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En, primer plano, Elena y Nieves doblan y clasifican la ropa recogida en la nave de Cacicedo.
Peripecias de una cántabra para ayudar a los refugiados

Peripecias de una cántabra para ayudar a los refugiados

Fátima Figuero, con la ayuda de Cantabria Acoge y la de muchos amigos y familiares, ha recaudado 12.000 kilos de ropa, calzado y mantas para los refugiados que malviven en el campo de Idomeni

Susana Echevarría

Martes, 8 de marzo 2016, 20:53

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Ella es una superheroína de este siglo. No le hace falta una capa ni tampoco volar. Ella solo quiere salvar personas, darles calor, rescatarlas de algún infierno. Ella es Fátima Figuero, una peluquera santanderina que desde este año ha empezado a mentir con su edad. Es que he pasado ya a los 41. Habla muy rápido, mueve los brazos y se emociona cuando cuenta lo que ha hecho. Ayudada por sus amigos, familiares y la ONG Cantabria acoge, Fátima ha reunido12.000 kilos de ropa, mantas, calzado y alimentos, que esperan en una nave de Cacicedo para ser enviados al campo de refugiados de Idomeni, situado en la frontera de Grecia y Macedonia, y lugar donde se hacinan miles de sirios y afganos que huyen de la guerra en sus países. Al principio el destino iba a ser Lesbos, pero hay más necesidad en Idomeni, así que cambio de planes.

Hasta hace unas horas, Fátima de devanaba los sesos pensando cómo y cuándo, buscando a alguien que entendiese de logística o que tuviese la capacidad de realizar el traslado de todo el material recogido hasta ese punto del mundo. Cuenta que había pensado en llamar al presidente Revilla porque me fío de él; y que un día, a la desesperada, incluso se puso a enviar correos electrónicos a una naviera inglesa que opera en el Mediterráneo. Pero la solución ha llegado desde casa. En la tarde de este martes, día 8, una llamada de director general de Cooperación para el Desarrollo del Gobierno de Cantabria, Jorge Gutiérrez, trajo un rayo de esperanza. El Gobierno se compromete a hacer posible el envío de todo el material recaudado, cuenta Fátima muy emocionada con la noticia que le acaba de dar Vicente Carro, quien el en su día fue responsable de la Coordinadora Cántabra de las ONGs y que también está implicado esta causa. Todavía no saben cómo lo van a hacer ni cuándo, pero Fátima espera "que sea ya, porque mientras nosotras estamos aquí hablando de esto, allí la gente está pasándolo muy mal.

Un concierto 'salvavidas'

  • música solidaria

  • El próximo día 18, en la sala Niágara de Santander, la iniciativa solidaria que personifican Fátima y Carlos organizará un concierto "en el que nadie va a cobrar por estar allí". El objetivo es recaudar dinero para que la ONG Proactiva Open Arms pueda seguir ayudando en Lesbos. Este grupo de socorristas con sede en Badalona, aunque sus voluntarios son de todo el mundo, necesita dinero y esta es una de las maneras para conseguirlo. Todo el que quiera colaborar podrá acudir a este concierto, en el que actuarán tres grupos cántabros, 'The Big Heads', 'Seznaus' y 'The Groove Makers' y la solista Mehnai. "Además vamos a dar pinchos gratis a todo el que vaya", anima Fátima. Carlos asegura que todo el dinero irá íntegramente para Proactiva Open Arms. "Tenemos que seguir allí mientras los refugiados sigan llegando. Ahora ya mueren muchos, pero si no estuviésemos morirían muchos más", sentencia Carlos.

Llamamiento por las redes sociales

¿Que cómo me he metido yo en todo esto?, repite Fátima tras una pregunta de la periodista. Relata que las imágenes de la gente muriéndose en el mar o atrapados como ratas ante una frontera cerrada, ya me estaban hiriendo. Las veía en todos los informativos. Pero lo que realmente la hizo levantarse del sofá es que unos amigos suyos, Nico y Carlos (los rescatadores voluntarios Nicolás Calzada y Carlos Zabala, que pertenecen a la ONG española Proactiva Open Arms), hicieron un llamamiento el día 1 de marzo, a través del Facebook, pidiendo que "por favor les mandasen ropa de abrigo, calzado y mantas para los refugiados que llegaban a Lesbos, porque se morían de frío". Nuestra protagonista le pidió a su madre que le dejara utilizar el garaje de su casa. Empecé a compartirlo en Facebook y a llamar a la familia y a amigos para que me diesen toda la ropa que pudiesen. Echó cuentas y calculó que con el dinero que tenía en el banco podría enviar unos 300 kilos de ropa, mantas y calzado. En la empresa de envíos le dijeron que le iba a costar 500 euros, pero la daba igual. Tenemos que reaccionar.

La ONG Cantabria Acoge apoyó a Fátima en su reto y a partir de ahí la respuesta fue masiva. Durante desde la pasada semana y hasta el domingo se recogieron 12.000 kilos de ropa, calzado, mantas, pañales, comida infantil -pon, por favor, que lo ha donado Cáritas Solares- productos de limpieza, compresas, toallitas... La gente es maravillosa. Las personas están dando una lección a los gobiernos. Las administraciones se han quedado paradas ante este desastre humanitario. La Comunidad Europea dijo que iba a hacer mucho y no hace nada. España dijo que iba a acoger a 18.000 refugiados y solo ha traído a 16. Da vergüenza hasta decirlo. Pero mientras tanto los ciudadanos normales reaccionamos e intentamos ayudar haciendo cosas como esta. Y desde luego Cantabria y su gobierno han demostrado que somos los más solidarios. Y así Fátima pasa de la ira a la sonrisa.

Tanta ha sido la respuesta que la idea de guardarlo todo en el garaje de su madre pasó a mejor vida. La empresa Bathco le prestó un 'rinconcito' de la nave industrial que tiene en Cacicedo para poder almacenar todo el material. Y allí lleva Fátima varios días metida. Junto a mi suegra Nieves, mi cuñada Ana, a mi vecina Lola, a una amiga que se llama Elena y otras amigas de amigas (Elena y Marta) que vienen a ayudar a seleccionar la ropa y meterla en cajas para que luego sea paletizada. Todas están abrigadas, porque la nave es muy fría, pero sonríen y hablan al mismo tiempo que doblan. No pierden ni un minuto. Hay mucho por hacer. Mira que ropa más buena, y que botucas para que caminen los niños..., dice Nieves, mientras mira un pijama rosa de bebé. A ver si lo podemos mandar pronto, sentencia.

Carlos Zabala, el rescatador

De un lado a otro de la nave también anda Carlos. Es el único que está en maga corta. Da frío solo verle. Es rescatador profesional en Salvamento Marítimo de Santander y tiene 32 años. Yo soy compañero de Nico, al que el otro día hicisteis una entrevista los de El Diario, cuando se marchó a Lesbos a ayudar, salta. Carlos trabaja 23 días y libra 15. Y es en esos días libres cuando coge su mochila y se larga a Lesbos, para colaborar con la ONG Proactiva Open Arms, los conocidos rescatadores españoles que han salvado cientos de vidas en Lesbos, una de esas pequeñas islas helénicas que están cerca de la costa de Turquía, en el mar Egeo. Estuve allí en enero, unos 15 días, y vuelvo ahora en abril, el día 5, cuenta Carlos, que está permanentemente en contacto con los compañeros que están en Grecia.

El rescatador no se adorna cuando habla de esos días que ha vivido en la isla griega rescatando gente. Cuando vemos a las barcas llegar nos acercamos con las lanchas y si vemos que aguantan bien, pues las ayudamos a llegar hasta tierra, porque hay muchas rocas. Pero si vemos que sus barcos van pinchados o tienen peligro de hundirse, montamos a toda la gente en nuestras lanchas para llevarlos a tierra. En los quince días que yo estuve solo tuvimos que hacer un rescate muy urgente. La neumática en la que llegban estaba pinchada y se hundía y hubo que sacar a todo el mundo del agua, cuenta Carlos. El 'salvavidas' explica que ahora mismo, en Lesbos, hace 2 grados centígrados por la noche y que el agua está a 14 o 15 grados. "Aquello no es Canarias. Allí hace frío y ellos llegan ya muy mojados de todo el viaje en barco desde Turquía. Y si encima se caen al agua, pues sufren hipotermias, sobre todo los más débiles, los niños y los bebés que viajan en las barcas", narra.

A Carlos lo que más le ha sorprendido es cómo son los refugiados. Son como nosotros. No son los inmigrantes que entran por el Estrecho o los que hemos visto en la isla de Lampedusa. Estos son familias enteras, con cuatro o cinco hijos por familia, que solo quieren escapar de sus países en guerra, dice Carlos y por supuesto sin querer herir la sensibilidad de ningún inmigrante subsaharianos.

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