque con un par de huevos fritos y unos torreznos son imbatibles pero no se quedan ahí porque también con queso de nata, con unas jijas, con un bacalao con tomate o simplemente con unas verduras pochadas y unas anchoas funcionan de maravilla. Y si además aprovechas restos de guisos de ayer como el pollo con salsa que queda en la nevera, la mezcla con el torto recién hecho es una auténtica fiesta. En el caso de que seas de los que tiene un punto goloso, espolvoreados con azúcar y acompañados de un vaso de leche se convierten en un postre o merienda de lo más reconfortante.
Hacerlos en casa no tiene ningún misterio porque solo necesitas dos tazas de harina de maíz media de trigo un poco de sal un pellizco de azúcar y leche hasta que la masa coja cuerpo. Se deja reposar una hora en la nevera y se forman bolitas que se aplastan con la mano y se fríen en una sartén con un poco de aceite. En cuestión de minutos tendrás la cocina oliendo a maíz tostado y una bandeja de tortos dorados listos para triunfar. Y lo mejor es que una vez que los pruebas repites porque son fáciles, porque siempre apetecen y porque tienen ese punto de tradición que reconcilia con la cocina de toda la vida
En tiempos de prisas y de recetas complicadas, los tortos nos recuerdan que lo sencillo sigue funcionando, que con ingredientes básicos se pueden hacer platos memorables y que al final lo que cuenta no es la sofisticación sino el sabor y los momentos que compartimos alrededor de la mesa.
Los tortos de borona no necesitan presentación ni artificios ,solo un buen acompañamiento y ganas de disfrutar. En cada bocado está la prueba de que lo humilde también puede ser un auténtico manjar.
Y al escribir todo esto no puedo evitar acordarme de mi bisabuela. Yo era muy pequeño y aún me viene a la memoria cómo los preparaba unas veces fritos otras al horno, y siempre con ese cariño que hacía que parecieran diferentes porque, más allá de la receta, lo que queda es la imagen de ella en la cocina y el recuerdo imborrable de aquel sabor que para mí siempre será el auténtico torto de borona.
También preparaba las sopas de borona con ellos, simplemente rompiéndolos y metiéndolos en leche. Otro plato humilde que servía igual de desayuno que de cena y que resume mejor que nada lo que significaban estos tortos en la vida cotidiana de antes: sencillez alimento y mucho corazón.